A la memoria de Federico Prades
El Gobierno ha enviado al ministro Guindos de gira, para tranquilizar a los mercados financieros internacionales otra vez inquietos, al parecer, con la situación en España. Lo primero que me viene a la cabeza, hablando con esos mismos mercados a los que va a ver el ministro, es que el Gobierno no debería intranquilizarlos con sus Presupuestos sin rumbo y sus campañas partidistas del miedo y así no tendríamos necesidad de ir luego a tranquilizarlos.
Es verdad que los tambores de la incertidumbre vuelven a sonar no solo por la situación española, sino por un cambio de ambiente que se está produciendo sobre el conjunto de la economía mundial. Solo así, por ejemplo, por el temor a un impacto negativo en los mercados emergentes, se puede entender la decisión de la Reserva Federal Americana de posponer la ligera subida en los tipos de interés apuntada desde hace tiempo. La OCDE, en un documento reciente, habla sobre el puzzle en que se ha convertido la economía mundial cargada de incertidumbre vinculadas al estancamiento europeo, la desaceleración China y su repercusión en el resto de economías emergentes exportadoras, los problemas de Brasil o la nueva ralentización del crecimiento en Japón. Un panorama, moderadamente preocupante para una salida de la crisis, del que ya se ha hecho eco en España el Gobernador del Banco de España en su comparecencia parlamentaria de esta semana.Todo ello, en conjunto, vuelve a incrementar el riesgo especialmente de aquellos países más vulnerables a la situación entre los cuales se encuentra España.
Sin necesidad de entrar en factores como el conflicto catalán o el fin de las mayorías absolutas y la imperiosa entrada de nuestro país en una época de pactos parlamentarios ante el surgimiento de nuevos actores políticos, existen suficientes elementos de duda e incertidumbre sobre nuestra situación económica y en las confusas señales que lanza el Gobierno, como para justificar esas inquietudes en los mercados que ha detectado el ministro. Lo que me cuentan a mí sobre sus principales preocupaciones giran en torno a los siguientes hechos:
- Un modelo confuso de salida de la crisis, preñado de autosatisfacción injustificada. La devaluación interna aplicada estos años, no es sostenible. España no puede pretender competir a base de salarios bajos y mercado laboral precario, ni puede aspirar a un modelo de crecimiento basado en las exportaciones y el superávit exterior. Cambiar el modelo productivo es, pues, imprescindible y no encuentran nada de esto en las preocupaciones del Gobierno ni en el Presupuesto que presenta.
- Un volumen de deuda interna todavía muy elevado en el sector privado y creciente en el sector público, junto a un incremento en la deuda externa. En los próximos diez años la economía española va a tener que reducir su endeudamiento y ello, si no hay un cambio drástico de politica económica, va a ser un factor depresivo sobre el consumo, la demanda interna y por ende, sobre el crecimiento económico salvo que volvamos a un modelo parecido al de la burbuja especulativa.
- Una insoportable tasa de paro, con dos características que la hacen todavía más complicada de cara al futuro: el paro juvenil es récord en Europa (un elevado porcentaje de las nuevas generaciones están faltos de formación en el trabajo) yel paro estructural, con más de dos años desempleados y sin cobertura social, es demasiado elevado. Frente a ello, las políticas activas de formación y colocación brillan por su ausencia. Confiar en que solo con el crecimiento previsible de la economía vamos a ser capaz de absorber este deterioro en el capital humano (y en las personas que hay por debajo), como hace el Gobierno, llena de dudas a cualquier inversor.
- Una fractura social tremenda, con un elevado porcentaje de ciudadanos en la pobreza, expresión de la desigualdad creciente asociada a la crisis vivida pero, también, a la ausencia de políticas adecuadas para combatirla. Informe tras informe, todos aquellos que estudian el caso español nos sitúan entre los países donde más ha crecido la brecha social. Lo cual, una vez se ha aceptado ya que ello resta posibilidades al crecimiento futuro, se convierte en otro riesgo añadido sobre el que ningún inversor oye propuestas del gobierno.
- Una economía dual, con bastantes empresas globalizadas que compiten en los mercados mundiales, junto a un importante segmento de actividad económica que basa su rentabilidad en rentas derivadas de su proximidad a decisiones administrativas discrecionales que generan riesgos legislativos.
- Un sistema fiscal poco dinámico, que castiga con una carga tributaria a las rentas generadas por el trabajo, el esfuerzo y el emprendimiento, superior a la que aplica a las rentas derivadas de la riqueza adquirida.
- Una situación política fluida, con importantes confrontaciones en el ámbito territorial (Cataluña) y la sensación generalizada de que hace falta un gran impulso de consenso reformista en España que ataje la corrupción, mejore el funcionamiento de la justicia, de las administraciones públicas y de los procesos de toma de decisiones públicas, incluyendo una reforma de la Constitución, que se compadece mal con el tancredismo que cualquiera puede observar en el Presidente Rajoy, cuya decisión más importante es no tomar decisiones, o cambiar cuando se ha adoptado alguna.
La sensación de que el Gobierno carece de un proyecto nacional de futuro, que no sabe a dónde quiere ir y que se limita a apagar fuegos en clave partidista, buscando permanecer en el poder a toda costa, genera hoy mucha más inquietud en los mercados financieros internacionales, que cualquier otra cosa relacionada con España.
Reunirse con inversores es fácil, sobre todo para un ministro o un cargo político destacado. El problema es para qué la reunión, qué se les dice, cuál es el mensaje que se les transmite. Y ahí es donde el Gobierno se muestra vacío de ideas, más allá del miedo que ya no funciona. Ni entre los votantes, ni entre los inversores, ambos con posibilidad de contrastar el mensaje gubernamental con otras visiones y otras propuestas, más interesadas en construir un país con futuro.