¿Se acabó el ajuste? (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 10:58 am

Llevo horas dándole vueltas a lo que ha querido decir el Presidente del Gobierno cuando, desde China, afirmó que se ha acabado el período de ajuste en la economía española. Lo primero que pensé fue en un intento de desmarcarse del reciente informe del FMI en el que afirma que sin recortes adicionales en el gasto público, y ante el estancamiento de ingresos, será imposible cumplir con el objetivo de déficit del 3% para el año 2013. Luego pensé que despejado, de momento, las presiones alemanas, acumulando nuestra economía felicitaciones por los éxitos conseguidos y agotados los mercados financieros tras la deglución de Portugal, volvíamos a recuperar, en período preelectoral, al Presidente que explicó, hace un año, en el Parlamento, que hacia los ajustes por “imperativo exterior”, no por convicción propia.

                Pero, finalmente, he llegado a la conclusión de que sus palabras solo se deben interpretar en sentido positivo: se ha dado cuenta de que la clave de bóveda de la política económica necesaria hoy en España no es más ajustes, sino el crecimiento, no más recortes del gasto, sino reforma del presupuesto, no gastar menos, sino mejor.

                De no revertir las tristes perspectivas de años por delante con un crecimiento lánguido, anoréxico, anémico, débil, incapaz de remontar y de crear empleo neto, seguiremos cayendo en el ranking de potencias económicas (ya hemos bajado cuatro puestos), se deteriora el bienestar, se incrementarán las desigualdades sociales y será imposible cumplir los objetivos de déficit del Programa de Estabilidad. Y sólo una política orientada al crecimiento en lugar de al ajuste será capaz de superar esas amenazas derivadas del bache en que nos encontramos.

                Ha llegado la hora de reconocer que si diferencial fue nuestra crisis económica, partiendo de la misma matriz de sobreendeudamiento, también ha sido diferente la dirección del ajuste realizado. En otros países,  el esfuerzo del ajuste se centró en las entidades financieras forzadas a aflorar las pérdidas derivadas de sus activos tóxicos aún a costa de hacerlas quebrar para nacionalizarlas después, en un intento de acelerar el proceso de reanudación de la concesión de crédito, reduciendo así los sufrimientos de empresas y familias.

En España se hizo justo al revés. Aquí, ha sido toda la sociedad quien ha tenido que ajustarse duramente, para salvaguardar la solvencia, es decir, los intereses globales del sector financiero, interno y externo. Incluso la reconversión de las Cajas de Ahorros se están haciendo con este objetivo y no para recuperar cuanto antes unos agentes activos en la financiación de la economía productiva del país.

Esa inversión en la dirección del ajuste, desde el centro financiero a favor del resto de la economía o desde el conjunto de la sociedad en favor del sistema financiero, evidencia la preponderancia en España del sistema financiero sobre la economía real. Y explica, también, la lentitud de nuestra recuperación y el por qué otros países, que lo hicieron de otra manera, ya han salido de la recesión.

Si el Presidente del Gobierno se refiere a poner fin a ese modelo de ajuste, entonces estoy de acuerdo y vengo reclamándolo desde esta columna. Nuestra mejor garantía de solvencia como país, es volver a crecer creando empleo y en esa dirección debe reorientarse la política económica española.

Una política económica dirigida al crecimiento encontraría, además, un amplio núcleo de empresas y familias que ya están preparadas para volver a consumir, a invertir y a contratar pero que se sienten asfixiadas por el lastre de una política equivocada que se orienta en otra dirección. En estos años, el paro ha crecido, la remuneración de aquellos que no han perdido el empleo, ha caído de manera significativa y todavía hay mucha deuda por devolver por parte de las familias españolas. Por tanto, no es raro que las perspectivas de crecimiento del consumo privado sean bajas para este y el próximo año.

Pero también hay familias dispuestas a consumir en cuanto se disipen los nubarrones porque no están endeudadas, ni han perdido empleo, ni ingresos y que han reconstruido ahorro en estos años de recesión. Como las empresas que han sobrevivido, han equilibrado sus balances y mejorado sus márgenes de beneficio ante la parálisis en la inversión, los ajustes de plantilla realizados y la caída en los costes laborales unitarios. Empresas que, salvo las del sector de construcción, tampoco tienen volúmenes de endeudamiento fuera de los márgenes europeos y que podrían reanudar su actividad inversora en cuanto se reactive la demanda, como esta pasando con el turismo o con las exportaciones.

Podríamos decir que existe un importante núcleo de empresas y familias, que está ya preparado para crecer y esperando la oportunidad de hacerlo con el consiguiente efecto arrastre sobre el resto. Ese anillo, verdadero motor de la recuperación, no necesita para pasar a los hechos de más políticas de ajuste, sino todo lo contrario. Necesita confianza y políticas orientadas al crecimiento, como una inyección de competitividad en forma de una rebaja sustancial de las cotizaciones sociales, una recuperación selectiva de estímulos públicos derivada de una estricta reforma del gasto público y de las maneras de financiarlo y, sobre todo, desatascar con urgencia el flujo del crédito financiero para que vuelva a fluirles.

Si en 1996, el nuevo Gobierno del PP se benefició de los efectos positivos de las medidas adoptadas en los años inmediatamente anteriores por el gobierno socialista, el nuevo Gobierno que salga de las urnas en 2012, ya sin Zapatero en la Presidencia por renuncia expresa, puede beneficiarse de lo contrario, del hueco dejado por la cantidad de medidas a favor del crecimiento que no ha adoptado este gobierno. Para ese viaje, ni hacía falta agotar la legislatura, ni anunciar desde China el final de la época de ajuste. Salvo que el Presidente piense que, como en el psicoanálisis, basta con verbalizar conscientemente los traumas (el ajuste), para que desaparezcan los síntomas de la recesión y florezca el crecimiento económico de manera espontánea, como las mil flores y las mil escuelas de pensamientos de Mao. 

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