La recesión ya no es mundial. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 10:49 am

España es el país que presenta peores resultados macroeconómicos de entre los miembros del G-20. Frente a nuestro estancamiento, USA está creciendo al 3%, Alemania al 4, Francia a casi el 2, Reino Unido cerca del 3, por no hablar de cifras claramente superiores en China, Brasil, India etc. Si la crisis fue internacional y sus efectos no golpearon por igual a todas las economías, la actual recuperación a distintas velocidades ensancha las brechas entre países.
Ya no podemos seguir escondiendo tras la recesión mundial lo que el Presidente del Gobierno, en el debate parlamentario de esta semana sobre el empleo, ha llamado “debilidades estructurales de nuestra economía”. A partir de ahora, nos hemos quedado más solos, con unos problemas económicos nacionales que nos conducen a una recuperación “lenta e incierta”. Esos problemas propios exigen, también en palabras del Presidente, “medidas urgentes destinadas a corregirlos” si queremos eludir una recaída.
 Pues bien, si este diagnóstico es compartido, el debate parlamentario del jueves más las decisiones anunciadas por parte del Consejo de Ministros, muestran que seguimos lejos de encontrar soluciones eficaces para superarlos, reforzando nuestro crecimiento y la creación de empleo. De nuevo, nos situamos, como al anunciarse las 179 medidas anti-crisis, el Pacto de Zurbano, la Ley de Economía Sostenible o la reforma del mercado laboral, ante una brecha insalvable entre lo dicho y lo hecho, las necesidades y la realidad, lo anunciado y lo aprobado, los problemas y las soluciones, el discurso político y la letra del BOE.
            Pocos dudan, a estas alturas, que hemos vivido una profunda crisis internacional del liberalismo de mercado que lejos de traducir la desregulación financiera en equilibrio, como postulaban sus defensores, lo ha hecho en burbuja especulativa por sobreendeudamiento y camuflaje de los riesgos asociados, en forma de derivados. Aquellos países que han padecido, con mayor intensidad, las consecuencias de la explosión de la burbuja, son quienes fundaron su crecimiento anterior en base al crédito ajeno y más lo destinaron a financiar activos especulativos. España ha sido un triste ejemplo de esto: por primera vez en nuestra historia el conjunto de la deuda privada, familias más empresas, duplica la deuda pública, incluso tras absorber el Estado parte de los efectos de la crisis y, en segundo lugar, el predominio de la inversión crediticia en ladrillo y cemento, ha redondeado una situación de las llamadas de tormenta perfecta.
            Pero superada la caída libre que hemos padecido en forma de incremento brusco del paro y reducción pronunciada de la riqueza colectiva, no regresaremos, de forma espontánea, al punto de partida de una senda de crecimiento estable. Nuestra economía privada sigue tan o más endeudada que la pública y el inmovilizado en construcción limita, drásticamente, el crédito disponible para financiar otras inversiones creadoras de empleo. Y, desde luego, con las perspectivas de estancamiento del empleo, salarios privados reduciéndose como ha puesto de manifiesto los últimos datos de Contabilidad Nacional y sequía crediticia para inversiones, las perspectivas de mejora, en ausencia de acciones especificas, solo puede estar depositadas, con restricciones, en las exportaciones y el turismo, es decir, en que tiren de nosotros los demás.
            Y aquí, es cuando entra en acción nuestra crisis diferencial que requiere un tratamiento específico que seguimos sin dar, con la intensidad y en la dirección adecuada. Tenemos que actuar en, al menos, cuatro direcciones: reajuste selectivo del gasto público de todas las administraciones que haga posible reducir el déficit junto a mantener estímulos públicos que contrapesen la atonía privada durante el proceso de desendeudamiento; reactivar el circuito del crédito bancario de forma algo más eficaz que la actual conversión del ICO en un anuncio de banco público por internet; reducción de los costes laborales no salariales que permita recuperar competitividad y cambio de modelo productivo impulsando los nuevos vectores, que no sectores, en que tiene que incardinarse un crecimiento sostenible.
De acuerdo con el diagnóstico efectuado, se requieren acciones extraordinarias para hacer frente a un momento extraordinario como es la mayor recesión de las últimas décadas. Todo lo contrario del nuevo catálogo de medidas burocráticas anunciado por el Gobierno que, en su mayor parte, como ocurrió con las medidas anteriores, se hubieran aprobado igual, aunque no hubiera existido la crisis. Incluyendo los cambios en las políticas activas de empleo sobre lo que ya existía una amplia literatura propositiva, hace quince años, cuando su transferencia a las Comunidades Autónomas.
Lo que convierte nuestra situación en bloqueo nacional es que, si la reflexión del Presidente sobre que la “responsabilidad de contribuir a reactivar la economía (…) ni es ni debería ser sólo del Gobierno” no puede interpretarse ya como una llamada seria al consenso político, la alternativa que presenta el primer partido de la oposición no es, tampoco, una solución. Convocar ahora elecciones anticipadas a celebrar en enero o en mayo, junto a las municipales, abriría un período de parálisis e incertidumbre, superior al que existe ahora. Pero además, puede ocurrir dos cosas: que vuelva a ganar el PSOE, evidenciando que hemos perdido un tiempo precioso en la lucha por la recuperación económica. O que se forme un nuevo gobierno en torno a unas propuestas económicas de Rajoy que, hoy por hoy, siguen siendo un misterio y que, en todo caso, no podría llevar adelante sin el apoyo, por razones institucionales y constitucionales, de la oposición es decir, de aquellos a los que él,  les está negando ahora el apoyo.
Por tanto, como diría Sherlock Holmes, cuando se ha excluido lo razonable, lo que queda es la única solución posible. En nuestro caso, que se responda ante un momento extraordinario como el que vivimos, con un programa extraordinario de reformas económicas, sociales e institucionales, hecho de una manera extraordinaria, es decir, mediante un gran acuerdo nacional. Solo ello permitiría hacer frente, de manera simultánea, a los recelos de los mercados y a las necesidades nacionales de encontrar un impulso sustancial adicional a nuestra reactivación, para intentar recuperar el terreno que ya estamos perdiendo respecto a otros países.  

2 comentarios

001
jj
22.11.2010 a las 13:08 Enlace Permanente

Creo que para ser justos también habría que decir que esos países que mencionas al comienzo del artículo, entraron en recesión antes que nosotros y que por lo tanto es «normal» que nosotros salgamos después que ellos. Dicho esto, sigo pensando que se debe hacer algo por favorecer un pacto de Estado que nos quite de encima esta incertidumbre que es lo peor que le puede pasar a la economía.

002
enric doménech
25.11.2010 a las 20:56 Enlace Permanente

Del caso dramático irlandés, sacamos alguna que otra conclusión:
- Que si en Europa se tributa de forma desigual, desigual van a ser las relaciones entre los diferentes Estados y territorios integrantes.
- Que falta un pacto global sobre aquellas competencias que debe garantizar el Estado, y su Unión.
- Si compartimos un mundo global en las comunicaciones, en los mercados, en la ciencia y la investigación, en el mundo del conocimiento; tal vez, también deberíamos asumir realidades y regular las manipulaciones que desde el anonimato de ese mismo mundo global, acechan y amenazan las economías domésticas de millones de ciudadanos.
- Que algunas empresas y sociedades disponen y generan una riqueza igual o mayor que muchos países en los que están presentes. La diferencia es que no se gobiernan por reglas democráticas, y mucho menos acordes con los principios y valores de la sociedad en su conjunto. Y evidentemente están bastante lejos de todas aquellas garantías que la humanidad ha ido pactando, estableciendo en multitud de convenciones y protocolos. ¡Hay si Rouseau levantase la cabeza! Cuan lejos está aquel frontón en el que se enarbolaba la declaración de derechos del hombre.

Más Humanismo, y menos Mercantilismo.

Un abrazo, y me despido para preparar el baño de mi pequeña.

enric doménech

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