A veinte años vista. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 5:00 pm

¿Cómo será España dentro de veinte años, en 2033? Este es el ambicioso ejercicio de prospectiva que la consultora PwC ha puesto en marcha, dirigido por mí, combinando en doce estudios temáticos (¿Qué mano de obra necesitaremos?, el nuevo cliente digital etc) el análisis de expertos con opiniones cualitativas de un grupo de jóvenes empresarios asociados a la iniciativa. El primer resultado parcial, “La economía española en 2033”, sobre un modelo proyectado por Juan Carlos Collado, se ha presentado esta semana en un acto que contó con la presencia del ministro de Guindos. Aunque no es frecuente en nuestro país pensar a medio plazo buscando anticipar aquellas tendencias que condicionaran el futuro según lo que hagamos ahora, muchos organismos internacionales (OCDE, por ejemplo) y varios gobiernos (USA, por ejemplo) lo incorporan como elemento habitual en su toma de decisiones estratégicas.

El futuro económico de nuestro país estará enmarcado por el peso de lo ocurrido en los últimos treinta años, las nuevas tendencias globales, el efecto de la actual crisis y las decisiones que vayamos adoptando. Por empezar por el final, el trabajo mencionado contempla un crecimiento medio anual del 2% de la economía española en los próximos veinte años, con dos escenarios, uno más optimista (hasta el 2,5% en el tramo final) y otro menos, ambos divididos en dos periodos: 2013- 2020 y 2021- 2033, con una ligera aceleración del crecimiento en el segundo, conforme nos alejamos de la crisis. Con esa previsión, teniendo en cuenta una mejora en la relación entre crecimiento del PIB y creación de empleo, así como el descenso en la población previsto por el INE, alcanzaremos el pleno empleo técnico en 2033 (incluso, en el escenario optimista, necesitaremos mano de obra inmigrante), aunque en 2020 todavía tendremos una tasa media de paro del 17%. Y es que los efectos de la crisis actual serán profundos y duraderos: hasta 2017 no recuperaremos el PIB anterior a la crisis, necesitaremos 20 años para volver la tasa de paro previa a la crisis y el PIB potencial se verá disminuido en un 20% total a lo largo del período.

Este crecimiento será inferior al experimentado por la economía española en los últimos treinta años, a pesar de que en estos se haya alternado periodos de crisis, con otros de fuerte recuperación. Daría la impresión de que el ritmo de crecimiento se ralentiza conforme recortamos distancias y nos vamos aproximando a la media de los países más adelantados aunque, también, la menor disponibilidad de crédito bancario restará algún porcentaje “vitaminado” de crecimiento al PIB. La contribución de los distintos factores productivos a ese crecimiento futuro será la inversión en capital, especialmente el relativo a las tecnologías de la comunicación (entorno al 40%); el trabajo, sobre todo, la mejora en su calidad (35%) y la productividad total de los factores (25%), sobre todo por la mayor apertura comercial exterior y por la innovación.

El crecimiento que viene en los próximos veinte años romperá, pues, varios parámetros que han sido fundamentales en el modelo pasado. En primer lugar, no se verá limitado por el tradicional déficit exterior que ha sido una restricción histórica para España (la cuota exportadora seguirá creciendo). En segundo lugar, será menos intensivo en capital que en el pasado, es decir, será menor cuantitativamente, pero con un capital más selectivo que tenderá a crear más empleo por unidad de producto que antes. En tercer lugar, por primera vez, la aportación de la productividad total de los factores será positiva, es decir, aprovecharemos mejor el exceso de capacidad instalada haciendo compatible, por primera vez, mejora de la productividad con mejora del empleo, gracias al esfuerzo en innovación, cualificación de la mano de obra y en apertura exterior.

En 2033, el PIB mundial será casi el doble del actual aunque con un peso relativo distinto: la Unión Europea perderá un 25% de su peso (Alemania será el único país europeo en un hipotético G-20 de las mayores economías del mundo en esa fecha), mientras que China multiplicará su PIB por tres, superando al de USA ya en 2020. España, por su parte, crecerá más que la media europea y que los grandes países europeos, pero un poco por debajo de USA y de la media mundial. Sin embargo, si medimos el bienestar de los ciudadanos por la renta per cápita, en 2033 la renta per cápita española será el doble que la China y habrá recortado un poco la distancia que hoy mantenemos con la de USA. Otro rasgo diferencial asociado a la globalización es que no habrá tanto una redistribución de renta entre países (suma cero), cuanto un crecimiento mayor en unos, que en otros (suma positiva).

Todas estas proyecciones están hechas a partir de un modelo normativo estándar, es decir, sin tener en cuenta los impactos disruptivos provenientes de sucesos aleatorios, o de políticas económicas activas. Se reconoce con ello a las fuerzas productivas una cierta dinámica autónoma que nos conduce, si nadie hace nada, al resultado anunciado. A partir de ahí, la prospectiva sirve precisamente para, anticipando los futuros posibles, adoptar hoy aquellas medidas que lo modifiquen o lo refuercen, incrementando las probabilidades de que el escenario real se aproxime más al deseado. En este caso, no nos equivocaremos si apostamos por: mejorar de forma permanente la formación media de la población (general y profesional); incrementar la internalización de nuestra economía; fomentar la innovación; incentivar la flexibilidad interna del mercado laboral, antes que la de entrada y salida; estimular el uso de las nuevas tecnologías y la economía digital. Hacerlo nos permitirá mejorar las tasas de crecimiento de nuestro PIB en los próximos veinte años,  hasta situarlas en la banda alta de las proyecciones. Ello plantea dos reflexiones políticas: como es necesario diseñar incentivos diferentes y mantenerlos a lo largo del tiempo, lo más beneficioso sería hacerlo mediante pactos políticos estables. En segundo lugar, el consenso en torno a un mayor crecimiento, sigue dejando abiertas las opciones políticas sobre su reparto y el nivel deseado de cohesión social.

 

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