Nuevo pacto por Europa (Publicado en Mercados de El Mundo con fecha 23 de febrero de 2014)

Escrito a las 6:02 pm
Un consorcio transnacional formado por once fundaciones, centros de
pensamiento y organizaciones sociales, ha lanzado un debate continental
sobre el futuro de la Unión Europea. Esta semana, de la mano de FRIDE y
de CaixaForum, tuve ocasión de participar en la mesa redonda organizada
para discutir, en Madrid, junto a Ana Palacio y Enrique Barón entre otros, el
documento “Opciones Estratégicas sobre el futuro de Europa”, que intenta
centrar los siguientes cinco escenarios: 1. Regresar a lo fundamental,
basado en la idea de que la creación del euro ha sido un error que debemos
corregir abandonándolo, al menos, en su configuración actual (puede
quedarse como la moneda de una zona más reducida y homogénea de
países), para centrar la actividad de la Unión en fortalecer el mercado
interior, a modo de renovada zona de libre cambio, sin más aditamentos. 2.
Consolidar lo conseguido, incluyendo las decisiones adoptadas como
consecuencia de la crisis del euro, por ejemplo, sobre la unidad bancaria,
pero sin pretender pasos adicionales en la integración institucional,
presupuestaria o de política económica. Hasta aquí hemos llegado y hay que
dar tiempo a que funcione lo que ya existe. 3. Avanzar de manera
ambiciosa en una mayor integración institucional, para conseguir una
unidad política, económica, monetaria y social, que supere las
incongruencias existentes por la situación actual de estar “a medio camino”.
Esto iría en línea con los intentos (fallidos) habidos hasta ahora y
significaría, por ejemplo, un mayor presupuesto europeo, un gobierno
económico real y una unión bancaria efectiva con un Tesoro central. 4. El
gran salto adelante, hacia unos verdaderos Estados unidos europeos donde
los intereses nacionales se diluyan en el interés común, organizado con
gobierno y parlamentos europeos, sistema fiscal federal, Fondo Monetario
Europeo, ejército europeo, partidos políticos europeos etc. 5. Rompiendo
moldes, repensando lo hecho hasta la fecha, poniendo fin a la lógica
economicista con que se ha ido construyendo la Unión y dándo prioridad a
los asuntos relacionados con los ciudadanos, sus derechos, civiles y
sociales, agrupados en una Carta de los Derechos de los ciudadanos
europeos. Sería construir la Europa de los ciudadanos, por delante de la
Europa de las mercancías, sustituyendo el dilema clásico entre “más o
menos Europa”, en favor de “otra Europa”.
Aunque les recomiendo la lectura directa del documento, accesible en
la red y mucho más complejo que el resumen aquí efectuado, quiero
trasladarles algunas de mis reflexiones, desde España, sobre el objeto del
mismo. Empezando por reconocer lo obvio: el proceso de integración
europeo se encuentra en una peligrosa encrucijada que obliga a adoptar
decisiones urgentes. En poco tiempo, hemos pasado, en España y en otros
muchos países, de ver las calles llenas de carteles anunciando obras
financiadas por fondos comunitarios, a verlas llenas de manifestantes en
contra de recortes de derechos sociales realizados en nombre de la troika
europea. Es posible que hayamos depositado demasiadas expectativas en
“Europa”, como solución a todos nuestros males nacionales y ahora
estemos sufriendo una decepción, también, exagerada. Pero el déficit actual
de debate social en nuestro país sobre los graves problemas de la
construcción comunitaria, es inversamente proporcional a su importancia
real sobre nuestras vidas cotidianas y no queda compensado por el
previsible y aburrido cruce de insultos en el parlamento entre gobierno y
oposición (sean quienes sean en cada momento) tras cada Consejo
Europeo.
Algunos piensan que la actual crisis económica genera en Europa un
clima desapacible para efectuar un debate de este calado, siendo más
aconsejable esperar a que escampe, como si ello nos retornara al punto
inicial pre crisis que, recuerdo, ya no era bueno después del fracaso de la
Constitución Europea. Error. La manera en que se ha gestionado esta crisis
económica en Europa ha roto el alma europea al mostrar que la división
entre acreedores privados y deudores, es más profunda e irreconciliable que
la tradicional entre contribuyentes y receptores de fondos presupuestarios.
Así, nadie ha agradecido el dinero que se ha puesto para rescatar a países
al borde de la quiebra y todos tienen quejas sobre ello, bien por los recortes
impuestos a cambio de la ayuda, bien porque consideran que esta ha sido
excesiva e inmerecida.
Si con el euro la construcción europea avanzó hasta el punto de casi
dar el salto hacia la federación, la crisis ha evidenciado el vértigo que
sintieron los decisores ante esa situación, con el consiguiente enrocamiento
en la lógica del renacido poder de los estados miembros. Y esa
renacionalización del proceso sobre base intergubernamental ha coincidido
con dos hechos de gran trascendencia: el aislamiento del Reino Unido de
todos los problemas relacionados con el euro y la transición desde un
liderazgo compartido, hacia el vacilante afianzamiento del liderazgo alemán.
La globalización es otro de los elementos que condicionan el debate.
La Unión Europea crecida en una realidad bipolar, no puede ser inmune al
3
surgimiento de la actual multipolaridad globalizada en un mundo sin
liderazgos definidos. Tanto el impacto internacional de la Unión, como el
impacto sobre la Unión del ascenso de los nuevos poderes globales,
incluyendo las nuevas empresas transnacionales, deben tenerse en cuenta
en el modelo futuro de construcción europea. Como también el hecho de
que, hasta ahora, se ha avanzado en la integración del sector privado,
mucho más que en la del sector público que es, principalmente, de lo que
se habla ahora de cara al futuro.
No creo que este proceso, como cualquier proceso de cambio, se
pueda llevar adelante solo por la fuerza de los argumentos y del
convencimiento. Tenemos que incorporar los incentivos adecuados para que
aquellos que toman las decisiones, adopten, en cada momento, las más
convenientes para la mayoría. Las cercanas elecciones al Parlamento
europeo deben de ser una magnífica ocasión para favorecer este debate,
empezando porque cada candidato se posiciones respecto a los cinco
escenarios mencionados. De momento, empieza a romperse dos viejos
tabúes: la Europa a dos velocidades y los límites a la supranacionalidad con
el reconocimiento explícito del papel de los Estados en el proceso. ¿Para
bien?

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