La troika baja los humos al Gobierno (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 6:50 pm

No es la primera vez que  los integrantes de la troika que supervisa a la economía española, expresan opiniones sobre nuestra situación que contrastan con las del Gobierno llegando, incluso, a criticar varias de las acciones u omisiones de la política económica seguida, todo ello, no obstante, con el reconocimiento diplomático a los “esfuerzos realizados” y a los “avances conseguidos”. Dado que es tan imposible para cualquier Gobierno hacerlo todo bien, como todo mal, a nadie debería de sorprender esas discrepancias porque refuerzan a la democracia. Sin embargo, aquí nos sorprenden, acostumbrados como estamos a confundir argumentos con consignas, explicaciones con propaganda, debates con insultos y criticas con descalificaciones antipatrióticas.

A pesar de que estemos iniciando el fin de la recesión, que no de la crisis, 2013 ha sido un año muy distinto, y peor, de lo que se nos anunció por el Gobierno. Cerraremos, todavía, con una importante caída del PIB, un paro inasumible, una deuda privada elevadísima, una deuda pública creciente, un déficit presupuestario que duplica al objetivo previsto a mediados de 2012,  una preocupante sequía crediticia a pesar del rescate bancario, un modelo de recuperación basado en la exportación cuando lo que necesitamos es que crezca la demanda interna. Y, eso sí, reduciendo la deuda externa gracias a la corrección del desequilibrio exterior y un mejor acceso a la financiación internacional (prima de riesgo), porque ya nadie cuestiona la continuidad del euro como proyecto.

Sin embargo, lo más relevante de las críticas de la troika y sus componentes, aquello sobre lo que quiero hablar hoy, no es cuando se pronuncian sobre los graves desequilibrios socio- económicos todavía existentes en nuestro país, sino cuando se centran en las acciones y omisiones del gobierno. Es decir, no me interesan tanto las discrepancias sobre el análisis de la realidad, cuanto las críticas sobre las políticas realizadas, las no realizadas y la distancia entre lo que se dijo y lo que se hace, entre la realidad y la propaganda. No pretendo, pues, poner el foco sobre el momento económico sino sobre el método con que realiza el Gobierno la política económica pues, al hacerlo, descubrimos sorpresas interesantes.

La Comisión ya advirtió en mayo de 2013 que no conseguiríamos corregir el déficit público de las administraciones españolas según lo previsto en el Programa de Convergencia enviado por el Gobierno en abril de 2012. Recordemos que el compromiso era lograr un 3% del PIB este año y el 2,2% en 2014, cuando cerraremos justo al doble, con apenas unas décimas menos el próximo año. Tan es así que la Comisión se ha visto obligada a concedernos una segunda prórroga en los plazos comprometidos en el procedimiento de déficits excesivos. El mantra de la austeridad como sistema, los recortes como instrumento necesario y la disciplina fiscal como método para la recuperación, no se han correspondido con la realidad, sobre todo, si incorporamos el hecho de que la deuda pública se ha disparado a un ritmo y a unos niveles, históricos.

Las razones, pues, de los recortes en política social y el desplome en la inversión pública hay que buscarla en otro sitio, sobre todo, porque el supuesto compromiso  gubernamental con el rigor presupuestario se compadece mal con las advertencias que realiza la Comisión para “mejorar la eficacia del marco institucional presupuestario”, en concreto, aumentar la transparencia y crear un Consejo Fiscal independiente que supervise la política presupuestaria. Ambas cosas solo dependen de la voluntad política del Gobierno que, al no hacerlas, expresa perfectamente su posición, de hecho, contraria a sus declaraciones ditirámbicas.

Más recientemente, en la declaración tras concluir hace unos días el quinto examen del programa de asistencia financiera a España (rescate), las críticas se han focalizado en el otro pilar de la política económica: las reformas estructurales. En unos casos, porque sus resultados están siendo muy diferentes a lo anunciado (laboral, eléctrica). En otros, porque apenas si han pasado de las musas al teatro (administraciones públicas, sistema fiscal, liberalización de servicios). Todo ello, en un contexto donde “la concesión de préstamos continúa descendiendo de manera notable” (en contra de los anuncios publicados por el Gobierno) y donde “existen riesgos” importantes sobre la situación económica.

El caso de la reforma laboral es paradigmático. La ministra recorre el país anunciando la buena nueva de que gracias a esa reforma hay menos despidos (indemostrable) y que, pronto, se empezará a crear empleo neto (deseo), pero olvida lo lejos que estamos de cumplir el  objetivo declarado de la reforma: crear empleo estable. De momento, el paro desciende por un efecto desánimo y sube la precariedad laboral, hasta el punto de que el ministro de Economía ya habla, junto a la OCDE y la Comisión, de que, ante el fracaso, hacen falta retoques sustanciales a esa reforma. Pero podríamos hablar, también, de la reforma eléctrica cuyo objetivo declarado era reducir el llamado déficit tarifario sin elevar demasiado la tarifa al consumidor y, en pocos meses, vemos como el mismo Gobierno sube el precio más que en cualquier otro país europeo, sin por ello conseguir reducir el déficit. O la promesa de gran reforma de las administraciones públicas, de la que resulta difícil recordar tres medidas efectivamente realizadas en la realidad, no en los telediarios.

Si la troika, en su comunicado, considera necesario exigir  “una aplicación efectiva de todas las reformas”, es porque se habla más de lo que se hace. Y ahí está la cuestión. Necesitamos menos soberbia gubernamental y más autocrítica; menos imposiciones desde la mayoría absoluta y más diálogo, negociación, acuerdo; menos autobombo y más evidencias. La troika lo recuerda y yo lo pido como buenos deseos para el nuevo año. Vale.

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