Es la deuda… ¡Privada! (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 10:31 am

Tiene razón el Presidente Rajoy cuando dice que el precio de la financiación de España es muy elevado. Preguntarnos el por qué, nos lleva al que considero nuestro principal problema económico que no es tanto el dinero público gastado durante estos años en AVE, medicamentos o becas, cuanto el mucho dinero privado gastado en pisos, suelo, coches, vacaciones o maquinaria, que se ha pagado a crédito.

                Actualizo datos que debemos tener siempre presentes: nuestro endeudamiento, como país, alcanza una cifra muy elevada, equivalente al 270% del PIB. Más de la mitad de esa cantidad es deuda externa y aproximadamente el 70% es deuda privada (familias y empresas) y “solo” el 30% es pública, aunque la primera desciende muy lentamente en estos años de crisis y la segunda asciende con mucha rapidez.

                Viendo estas cifras, comprenderán que no voy a defender que el sector público construya aeropuertos sin aviones, avale autopistas sin tráfico o mantenga juntas tres agencias de alquiler de viviendas, distintas. Por tanto, mano dura contra el despilfarro en las administraciones, impulso a la evaluación de la eficacia en las políticas públicas (por cierto, la Agencia que yo cree con esa finalidad, la han suprimido) y prohibición absoluta de financiar desde los Presupuestos, largos fines de semana personales para cargos públicos. Pero es obvio que la solución al endeudamiento de España, no puede circunscribirse a intentar reducir el 30% del mismo.

                Si analizamos el grueso del problema, aquel que constituye el 70% del endeudamiento total, las cosas no son muy alentadoras. Cualquier manual de economía señala que la renta (de un país, de una familia o de una empresa) o se consume o se ahorra. Para devolver el elevado volumen de endeudamiento privado, nuestras familias y empresas deben, por tanto, incrementar su ahorro, que es la diferencia entre lo que ingresan y lo que consumen (gastan). A igualdad de ingresos, por tanto, deben reducir gastos para conseguir el ahorro que les permita devolver los préstamos. Ese es el sentido de las políticas de austeridad.

                El problema surge cuando los ingresos, de la familia, o de la empresa, también se reducen como consecuencia, por ejemplo, de una grave crisis como la que vivimos ahora mismo. Porque si descienden los ingresos, puede que se aprieten mucho el cinturón, gastando poco (siempre habrá un mínimo vital) sin, por ello, ser capaces de generar más ahorro. Eso es lo que está pasando ahora mismo en España y es la razón última del por qué la estrategia de la austeridad no funciona, para los objetivos previstos, en situaciones de recesión. Incluso, como veremos, puede ser contraproducente.

                El Banco de España acaba de decirnos que la actividad económica ha seguido disminuyendo durante el segundo trimestre de este año, a un ritmo más intenso que durante el primero donde decreció. Y, a los efectos que nos interesan aquí, los ingresos de las familias se han reducido como consecuencia de tres hechos: prosigue la destrucción de empleo; los salarios se han moderado o, descienden en términos reales y se recortan las prestaciones públicas o, incluso, se revierten con medidas como el copago sanitario. Por su parte, las empresas, nos dice la Central de Balances, han visto como su resultado ordinario neto disminuía un 41% en el primer trimestre de este año como consecuencia de menores ingresos y mayores pagos financieros.

                En ese contexto recesivo, si desde el sector público se suben impuestos y se recortan transferencias para cuadrar a martillazos unos imposibles compromisos de déficit público, en torno a una cifra taumatúrgica pensada para otra situación, no solo se reduce la capacidad de ahorro del sector privado al disminuir sus ingresos netos, sino que se efectúa una transferencia de capacidad de ahorro desde el sector privado, al sector público. Es decir, para reforzar la solvencia del 30% de nuestra deuda, se agrava las posibilidades de devolver el 70% de la misma.

                Este, no es el primer proceso similar por el que pasa una sociedad. Hay, por tanto, experiencia acumulada que nos dice que hay cuatro y solo cuatro formas teóricas no secuenciales de salir de un proceso agudo de endeudamiento: refinanciándolo; devolviéndolo, incrementando el ahorro; reduciéndolo mediante una inflación continuada o no pagando, total o parcialmente.

                Para refinanciar, hay que tener acceso al mercado de crédito que es, precisamente, lo que nos resulta hoy más complicado como muestra nuestra elevada dependencia de la liquidez del Banco Central Europeo. Sufrimos una importante sequía crediticia que reduce las refinanciaciones, casi, a aquellos casos en que a los bancos les interesa mantener vivo el crédito y evitar la provisión. Para incrementar el ahorro e ir devolviendo el préstamo hace falta, como hemos visto, no solo apretarse el cinturón con los gastos sino mejorar los ingresos con políticas que estimulen el crecimiento. Hace tiempo que los economistas keynesianos demostraron que el ahorro depende, relativamente más, del nivel de ingresos, que del de gastos, de la misma manera que es el gasto el motor que mantiene la actividad y, por tanto, el ingreso. Con las perspectivas de crecimiento tan sombrías que tenemos en estos momentos, no es esperable que suban, suficientemente, los ingresos y, por tanto, el ahorro privado, a corto plazo.

                Recurrir a la inflación como manera de devaluar una deuda, es algo muy socorrido. Mil euros de deuda hoy, equivalen a menos de mil euros dentro de cinco años, si la inflación es del 6% anual. Muchos creemos que esta será parte de la solución a los problemas actuales de la zona euro. La dificultad para nosotros es que, eso, depende del conjunto del eurogrupo donde predomina, hoy por hoy, la postura alemana contraria a la inflación. Por último, negarse a pagar ha sido otra opción utilizada, por ejemplo, como parte del rescate griego mediante importantes quitas que muestran la responsabilidad también de los acreedores, en la generación de la deuda.

                Por tanto, en nuestra realidad concreta, si no queremos engancharnos exclusivamente a la respiración asistida del BCE, tendremos que hacer otra política económica si queremos financiarnos más barato. ¿Somos conscientes? ¿Lo es Rajoy?

2 comentarios

001
Jose Javier Ruiz Medialdea
08.08.2012 a las 19:18 Enlace Permanente

Estoy muy en consonancia con lo que dice este artículo. Esto de la crisis me está preocupando mucho y llevo varios meses leyendo lo que puedo sobre economía, antes no sabía gran cosa. La verdad es que la mayoría de los economistas que leo apuestan por el punto de vista keynesiano y están de acuerdo con que la forma en que nuestro gobierno está resolviendo la crisis no es la más adecuada pues va a llevar al empobrecimiento de gran parte de la población en beneficio de unos pocos. Además, el desembarco del capital chino va a hacer que Europa tenga que hacer las cosas en función de los intereses de ese país (o al menos de los «inversores» de ese pais).

002
Equifax
15.08.2012 a las 11:40 Enlace Permanente

Realmente la deuda privada no debe suponer un problema cuando los niveles de morosidad son bajos, porque la deuda se recupera con intereses. Sin embargo, en febrero, el nivel de morosidad alcanzó el 8,15%. Hay que decir que en muchos casos se trata de familias que, como decías, por la crisis y la depresión o desaparición de sus ingresos no pueden pagar sus deudas. Por esta razón estoy de acuerdo contigo en que debemos evitar las políticas de austeridad y dedicarnos a estimular la economía.

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