No sabemos cuántos de los muchos votos perdidos por el PP en las pasadas elecciones, se deben a la reciente nota sobre España hecha pública por el Fondo Monetario Internacional. Pero, anticipando que la polémica sobre tan conflictivas propuestas iba a ocupar más espacio en el debate público que los halagos al Gobierno, el Presidente Rajoy corrió a desmarcarse de las mismas diciendo que no estaba de acuerdo con lo sugerido por el FMI, básicamente seguir abaratando el despido, flexibilizando la contratación, bajando salarios, subiendo el IVA y extendiendo los copagos sociales, por lo que no pensaba aplicarlo. Pocos días después, el ministro de Guindos tuvo que hacer una operación de desmarque parecida ante las sugerencias de su amigo el Gobernador del Banco de España en la presentación de la Memoria 2014, con una lista de reformas concretas en línea con el FMI. Y es que al Gobierno se le acumulan las propuestas de reformas hechas, en pleno año electoral, por voluntarios preocupados con el futuro de la economía española, cuando a Rajoy lo único que le preocupa ya es cómo mantenerse en el poder con el terremoto electoral que está sufriendo sus siglas políticas.
Como ocurría en el documento que comenté aquí, elaborado por la Comisión Europea, las escasas cinco páginas de resumen de la Declaración Final del FMI sobre España combinan, de manera equilibrada, frases de cal con frases de arena según es ya inveterada costumbre. Así, leemos que “la economía española se ha recuperado vigorosamente y el empleo está creciendo, con el apoyo de las reformas llevadas a cabo” o que “una reversión de las reformas pasadas generaría incertidumbre y podría frenar la recuperación”, ambas en el plato a favor del gobierno, junto a que “la presencia de significativos vientos de cola externos está actualmente ayudando a la recuperación” o que “existen vulnerabilidades y problemas estructurales profundos” como “un desempleo que sigue siendo preocupantemente elevado”, o que “el nivel de deuda pública es muy elevado y todavía sigue aumentando”. Por todo ello, “serán necesarios esfuerzos adicionales” en la línea de lo que ellos mismos proponen.
La campaña electoral permanente en que Rajoy ha querido convertir 2015 está girando, en economía, entorno a dos ideas fuerza que se precipitarán ante las generales: en primer lugar, un análisis sobre lo hecho en esta legislatura, unido a la atribución de méritos por lo hecho y, en segundo lugar, si los ciudadanos perciben, o no, las cosas igual que el gobierno o se aproximan más a otras versiones alternativas. Cuando oigo al ministro de Guindos recorrer estos días las capitales europeas en defensa de su candidatura a la presidencia del Eurogrupo (que nos vendieron como hecha hace un año, con demasiada precipitación) reconozco que, además de simpatía por su causa, tanto si es personal o de país, siento que su relato sobre lo ocurrido en la economía española en estos cuatro año, no se parece en nada a mi propio análisis. No discuto hechos evidentes: decrecimos y ahora crecemos etc. Pero mi evaluación sobre las cosas y los méritos es muy distinta de la suya, a lo mejor, por aquello que decían los estructuralistas de que tu opinión depende, en cada momento, del lugar que ocupas en la estructura social. Por ejemplo, tiendo a reconocer la recuperación y la creación de empleo, aunque la considero más frágil y desigual que él, y explicable sobre todo por el rescate financiero de junio de 2012 y por los cambios en la política monetaria de Draghi que consiguió poner fin a los ataques especulativos que los mercados financieros estaban llevando a cabo, contra el euro, en el territorio de los países periféricos como España. Con ello no digo que lo que pomposamente se llama “las reformas” no haya tenido nada que ver, pero creo que menos de lo que presume ya que varias de ellas están en revisión por los tribunales y en otras, como las cuentas públicas, hay más palabras que verdades ya que nos encontramos con un déficit del Estado más Seguridad Social que no llega a dos puntos menos que el dejado por Salgado y con mucha más deuda pública.
Seguramente, muchos ciudadanos tampoco comparten exactamente la versión de los hechos que les he simplificado arriba. Pero lo que parece obvio, no ya por las numerosas encuestas, sino por los recientes resultados electorales es que, de momento al menos, una mayoría de españoles no ha comprado la versión edulcorada que presentan Rajoy y Guindos. Y no lo hace a dos niveles que cualquier estratega electoral debería diferenciar: tienen dudas sobre el valor de una recuperación lejana que intentan venderle de forma machacona en los telediarios, porque no les llega o porque piden otras cosas adicionales como recuperación social junto a recuperación moral y, además, no creen que el mérito sea del gobierno porque tienen demasiado presente todavía en la retina cómo la prepotencia gubernamental ante los recortes o frente a aquellos ciudadanos en riesgo de pobreza, ha incrementado la desigualdad social y cercenado muchos horizontes de esperanza.
Lo interesante, sin embargo, no debería ser un permanente ajuste de cuentas con un pasado siempre reinventado, sino la necesidad de abrirse a propuestas de futuro que, incluso cuando se presentan bajo la fórmula de “más de lo mismo” tienen que detallarse. Sobre todo, porque todo el mundo, de dentro y de fuera, coincide en una cosa: sean cuales sean los caminos que nos han conducido hasta aquí, si queremos consolidar el crecimiento para que cree empleo digno, tenemos que hacer muchas cosas que no se han hecho hasta ahora y, también, revertir algunas de las hechas, como el fuerte recorte a gastos en I+D+i o la bajada de cobertura en el desempleo. El FMI ha lanzado sobre la mesa algunas propuestas. El Banco de España, ídem de lo mismo. De momento, solo sabemos que a Rajoy no le gusta lo propuesto por el FMI, ni a Guindos lo dicho por el Banco. Pero, ¿qué proponen ellos, en concreto, para el futuro de todos?