La importancia de llamarse euro. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 12:23 pm

Me gustaría conocer la opinión de los candidatos a la Presidencia del Gobierno sobre la actual crisis del euro. Sobre todo, porque las promesas electorales que desgranan como píldoras de telediario, dependen totalmente de que los mercados internacionales nos empujen, o no, por la senda de la intervención exterior y ello, a su vez, depende, de cómo se supere la crisis de la moneda única.

 Nunca como ahora nuestros asuntos internos han estado tan imbricados con lo que ocurre en otras partes del mundo. Eso, precisamente, es la globalización: que no tienes capacidad de influir sobre medidas que adoptan otros y que te afectan de manera importante. Sin embargo, sí podemos influir en las decisiones de aquella zona geográfica con la que realizamos la inmensa mayoría de intercambios económicos,  la Unión Europea, ya que formamos parte de sus órganos de gobierno. Por eso la pregunta es pertinente: los votantes tenemos derecho a conocer qué defenderían los candidatos españoles ante los asuntos del orden del día, si tuvieran que sentarse en el próximo y decisivo Consejo Europeo. Porque una buena parte de nuestro futuro inmediato como país, se decide más en esos foros internacionales, que en sus compromisos de campaña.

Pocos negaran que desde la época en que Kohl, Mitterrand y González marcaban el ritmo de la construcción europea, frente a una Thatcher empeñada en levantar el freno de mano, la gestión de la complejidad comunitaria se ha estancado, perdiendo impulso, como no han dejado de señalar hasta los norteamericanos cuando insisten, con razón, en que buena parte de la crisis del euro se debe a una lenta e ineficiente respuesta por parte de las instituciones y de los políticos actuales de una Europa en pleno proceso de reconversión bajo un titubeante liderazgo alemán. Pero España también ha sufrido un particular deterioro en su papel europeo al pasar de ser calificados, entonces, como “los alemanes del sur”, a una situación en la que, excluidos del binomio francoalemán, tenemos que convencer a los mercados de que no somos “los griegos del oeste”.

Si el cincuenta por ciento de nuestra situación económica está ligada a la frágil coyuntura del euro, esta semana ha sido positiva y aleja los temores de vivir un “momento Lehman”. La troika ha decidido proponer la disposición por Grecia del último tramo del primer paquete de ayuda externa, apoyando los esfuerzos presupuestarios realizados y comprometidos en un contexto económico más adverso del previsto. En paralelo, el segundo paquete de ayuda, mas las medidas aprobadas en julio, incluyendo  el fortalecimiento del Fondo Europeo de Rescate, entrarán, por fin, en vigor tras concluir el lento y proceloso proceso de aprobación por todos los países de la Unión. Ello, más los mensajes lanzados tras la reunión entre Merkel y Sarkozy, evidencia, mediante hechos, el compromiso con no dejar caer a Grecia, evitando un eventual contagio a Italia o España, conscientes de que ello representaría un riesgo insoportable para la zona en su conjunto. No les oculto que el hecho de que esta semana se haya sabido también que Roubini, conocido como Míster Catástrofe, pone en venta su firma de consultoría por las cuantiosas pérdidas acumuladas, es otro elemento que ayuda a incrementar mi convicción de que lo peor de la crisis del euro ha pasado, aunque ello está lejos de insinuar que no siguen abiertos muchos interrogantes ligados a la ausente estrategia de crecimiento, sin el que las reducciones en los elevados niveles de deuda, pública y privada, no podrán ser permanentes.

Por otro lado, esta semana se ha oficializado, también, la aparición de unos nuevos activos tóxicos que amenazan con debilitar la solvencia de la banca europea: la deuda soberana. En el comienzo de la crisis de las subprimes, hablé de que los activos tóxicos no nacen, sino que se hacen mediante contagio, lo que generó una gran incertidumbre sobre cuál sería la evolución en la salud de algunas entidades, hasta el punto de que se produjo una importante sequía en el mercado primario de liquidez: nuevas emisiones y mercado interbancario. Se ha dicho que, en ese sentido, vivimos una segunda vuelta de liquidez inmovilizada por desconfianza, esta vez, por el impacto sobre algunas entidades financieras francesas y alemanas de su excesiva concentración en deuda griega, convertida hoy en activo con valor reducido respecto al nominal, en la medida en que se ha aceptado la incorporación de quitas en el proceso de rescate, para que también los acreedores poco cuidadosos participen del ajuste en el que ya están los ciudadanos deudores.

Sin embargo, la pretensión del Presidente de la Comisión Europea de extrapolar esta situación, convirtiendo todos los activos de deuda pública, cualquiera que sea la situación del emisor, en provisionables, lo que exigirá otra recapitalización de las entidades financieras, es un error que debería ser combatido por nuestro Gobierno. Sobre todo, porque toda recapitalización bancaria adicional, nos aleja de lo verdaderamente urgente hoy en España: reactivar el crédito a esas familias y empresas que ya están preparadas para crecer.

Mucha gente me sigue preguntando que por que no nos quitamos de todo esos líos,  bien expulsando a Grecia del euro o, incluso, saliéndonos nosotros mismos. La mejor respuesta está en los trabajos de los Premios Nobel de Economía de este año concedido a los profesores Sargent y Sims por sus modelos para entender las interrelaciones en economía, es decir, cómo afectan a mis decisiones las expectativas que tenga o me forme respecto a lo que vayan a hacer otras personas o instituciones, incluyendo la política económica. Una salida griega del euro, podría anticipar salidas posteriores de otros países y una recuperación de la peseta para España haría imposible conseguir la financiación internacional que precisamos, sin una subida de tipos de interés tan grande, que acabaría con cualquier perspectiva de crecimiento nacional al contrarrestar los efectos de una devaluación clásica. A pesar de todo, que nuestra moneda se llame euro, sigue siendo de lo más importante que nos ha pasado en los últimos años. Cuidémoslo.

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