¡Pues nos vamos!. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 9:52 am

Perpetrados los Presupuestos Generales del Estado central, a uno también le entran ganas de autodeterminarse, al estilo de los “hombres de las montañas” norteamericanos. Con dudas más que razonables sobre el cumplimiento del déficit público este año, el gobierno nos vuelve a anunciar una  reducción increíble para 2013, a pesar de que la economía seguirá en recesión, el paro aumentará y los pagos por intereses de la deuda es la partida que más crece, urgiendo con ello la demanda de rescate.

En ese contexto económico y presupuestario de emergencia, donde se recurre por primera vez al Fondo de Reserva de la Seguridad Social para hacer frente a gastos corrientes de pensiones, aún sin haber rebajado cotizaciones como exigía la troika (y el sentido común), no es extraño que el Presidente Rajoy, aunque esté dispuesto a inyectarle liquidez mediante el nuevo Fondo Autonómico, negara al President Mas un pacto fiscal que, en verdad, representa transferir a Cataluña recursos fiscales, que hoy están, de acuerdo con las leyes en vigor, en manos del Gobierno central o del resto de CC.AA.

Esta negativa, ha sido interpretada por la mayoría del Parlament de Catalunya como la prueba de que el intento de encajar las aspiraciones de Catalunya dentro de España “son hoy una vía sin recorrido”, por lo que llaman al Parlament que salga de las próximas elecciones (me recuerda la petición agustiniana “Señor, hazme casto, pero todavía no”), a convocar una consulta de autodeterminación, “preferentemente” a lo largo de la próxima legislatura. No voy a valorar ahora esta parte de la resolución, aunque tiendo a pensar que las propias elecciones del 25 de noviembre ya son una magnífica ocasión para que el pueblo de Catalunya pueda “determinar libre y democráticamente su futuro colectivo”, sin entender por qué ello solo se pueda hacer mediante una consulta tan genérica como controvertida.

La idea de que se ha agotado el recorrido de mejora en el encaje de Catalunya dentro de España, incluso si descartamos el electoralismo que encierra dicha en estos momentos, expresa un sentimiento real existente en una mayoría de diputados catalanes, pero también en sectores muy amplios de los ciudadanos que viven y trabajan en Catalunya. Y como ciudadano “del resto de España”, me resisto a creer que tengamos que resignarnos a un choque de trenes que se resuelva o bien, con una incierta “fuga” de Catalunya bajo la forma que sea, o bien mediante la disolución del problema al estilo en que se disuelve manifestaciones ilegales: por la fuerza, aunque sea proporcionada, como en el caso del Plan Ibarretxe.

Si aceptamos que, ahora, no es una cuestión de “pelas” (una vez más, el conflicto nacionalista desplaza al conflicto social al sostener que con pactos fiscales no habría recortes en Catalunya, aunque entonces tendrían que ser mayores en el resto de España), abordemos las dos demandas tradicionales en las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno central: bilateralidad y asimetría. Nuestro sistema autonómico tiene ya un elevado nivel de bilateralidad. Tanto, que una Ley aprobada por las Cortes Generales sobre, por ejemplo, financiación autonómica, sólo puede entrar en vigor en una Comunidad, si es ratificada por la Comisión Mixta Bilateral que todos los Estatutos de Autonomía establecen. Recuerden cuando Andalucía, Castilla la Mancha y Extremadura, se negaron a suscribir el modelo de financiación durante el primer gobierno Aznar y no se les pudo aplicar, quedándose fuera del mismo, en una relación financiera bilateral con el Gobierno Central, distinta para cada una de ellas.

Analizando, por otro lado, las asimetrías de nuestro modelo autonómico, veremos que el café, nunca fue igual para todos. Por supuesto, no en el caso de las dos comunidades forales con Concierto económico, tampoco en el de Canarias (con su Régimen Económico y Fiscal especial), pero tampoco en los contenidos de los Estatutos, aunque estos han tendido a homogeneizarse tras las últimas reformas (aquellas Comunidades que lo han hecho). Pero si la Constitución reconoce la existencia de “nacionalidades y regiones” como dos realidades diferentes, será por algo y para algo. De la misma manera que reconoce la existencia de “hechos diferenciales” que pueden dar lugar a  tratamientos diferenciados (asimétricos) que, eso sí, no deben generar discriminaciones, es decir, no pueden ser arbitrarios, ni carecer de fundamentación suficiente.

Mi tesis, basada en mi experiencia, es que todavía existe recorrido suficiente dentro del marco constitucional para encajar, de manera diferente, unas nuevas aspiraciones de Catalunya que deben, en todo caso, concretarse, conocerse y negociarse mejor. Si, además, incluimos todo aquello que la sentencia del Tribunal Constitucional echó para atrás del nuevo Estatut, solo por razones de forma y no de fondo, así como una eventual reforma de la Constitución (como se hizo para introducir el déficit cero) para cambiar, por ejemplo, el Senado o incluir la Conferencia de Presidentes, el recorrido de la negociación se amplía de manera cierta y significativa.

El mundo de hoy es muy distinto de aquel siglo XIX en que  florecieron los nacionalismos contemporáneos. La globalización empuja más a la interdependencia de los estados que a la independencia de las naciones y uno de los desafíos que establece es en las relaciones conflictivas entre mercados y soberanía democrática, en contextos donde la gobernanza de la mundialización solo se puede establecer en marcos de supranacionalidad y de alianzas antes que en separaciones, más o menos viables. Y si a esa realidad compleja, añadimos la profunda crisis económica que vivimos y el tremendo deterioro de la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas y en su utilidad, resulta obligatorio hacer un llamamiento exigente al sentido común de los líderes políticos que deben actuar de bomberos, antes que de pirómanos aunque parezca mejor retribuida, en votos, esta última profesión. Demasiadas veces en la historia, incluso reciente, los pueblos se han visto llevados al desastre, por el aventurerismo, la impericia, los errores de cálculo y la memez de sus dirigentes. Procuremos que no se pueda decir eso, en el futuro, del actual momento de España (Catalunya y sus dirigentes, de momento, incluida).

Un comentario

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Enric Doménech
01.10.2012 a las 12:55 Enlace Permanente

Vullc pensar que el que es barrunta al ‘seny’ de la Generalitat i ciutadania de Catalunya no es mes que una necessitat de poder decidir per ells mateixos un futur que se’ns nega a tota la ciutadania.
Lluny del dret de la ‘pataleta’ a l’estil ‘Gandhi’, se’ns judicialitza i penalitza, amagant amb condemnes de presó per manifestar lliure i democràticament el nostre descontent.
Es normal que la gent no entenga que els causants de la crisi circulen lliurement amb indemnitzacions milionàries, mentre que veïns, amics i familiars no peguen un ull per motiu de l’angoixant situació econòmica de les seues economies familiars.
Més garrot?
No, estes no son raons, senyor meu! O jo em declare ‘califat’ independent!!

A més a més, per a que volem un govern incapaç de prendre decisions?
Des de hui caldria manifestar la nostra comuna “insubmissió … fiscal, ciutadana, de pensament, i de somni”.

I es que a la fi, ‘quan el mal ve d’Almansa …’

p.s.: Qui es creu que al 2013, els empleats públics tindran Paga Extraordinària de Desembre? Au, vinga!, que sembla volen guanyar uns mesos de pau social, amagant la jugada. O molt pitjor, anunciant de cara a l’estiu –sense classes, de vacances tothom- als quatre vents que “alia jacta est!!”.

Una forta abraçada des de Xàbia

Enric Doménech

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