2012
Medicina griega para España: Déficit y Paro. (Publicado en Mercados de El Mundo)
Cuando el Ministro Montoro se refirió esta semana en el debate de Presupuestos a la necesidad de tomar decisiones con “luces largas”, seguro que no se refería a las sugerencias que vengo haciendo en esta columna desde hace ya, cuatro años. De otro modo no se entendería su obsesión iluminista en incrementar para España la dosis de medicina griega que todo el mundo, menos él, sabe ya que solo conduce a más déficit y a más paro.
Si los mercados tienen ojos y oídos, además de calculadora, el espectáculo del debate parlamentario sobre los Presupuestos 2012 les habrá insuflado poca confianza en nuestro país. Empezando por la soledad del Gobierno frente a las diez enmiendas de devolución que refleja una fuerte división social encubierta por la ley electoral. Así, los 182 diputados que apoyaron los Presupuestos responden a 10,9 millones de votos, mientras que los 156 que pidieron su devolución, están ahí por decisión de 12,1 millones de ciudadanos. Esto es legal y legítimo, pero no debería olvidarse a la hora de hacer política democrática.
Esos mercados atentos al debate, se sorprenderían del interés partidista en montar bronca sobre un amplio abanico de asuntos periféricos sin abordar, más que marginalmente, lo que preocupa de verdad: la credibilidad de las cifras de ingresos, gastos y por tanto déficit, que presenta el Gobierno y que han sido cuestionadas por multitud de expertos e instituciones. Sin dejar de mencionar el acalorado debate sobre la calidad de nuestros procedimientos de control de las cuentas públicas (si el anterior Gobierno pudo “engañar”, como dice este, ¿por qué deben creer los mercados que el actual no lo hará?) tomando como excusa la desviación de 2,5 puntos producida en 2011. Sobre este asunto, les remito a un documento público que utilizan los altos directivos del Banco de España en sus exposiciones en el extranjero (“The spanish banking system”) donde señala, en su página 39, entre las “dudas y errores sobre la economía española” que “es falso pensar que la desviación del déficit se produjo por ocultación de la realidad o manipulación de las cifras” debiendo encontrar la explicación en “la caída de ingresos (casi el 90% de la desviación) como consecuencia de un debilitamiento imprevisto de la situación macroeconómica y no por un incremento en los gastos”. Si ese “mercado” que escuchó a un representante del Banco esta explicación razonable es el mismo que siguió el debate sobre mentiras y engaños, ¿Qué pensará?
Sin embargo, por debajo de los desplantes, insultos y descalificaciones, pudimos ver con más claridad que nunca una división en la Cámara que refleja las dudas que, de manera creciente, se acumulan sobre si no estaremos siguiendo, en la zona euro, una política económica gravemente equivocada al pensar que mediante profundos sacrificios ahora en el gasto público, obtendremos en algún momento futuro, el paraíso del crecimiento. Así, por citar solo una muestra, el portavoz del PNV Pedro Azpiazu habló de que “la reducción drástica del déficit público tiene un carácter destructivo sobre la economía”.
La realidad específica de esta crisis proteica de sobreendeudamiento privado parece desmentir con datos esa presunción a la que se aferra de manera dogmática el Ministro de Hacienda. De hecho, sin necesidad de citar los crecientes documentos en sentido contrario que el FMI y la OCDE empiezan a publicar, tanto lo sucedido con la desviación en 2011, como los datos del primer trimestre de este año donde la recesión ha hecho caer los ingresos fiscales por debajo de lo previsto parecen evidenciar contundentemente que podemos generar un círculo vicioso según el cuál, los fuertes recortes de gasto público inducen una recesión que hace caer los ingresos públicos, agravando el déficit, lo que obliga a un nuevo recorte de gasto. El resultado es doblemente perjudicial ya que obtenemos más déficit y más paro, a la vez que mayor desconfianza por parte de unos mercados que ven como nos alejamos de la solvencia necesaria para garantizar la devolución de los préstamos.
Esta convicción, que expresamos algunos no ahora, sino desde el giro de mayo de 2010, gana fuerza hasta el punto que ya se repite de manera creciente en círculos económicos (“Economistas frente a la crisis”) y políticos (Hollande, o el mismo Monti). Mi pregunta es: sea por un cambio en la Presidencia francesa o por otros motivos, si se abre en Europa el debate sobre una eventual relajación de los compromisos de déficit público para no estrangular el crecimiento económico, ¿Dónde se ubicará el Gobierno español, tras los ditirambos del ministro esta semana? ¿Se quedará solo, enrocado en las bondades de la austeridad infinita, o practicará una nueva rectificación, previo señalamiento de un culpable?
En todo caso, como hay más responsables económicos en el Gobierno, llamo la atención sobre un asunto en el que anda el ministro de Guindos y donde creo se está debatiendo, de verdad, el ser o no ser de nuestra economía: los intentos para desatascar de ladrillo y cemento las cañerías del crédito bancario, de la única manera que debió hacerse desde el principio, sacando de sus balances los activos tóxicos inmobiliarios. Podremos debatir en qué condiciones se hace, que activos se incluyen, si hay o no apoyo público y cómo (el FMI acaba de reclamarlo) y si el receptor es, o no, un banco malo (por cierto, Gobernador, los bancos de alimentos tampoco tiene ficha bancaria, pese a su nombre). Pero esa es la reforma estructural más importante que podemos hacer para devolver a nuestras entidades acceso a la financiación privada internacional, hoy cerrada, así como crédito financiero a empresas y familias. Solo con ello se podrá reanudar el crecimiento y la creación de empleo, porque los límites del ajuste presupuestario son ya evidentes. Cuando llegue la propuesta final, que solo podrá hacerse previa negociación con Bruselas, espero que toda esa oposición que ha rechazado el Presupuesto porque agrava la crisis, la apoye, porque será la principal medida de reactivación económica. Después, rebajar cotizaciones sociales a cambio de subir otros impuestos.