Decíamos ayer…,

Escrito a las 10:32 am

Debe resultar descorazonador para los economistas actuales, incluidos los premios Nobel, enfrentarse a una de las mayores crisis económicas de las que tenemos constancia con poco más que las recetas propuestas por otro economista en los años 30 del siglo pasado.
El comportamiento humano parece no haber cambiado demasiado desde entonces. Por ello, sabemos que ante una incertidumbre paralizante provocada por una crisis económica de gran magnitud que se prevé duradera, los individuos tienden a atesorar el dinero de que disponen, frenando el consumo y la inversión privada. Esa actitud, generalizada, limita la capacidad de la política monetaria o de las rebajas impositivas como instrumentos para reactivar la demanda privada al colocar más liquidez en manos de quien ahora, como los bancos, la guarda. Ello sólo deja a un agente económico, el Estado, cuyo gasto público actúa con una lógica distinta, como principal motor en la lucha contra la parálisis de los circuitos normales de la economía.

Debemos a Keynes esta hipótesis sobre el comportamiento humano en situaciones de crisis y su propuesta de cambiar las reglas del juego inyectando recursos desde un nuevo agente económico -el sector público- aunque sea a costa de padecer déficit. Esa genial intuición, transformada en revolucionaria propuesta de política económica, fundamenta todavía hoy la principal línea de actuación del G-20 ante la situación actual, ya que el resto de reformas planteadas se está diluyendo a pasos agigantados.
La cuestión es, sin embargo, que aún aceptando que las reacciones humanas no han variado mucho desde entonces, el entramado institucional sobre el que actúan, el conjunto del sistema económico encargado de canalizar esas actuaciones, se parece poco al de hace 70 años. En muchas cosas, pero algunas tan fundamentales que deberían, a su vez, afectar al impacto de medidas de política económica pensadas para funcionar en una realidad muy distinta. Me centraré en dos: la globalización y la propia realidad del sector público en nuestra economía actual.
Cuando los mercados son, más o menos, libres a escala mundial, la eficacia del keynesianismo en un solo país se reduce mucho. Reactivar de manera artificial la demanda agregada nacional en situación de crisis puede acabar estimulando la producción en otro país del que nos abasteceremos sin restricción mediante importaciones. De ahí la necesidad de coordinar internacionalmente las medidas de estímulo económico para que tengan un efecto compensado entre países.
Pero la globalización en que vivimos es mucho más que mercados abiertos. Es, sobre todo, un sistema financiero único que permite recoger los ahorros de un pequeño campesino hindú e invertirlos en una fábrica polaca, pero también convertir una hipoteca concedida a una familia americana en un título de deuda comprado por un empresario de Castellón. Aunque ya en 1907 un economista marxista, Hilferding, escribió sobre la preponderancia del capitalismo financiero, casi nada de lo conocido hoy en este terreno se parece a lo existente entonces.
La apertura comercial mundial y el mercado financiero único forman parte de una realidad nueva y distinta, etiquetada como globalización, que afecta de manera directa a la capacidad de reacción de los gobiernos nacionales ante dificultades que desbordan sus fronteras.Esta inadecuación de tamaño entre el problema que se quiere abordar y la instancia principal desde la que se quiere hacer frente restringe de manera directa la capacidad de la política económica keynesiana pensada para un marco institucional muy distinto.
La segunda realidad diferente hoy respeto a hace 70 años es, precisamente, el propio éxito del keynesianismo. Cuando el sector público representa en torno a la mitad del PIB, cuando mecanismos como el seguro del desempleo o determinados servicios públicos vienen existiendo desde hace décadas como algo normal en el sistema económico, y cuando el déficit público ha sido una presencia habitual, las propuestas que hizo Keynes antes de que nada de esto existiera, no pueden tener el mismo impacto sobre la economía que entonces, salvo que incrementemos mucho la dimensión y la dosis de las mismas. Podríamos decir que la sociedad actual se ha hecho resistente a la medicina keynesiana por sobreconsumo de la misma. Y como no se nos ocurre otra cosa, debemos ser conscientes de ello a la hora de buscar eficacia en las mismas.
Sobre la Gran Depresión del siglo pasado hay cosas que casi todo el mundo comparte. Por ejemplo, que hasta que llegaron Keynes y Roosevelt ni economistas ni políticos estuvieron a la altura de los problemas, entre otras cosas por su excesivo apego a una anticuada y equivocada ortodoxia en política económica. Hoy no tenemos ese problema. Es verdad que nuestros políticos y la mayoría de nuestros economistas no se han apegado de manera dogmática a ninguna doctrina y, de hecho, están tocando todos los palos, confiando en que alguno funcionará.
Pero pueden cometer un nuevo error no menos grave: soslayar con retórica hueca los difíciles pero necesarios cambios institucionales tanto a escala nacional como global como, por ejemplo, la supresión de los paraísos fiscales. La crisis les ha pillado por sorpresa y, prefieren transmitir la sensación de que estamos ante algo transitorio que escampará. Que todo lo que tenemos que hacer es resistir con optimismo para que pronto, todo vuelva a ser como antes. Y me temo que no.
Si estamos ante un problema sistémico de un capitalismo globalizado cuya lógica de funcionamiento le condena a sufrir crisis periódicas, hará falta algo más que un neokeynesianismo maquillado para salir bien de esta crisis. Porque salir saldremos. ¡Claro que saldremos! El problema es cuándo, cómo y quiénes; es decir, con qué correlación de fuerzas sociales. Se trata del viejo asunto de ganadores y perdedores, del poder y del dinero. Y aquí juega un papel determinante lo que hagan quienes tienen no sólo la legitimidad democrática, sino la última reserva de confianza pública: los gobiernos. De qué intereses consideren prioritario defender y qué privilegios sigan respetando como intocables dependerá la posición relativa de cada uno en la sociedad postcrisis. Otra vez la Política. Como ya decíamos, por cierto, antes de ayer.
 

5 comentarios

001
poliket
07.01.2009 a las 05:55 Enlace Permanente

Muy buen post! claro y enormemente explicativo. Gracias.

002
Palestina
08.01.2009 a las 19:32 Enlace Permanente

Usted, estoy segura que sabe la respuesta a su pregunta:
«Y aquí juega un papel determinante lo que hagan quienes tienen no sólo la legitimidad democrática, sino la última reserva de confianza pública: los gobiernos. De qué intereses consideren prioritario defender y qué privilegios sigan respetando como intocables dependerá la posición relativa de cada uno en la sociedad postcrisis. «.
Ahí está la fatalidad.
Y de nuevo el pesimismo….creo y ojala me equivoque que los intocables, a reves de la India son las clases pivilegiadas,los baqueros y financieros.
Hemos perdido la partida,muchas personas van a sufrir tremendas necesidades y eso la verdad me quita el sueño.

003
jdarknet
10.01.2009 a las 01:09 Enlace Permanente

Creo que hay una variable fundamental, hace 70 años las velocidades a las que se movían las economías, «transacciones de bienes y servicios» , no tiene nada que ver con las de ahora, por lo que los efectos de las medidas sobre el sector publico a mi parecer pueden producir males mayores o pasar desapercibidas. Como bien dices estamos aplicando medidas que nada tienen que ver con nuestras realidades actuales

004
Perico, un LIBERAL
16.01.2009 a las 17:47 Enlace Permanente

Mis propuestas LIBERALES:
- prohibir los impuestos, por el lado español, unilateralmente, al comercio efectuado con cualquier habitante del planeta, en todas sus facetas: de bienes, equipos, financieros y humanos. El comercio o trueque, que no son sino lo mismo, permite la división del trabajo, la especialización, y en resúmen, EL AUMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD POR UNIDAD DE PERSONA Y TIEMPO, motivo por el cual la clase media europea del S.XXI vive unos 70 años y con bienestar material, y no unos 25 o 3o como vivían no ya la «clase media» del siglo X, sino las clases altas o Nomenklaturas. En no impedir que el individuo, intrumento de la libertad mediante, AUMENTE LA PRODUCTIVIDAD DE SU ESFUERZO, descansa el avance material de toda la humanidad.
- suprimir, unilateralmente, cualquier barrera a la inmigración desde el exterior hacia España, concediendo la nacionalidad en cuanto se superase un exámen básico sobre conocimientos mínimos del idioma español.
- devolver la responsabilidad/libertad al ser humano, desmontando el Estado Tutor, dejando como únicos y suficientes “servicios públicos” la Justicia, Policía y Defensa, devolviendo el destino de sus vidas a sus legítimos depositarios: los individuos.
- con motivo de lo anterior, se reduciría la presión fiscal del 40% actual al 3% o 4%. Que la presión fiscal sea del 40% quiere decir que de cada 100 días que trabajas, sólo te quedas con el producto de 60, pues los otros 4o estás trabajando para el Estado, para la Neonobleza, para la Nomenklatura, para la Clase Privilegiada, en definitiva. No olvides que el político, investido de buenas intenciones (tú no), y de brillante sabiduría (tú no) ha de cuidarte como si fueras un niño, decirte cómo has de vivir, ofrecerte “kultura”, “edukar” a tus hijos, ser tu médico obligatorio, “informarte” con radio y tv estatales…
- permitir que en cada domicilio haya armas para defender la vida y propiedad de sus moradores. Al fin y al cabo, los malos siempre se hacen con ellas. No debe prohibirse a los honrados ni a las maltratadas que no puedan defenderse en su hogar. Y como defensa frente al Estado. Lo primero que hacen los protodictadores es desarmar a la población. Si los alemanes hubiesen dispuesto de esta libertad nunca hubieran padecido el nacional socialismo. De hecho el gran esfuerzo de los estados esclavistas del sur del EEUU consistió en negar a los negros la propiedad de armas. Por lo mismo lucha hoy el Ku Klux Klan. Si los indígenas americanos hubieran dispuesto de armas de fuego nunca se hubiera producido la conquista europea. Lo mismo con África. La amenaza de posible mutua destrucción, de que nadie está por encima de otro, es la mejor garantía para la paz y la seguridad colectiva e individual.Vis pacem para bellum.
- dividir en parcelas iguales a repartir entre todos los ciudadanos cada kilómetro cuadrado de tierra de “propiedad pública”. Lo que es de todos no es de nadie. Sólo se garantiza su beneficio para la comunidad en tanto alguien puede extraer de ella un beneficio particular.
- en el mismo sentido, privatizar hasta el último rincón del mar. Un dueño vigilaría que a nadie se le ocurriese vertir ni una gota de aceite o petróleo en su parcela, el propietario sería el primer interesado en proteger los pezqueñines mirando por su futuro y viabilidad económica siendo así los mejores ecologistas y obteniendo los mejores resultados medioambientales, al modo de las mariscadoras gallegas o los parcelistas de monterías de la Sierra Morena, que cuidan de sus parcelas y sus animales dejando que las que son del Estado ardan en verano. El dueño le sacaría beneficios materiales, en fín, se pondría en valor una enorme extensión de superficie planetaria que hoy día por no ser de nadie no hace sino echarse poco a poco a perder.
- prohibir la intervención del Estado en la economía: no hace sino tirar con pólvora ajena, apostar por proyectos menos rentables para la comunidad que los iniciados por los particulares, favorece el robo por parte de todo político, establece una sociedad chantajeada, amordazada, y clientelista mediante el uso de las subvenciones…
- fijar un Banco Central con la misma independencia que la de los jueces.
- prohibir al Estado el endeudamiento. Su endeudamiento encarece los préstamos a los más débiles, que somos los particulares.
- prohibir la devaluación de la moneda.
- impuestos, inflación y devaluación son las tres formas más refinadas que han encontrado los ladrones para desvalijar silenciosamente a los trabajadores de este planeta.
- eliminar inmediatamente los subsidios a la energía eólica y fotovoltaica. Aparte de que sólo se están enriqueciendo los amigos de los ministros, consejeros y presidentes nacional, autonómicos y provinciales, el hecho de que obliguen a consumir energía eólica o fotovoltaica quiere decir que es más cara que las otras, y por tanto consume más recursos medioambientales que las otras. Nos ha salido el tiro por la culata. Las energías alternativas acabarán sustituyendo a las otras, pero no cuando lo decidan dos o tres iluminados. Las leyes del comercio, que no son sino leyes de la naturaleza, de la realidad, no pueden cambiarse a fuerza de reales decretos, del mismo modo que no puede cambiarse la ley de la gravedad por orden ministerial. Ninguna revolución tecnológica ha nacido del Estado, sino de particulares en sus casas o sótanos buscando el beneficio propio (véase la máquina de vapor, la imprenta, la informática…). La intervención de 4 iluminados forzando a consumir electricidad eólica y fotovoltaica no está sino hipotecándonos, a largo plazo, a los más débiles, a los pobres, despilfarrando recursos medioambientales, e impidiendo el verdadero y sólido avance de esas tecnologías y libre consolidación en nuestro entorno.
- y algunas más, todas en la misma línea liberal, esto es, respetuosa con la realidad natural del ser humano.
- en definitiva, desencadenar las fuerzas productivas que viven dentro de cada persona, y que ahora están atenazadas por este omnipresente leviatán que es el Estado.
- no supresión, sino extensión de los PARAÍSOS FISCALES a todas las sociedades del planeta. La consecuencia de poner en marcha todo lo anterior se resume en el «paraíso fiscal». Que se jodan los políticos, especialmente los socialistas, los intervencionistas, los colectivistas. Si nos atacan por esto es porque vamos por buen camino, minando su poder.

Salud, comercio y propiedad, mucha propiedad, a nadar en la abundancia!. GLOBALIZACIÓN PARA TODOS, ESPECIALMENTE PARA LOS MÁS POBRES!!! Si los chinos la aplican y salen de la miseria, los demás también pueden vivir en la riqueza. Al fin y al cabo, comercio y propiedad son las dos instituciones que han permitido a Occidente vivir bien. Dejen a los pobres benefiarse de las mismas, no son inferiores racialmente, no están condenados a malvivir de las limosnas.- prohibir al Estado el endeudamiento. Su endeudamiento encarece los préstamos a los más débiles, que somos los particulares.

005
diego
03.09.2009 a las 11:55 Enlace Permanente

Jordi, el articulo es brillante y da una visión global muy clarificadora. Tambien quería felicitar a ‘Perico, un LIBERAL’ por haber descubierto ‘la realidad natural del ser humano’ y advertirnos contra esos ‘iluminados’ que no alcanzan a verla con tanta claridad como él.

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