Teoría del endeudamiento. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 10:50 am

España necesitará, a lo largo de 2012, refinanciar en el exterior hasta 350.000 millones de euros de su deuda. Eso es lo que nos hace vulnerables ante los mercados internacionales y, con ello, frente a Alemania: no sólo un elevado nivel de endeudamiento entre sector privado y público (entorno al 160% del PIB, es decir, más de billón y medio de euros), sino tenerlo contraído, en parte, con prestamistas extranjeros.

                Hemos llegado a esa situación porque entre el 2000 y el 2007 nuestra inversión, motor del crecimiento y la creación de empleo durante el período, ha sido muy superior a nuestro ahorro nacional por lo que hemos tenido que financiarla con ayuda externa, como reflejaba un déficit por cuenta corriente que llegó a alcanzar el 10% del PIB, sólo superado por el de USA. Se puede decir que el llamado milagro económico español, a caballo entre los gobiernos del PP y del PSOE, fue posible gracias a no pagar al contado, a la deuda, a los dineros prestados desde afuera. Aunque a partir de 2008 se frena esa situación, el déficit externo se reduce a la mitad y la amortización de préstamos se acelera, se viven momentos en que la crisis del euro nos cierra los mercados financieros, encarece aquellos a los que podemos acceder (la famosa prima de riesgo) y nos sitúa en manos de los préstamos del Banco Central Europeo y del Fondo de Rescate, con la alargada sombra de la intervención acechándonos. 

                ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Por qué familias, empresas y Estados han recurrido tanto al préstamo? ¿Cuál es la lógica sistémica detrás de ese elevado nivel de endeudamiento acumulado? No me refiero a los problemas institucionales de la zona euro, las carencias del Banco Central o la necesidad de los eurobonos. Ni hablaré de las carencias en la gestión de las economías nacionales por parte de los diferentes gobiernos, porque el fenómeno es tan generalizado, incluyendo a los EE.UU, que tiene que tener una explicación desde el corazón mismo del sistema capitalista en  que vivimos. Comprender esto me parece fundamental para atisbar cómo quedaremos una vez logremos superar este episodio de grave crisis de sobreendeudamiento con burbuja especulativa de activos.

                Desde el sector privado, nuestro modelo económico gira en torno a la obtención del máximo beneficio como principal razón de ser. Eso pasa por la capacidad de vender los bienes y servicios producidos de manera creciente por una máquina económica cada vez más eficiente. Encontrar nuevos mercados para una producción creciente y diversa ha estado detrás de fenómenos como el imperialismo o la ayuda al desarrollo, que buscan ampliar la capacidad de obtener beneficios vendiendo en nuevas zonas geográficas. Henry Ford, tras ser capaz de fabricar muchos coches al año gracias a la mecanización del proceso productivo, encontró también nuevos compradores en sus propios trabajadores para lo que tuvo que subirles los sueldos. El salario pasó a ser, así, una variable económica ambivalente: por un lado, coste de producción que conviene rebajar, por otro, demanda efectiva que convendría mantener o elevar.

                La globalización amplía este proceso en un triple sentido: incorpora a más consumidores de los países emergentes (las nuevas clases medias de América Latina o los muy ricos de China o Rusia); incrementa la capacidad de poner en el mercado mundial cantidades crecientes de productos en busca de compradores y, a la vez, agudiza las desigualdades sociales en el primer mundo como consecuencia de la disciplina en salarios que impone, dando lugar al paro, a salarios a la baja o, incluso, a los llamados en USA “trabajadores pobres” o en España, menos que mileuristas.

En ese contexto, el recurso sistemático al crédito financiero es la pieza que permite proporcionar capacidad de compra efectiva a segmentos sociales que por su nivel de ingresos, estarían excluidos de esos consumos. El caso de las hipotecas “subprime” es muy claro, pero no único. Desde el sector privado, pues, el recurso abusivo y peligroso (desde el punto de vista de la solvencia) al endeudamiento viene justificado por la necesidad permanente de generar nueva demanda interna, en países con desigualdades sociales crecientes, en los que el crédito sirve para engrasar los mecanismos de venta sobre esos desequilibrios de renta generados por el sistema.

Desde el sector público, es más conocido el fenómeno. No hablo del endeudamiento defendible, incluso desde la ortodoxia presupuestaria, vinculado a inversión pública plurianual o a mejoras permanentes en el capital social que incrementan el crecimiento potencial de la economía y se trasladan, también, a las futuras generaciones. Hablo de cuando recurrir al endeudamiento es lo que permite cuadrar, aparentemente, el círculo de dar, sin cobrar, de ofrecer gasto público creciente para satisfacer todas las necesidades colectivas, incluso las insensatas, a la vez que se compite por rebajar impuestos, sin que la eficiencia del sector público mejore lo suficiente como para explicar el aparente milagro de conseguir, de forma recurrente, obtener más por menos. 

En ambos casos, el recurso al crédito sirve para encubrir dos problemas importantes: tenemos unos salarios y unos impuestos demasiado bajos para una parte importante de la población, en un contexto en el que el sistema político-social se fundamenta en que las necesidades individuales y colectivas, sin importar su mayor o menor artificialidad, se satisfagan, ya que el beneficio empresarial o partidista se obtiene cuando cada vez más personas te compran (o votan) tu producto o tus propuestas.

Impulsado por la desregulación de los mercados financieros, esta manera de funcionar se ha distorsionado por exceso en los últimos años, llegando al actual sobreendeudamiento. Pero si la necesidad subyacente de recurrir al crédito forma parte de la lógica del sistema, salir de la actual crisis nos conducirá, en los países avanzados, a una situación en la que, o bien nos veremos obligados a reproducir el mismo mecanismo hasta la próxima burbuja, o bien se reducirá sensiblemente el nivel de crecimiento y bienestar, o bien tendremos que subir salarios e impuestos, mejorando la productividad. Porque todo a la vez, no será posible.

2 comentarios

001

Jordi: muy buen análisis. Coincido con vos en plantear el problema no como una mala gestión o financistas poco escrupulosos (que igualmente tienen su cuota de culpa) sino como una característica estructural del sistema. Sin querer hacer futurología, te apuesto a que, lamentablemente, en el mediano plazo vamos a volver a repetir la burbuja 🙁 .

002
rocaful
04.12.2011 a las 18:49 Enlace Permanente

Dice vd. muchas cosas sensatas, sobre el endeudamiiento, sobre los bajos salarios de los españoles, etc. Me llama la atención la comparación, acertada, entre el beneficio empresarial y partidista. Creo que se le ha olvidado algo, la nefasta gestión de esta situación por nuestra clase política. Ya se que la responsabilidad política se dilucida en las urnas. ¿Pero es razonable que los políticos que han contribuido a la ruina nuestro pais, de su partido y del pp se vayan de rositas y tengan la caradura como hacen algunos de su partido de criticar los recortes? ¿No está enfermo un pais donde sujetos como Camps, Barreda, Montilla y otros personajes así andan sueltos y algunos criticando lmedidas a los que su irresponsabilidad nos ha conducido? ¿No es más justo lo de Islandia?

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