Reyna pero no gobierna

Escrito a las 11:17 am

No traslademos al nuevo Rey la responsabilidad de resolver aquellos problemas que no están encontrando, de momento, solución de la mano de los partidos políticos. No quiero que Felipe VI “borbonee”, entrando en tareas de Gobierno, y estoy seguro de que él tampoco lo quiere.

Aprovechemos, eso sí, el impulso de cambio asociado al relevo en la Jefatura del Estado para provocar otros cambios institucionales necesarios. El protagonismo de una nueva generación en todos los espacios públicos, debe servir para abrir un periodo re-constituyente y hacer, de una vez, todas aquellas reformas que han quedado bloqueadas hasta ahora en leyes (partidos, electoral), en la Constitución, en el modelo autonómico, en la lucha contra la corrupción, en conseguir más y mejor democracia social, en la manera de hacer política en España huyendo de la estéril confrontación sistemática.

A pesar de que la idea de un gobierno de concentración es considerada como negativa por un 49% de los españoles, según encuesta de Metroscopia publicada por El Pais, sigue habiendo una amplia mayoría (67%) que consideran positivo unos resultados electorales que obligaran a pactar y negociar la política y las acciones del Gobierno. Es decir, gobierno de coalición, no, pero pactos de Estado, parecidos a aquellos de La Moncloa en 1978, sí.

Facilitar una aproximación entre los principales partidos políticos para alcanzar ese tipo de acuerdos básicos que demandan los ciudadanos y el sentido común (ya que la mayoría de los problemas pendientes solo pueden resolverse si hay amplios consensos), podría formar parte de esa tarea mediadora que la Constitución le encarga al Rey. Pero mediar, nada más.

Juan Carlos I tomó posesión como Rey, en 1975, jurando los Principios Fundamentales del Movimiento (franquista) que le otorgaban los poderes de un jefe de estado dictatorial (reinaba y gobernaba), a los que renunció cuando luego juró la Constitución democrática que tuvimos, en parte, gracias a las decisiones que adoptó, empezando por la elección de Suarez. Felipe VI jurará solo la Constitución, donde figura su limitado papel en una monarquía parlamentaria. Reina, pero no gobierna. La diferencia es evidente.

Yo no le pido, pues, al nuevo Rey soluciones a problemas que deben encontrarlas en las instancias político-partidistas de nuestra democracia. Sí le pido, no obstante, transparencia en la institución que dirige, cuentas claras supervisadas por el Tribunal de Cuentas y que diferencie claramente entre  Casa Real y casa del Rey, es decir, entre sus actividades públicas y privadas. Ejemplaridad, en suma. Eso sí que puede y debe hacerlo.

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