Que el futuro no nos sea indiferente. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 12:49 pm

        Los organismos internacionales anuncian la salida de la recesión y España no parece que vaya a estar entre el grupo de cabeza. La pérdida de posiciones, con todo,  no será lo peor, sino el riesgo de pasar un quinquenio en blanco, con crecimientos muy reducidos y su repercusión sobre un ensanchamiento de las desigualdades internas. Entramos en la crisis como la octava potencia económica del mundo y saldremos varios puestos más abajo y con un país menos cohesionado socialmente. En ese movimiento divergente de la distribución de renta se traduce, también, una destrucción de empleo y de riqueza de la magnitud de la que estamos viviendo, que no afecta a todos los niveles sociales por igual.

        Si aspiramos a que el futuro no nos sea indiferente, como pide la canción de Mercedes Sosa recientemente fallecida, algo tendremos que hacer desde la política económica para modificar tan tristes perspectivas. Algo más que lo hecho hasta ahora. Porque no estamos atravesando un chaparrón que permita esperar a que escampe para regresar a la situación anterior. Estamos viviendo unas fortísimas lluvias, con tsunami incorporado, que provocan inundaciones con muchos damnificados y profunda alteración del paisaje, incluso una vez haya pasado.
 Sobre todo esto, esperamos escuchar a los grupos parlamentarios en el debate de política económica general que se celebra con motivo de los Presupuestos Generales del Estado, presentando sus propuestas y alternativas y no solo diciendo qué quieren en otros asuntos que nada tienen que ver con el futuro colectivo de España, a cambio de su voto, ni escuchar la crítica acerba, descalificadora y desgarrada de quien tiene poco diferente que ofrecer y concentra su actividad en buscar falsos culpables, en vez de soluciones, a los problemas de los ciudadanos.
Digámoslo claro: ni se puede defender que la recesión española sea consecuencia de un exceso de gasto público, ni la solución radica, sólo, en subir impuestos. El asunto, me temo, es bastante más complejo y requiere de acciones simultáneas en varios escenarios y, todas ellas, con un nivel de intensidad y duración en el tiempo suficientes como para tener impacto.
En el nivel de la coyuntura, creo que debemos quitarnos presión artificial sobre el asunto del déficit público para el año que viene. Gracias al impulso presupuestario y monetario, coordinado a través del G-20, hemos hecho frente a la recesión y no debemos tener prisa en reducirlo hasta que la recuperación esté afianzada. Mantener los 400 euros para las rentas más bajas y prorrogar un año la vigencia del suprimido impuesto de patrimonio, ayudaría a repartir mejor los sacrificios, con un impacto sobre el consumo privado mayor.
Lo primordial, sin embargo, son medidas concretas  que permitan desbloquear la parálisis en uno de los principales estrangulamientos de nuestra economía y que podemos denominar “el complejo inmobiliario – financiero”.  Si mala fue la burbuja especulativa, no es mejor la actual situación, con más de 800.000 viviendas nuevas sin vender, dada la vinculación de este problema con el desempleo (entorno a un 60% del paro español procede de la construcción) y con el sector financiero, a través de la excesiva concentración de riesgos en activos inmobiliarios con minusvalías latentes.  Reactivar el sector de la vivienda de primera residencia y acelerar el proceso de reestructuración bancaria y de Cajas de Ahorro, es fundamental para restablecer el flujo normal de crédito al conjunto de la economía, cosa que empieza a ser urgente.
Si nos desplazamos al ámbito de las reformas estructurales, aquellas que deben ayudarnos a reaccionar contra el pesimismo de las previsiones actuales mediante la mejora de nuestras posibilidades de crecimiento futuro y de competitividad, tenemos que hablar, al menos, de tres tareas.
 La primera, relacionada con las Administraciones Públicas que gestionan la mitad del PIB, y, en especial, su ámbito presupuestario. Empecemos por constatar que el superávit vivido en los últimos años ha sido, en parte, un espejismo. Es decir, sin aditamentos relacionados con la burbuja inmobiliaria, nuestros ingresos fiscales estables no parecen suficientes para financiar nuestros gastos públicos estructurales. Necesitamos, por tanto, una profunda reforma tributaria que mejore la equidad en los ingresos: combatir el fraude, aproximar la fiscalidad entre todas las rentas y gravar más los rendimientos no ganados con el esfuerzo personal, combatiendo, en suma, los paraísos fiscales interiores. Y necesitamos también, unos presupuestos de base cero, donde haya que justificar anualmente la totalidad del gasto, a partir del cumplimiento eficaz y demostrable de los objetivos programados.
Crear más empleo depende de la amplitud del conjunto de la oferta agregada, pero modificar las reglas del juego del mercado laboral debe ayudar a mejorar la calidad y productividad del empleo creado. Y hay que hacerlo en tres vectores, al menos: reforzando la causalidad en los contratos temporales para evitar abusos fraudulentos, generalizando el contrato de fomento del trabajo indefinido aprobado en 1997 y reformando la negociación colectiva hacia una mayor centralización, compatible con cláusulas efectivas de descuelgue. Reducir las cotizaciones sociales para los contratos indefinidos reforzaría esa dirección.
La tercera reforma tiene que ver con un nuevo modelo de crecimiento que refuerce el talento, el valor añadido,  la innovación así como la compatibilidad entre el desarrollo económico y la lucha contra el cambio climático. Tendremos que esperar a la Ley de Economía sostenible para ver cuál es la propuesta del Gobierno en esta materia a la que se deberá contribuir desde todos los ámbitos de la sociedad civil y empresarial.
Un amplio consenso parlamentario entorno a un programa económico de esta amplitud, al que se debe añadir la renovación del Pacto de Toledo y la consecución de dos nuevos acuerdos en sanidad y educación que revierta el deterioro perceptible de ambos servicios públicos, debería reforzarse con una Conferencia de Presidentes que aportara el compromiso de las Comunidades Autónomas al esfuerzo común.
Por ahí debería ir una respuesta de país a las negras predicciones que se nos auguran respecto a los inicios de la recuperación. Para que el futuro no nos pille sin haber hecho lo suficiente.

Un comentario

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30.10.2009 a las 07:40 Enlace Permanente

La economía sostenible es el único camino para sortear un poco los efectos devastadores del capitalismo salvaje.

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