Lo bueno de un banco malo. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 6:33 pm

En el cuarto año de reconversión bancaria en España y tras el tercer intento, alguien tiene que decir que esto, así, no acaba de funcionar. Al menos, desde la defensa de intereses, no de parte, sino colectivos como reanudar cuanto antes el flujo del crédito a familias y empresas para que la reactivación económica comience a despuntar en forma de empleo.

                La elevada continuidad estratégica entre la política económica del actual y del anterior Gobierno, llega a una practica identidad en lo relativo a la crisis del sistema financiero. La aprobación del FROB, la transformación de Cajas de Ahorros en bancos, la elevación de provisiones y de requisitos de capital, las fusiones  o la reducción de capacidad instalada, impulsados por el anterior Gobierno, mantienen el mismo enfoque, aunque distinta intensidad, en las medidas aprobadas ahora. Por ello resulta fácil anticipar que los precedentes años de sequía crediticia se van a prorrogar, al menos, los próximos dos años en que nuestro sistema financiero va a seguir más preocupado por su ombligo, que por su razón de ser social.

                Detraer, este año, de la circulación monetaria 40.000 millones de euros  como consecuencia de la reducción del déficit público y otros 50.000 para fortalecer las provisiones bancarias, nos va a precipitar en una recesión con paro masivo. Quizá por ello, va ganando interés otras formas distintas de abordar la crisis de las entidades financieras, como el llamado “banco malo” del que vengo hablando en esta columna desde hace tres años y que ayudaría a reducir el monto de provisiones inmovilizadas. ¿De qué va eso? ¿Es que no son ya “malos” todos los bancos atascados de suelo y cemento? Si recordamos, todo esto comenzó cuando estalló la burbuja mundial de sobreendeudamiento piramidal en unos productos financieros opacos (derivados), desregulados y apalancados en activos sobrevalorados de manera especulativa entre los que figuraba, de manera destacada en España, la vivienda. Con ello, el sistema financiero, en su conjunto, se encontró con unos activos que valían bastante menos que su valor en libros y cuya toxicidad se contagiaba como una pandemia al arrastrar en su caída el valor de otros activos concatenados, generando desconfianza paralizante.

Al principio, se dejó quebrar alguna entidad afectada (Lehman Brothers), hasta que la amenaza sistémica que representaba ese modelo, dada la magnitud de la tragedia, hizo girar al G-20 hacia la doctrina del “demasiado grande para caer”. A partir de ahí, toda la reestructuración bancaria ha contado con elevado nivel de apoyos públicos (la OIT calcula que el 80% del aumento reciente de deuda pública en la OCDE, se ha debido al saneamiento bancario) por lo que resulta absurdo criticar la propuesta de banco malo con el argumento de que requiere fondos públicos, como si la alternativa, no.

Entre los modelos de ayuda pública a la reestructuración bancaria hubo Gobiernos conservadores que optaron por forzar un reconocimiento rápido del menor valor real de los activos, aún a costa de provocar una voladura controlada del edificio bancario enfermo llegando, incluso, a la nacionalización directa de los restos del naufragio: se reducía bruscamente el activo, afloraban las pérdidas y se recapitalizaba con dinero público un banco más pequeño pero supuestamente saneado. En España se optó por una solución lenta: afrontar un deterioro paulatino de los activos, ir girando gradualmente la tuerca de las provisiones y los requisitos de capital, forzando transformaciones societarias profundas (se acabó el modelo español de Cajas de Ahorro, como venían demandando algunos desde hace treinta años) y estimulando fusiones con derecho a ayudas públicas. Por decirlo de forma simplificada, utilizamos el factor tiempo para, poco a poco, reducir el valor de los activos y fortalecer el capital y las reservas.

En situación distinta de la actual, podría haber funcionado esta estrategia, que tiene indudables ganadores en aquellas entidades que se hacen más fuertes con el proceso. Pero ante la dimensión del problema (el Banco de España habla ya de 180.000 millones de euros de créditos inmobiliarios dudosos y otros tantos que ya veremos) y con una crisis económica tan profunda como la actual que se ve alargada por una sequía de créditos agudizada porque los bancos necesitan la escasa liquidez para taponar sus agujeros, no tenemos ese tiempo y ya podemos decir que es una vía insuficiente que necesita ser complementada con la creación urgente de un banco malo. Como hicieron Irlanda o la modélica Alemania, dentro de la normativa comunitaria.

Una estructura de banco malo (a partir del FROB, por ejemplo) concentra activos fuertemente dañados, los saca de circulación temporalmente, mejorando con ello los balances de las entidades financieras de manera directa e inmediata, al sustituirlos por otros más solventes como, por ejemplo, deuda pública especial. El objetivo explícito de un “banco malo” debe ser contribuir, de manera rápida, a la recuperación económica mediante la reactivación del crédito. Por tanto, cualquier ayuda pública a un banco malo se subordinaría a este fin, dando contenido al interés general que justifica la intervención estatal que, como analiza el documento “Reflexiones sobre la creación de un banco malo y su adaptación a la situación española” que hemos realizado en PwC, puede adoptar diversos modelos según se responda a dos puntos clave: qué activos tóxicos se traspasarían al banco malo (¿sólo el suelo?) y a qué “precio” se traspasan, siempre con pérdidas, pero incorporando en esta decisión mayor o menor nivel de apoyo público.

El acceso al banco malo debería ser voluntario, (¿incluyendo a empresas cotizadas no financieras poseedoras de suelo?) aunque las crecientes exigencias sobre provisiones de los diferentes activos según su valor, actuaran como incentivo racional a su uso. El banco malo, por ultimo, tiene que establecer medidas a medio plazo para la venta de esos activos e inscribirse como un elemento más en la reestructuración deseada del sector.

Lo bueno de un banco malo es que acelera el saneamiento del sector, con transparencia y menos recursos públicos, convirtiéndose en pieza clave de una política económica de reactivación del crédito y del empleo.

2 comentarios

001
Eduardo
08.02.2012 a las 11:00 Enlace Permanente

Sobre el trabajo en entidades financieras, una buena oferta es:
http://www.infojobs.net/cetelem/em-i965055524526202250623215554782

002
Juan
11.02.2012 a las 01:07 Enlace Permanente

Según nos han contado, el FROB son préstamos que se hacen a los bancos (no se les DA el dinero) y las últimas ayudas que les están llegando proceden del Fondo de Garantía de Depósitos. ¿El Banco Malo no se nutriría de dinero público directamente? ¿Qué penalización tendrían las entidades que metieran activos al Banco Malo?

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