Salarios, productividad y euro. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 1:57 pm

El euro fue el precio que Alemania estuvo dispuesta a pagar a cambio de conseguir su unidad nacional. Enfrentado a la posibilidad histórica de aprovechar la caída del muro para recuperar una Alemania unida, el canciller Kohl hizo un gesto europeísta que compensara los temores que la Gran Alemania suscitaba entre los principales países comunitarios. Puso, eso si, a todo el Tratado de Maastricht, la impronta anti-inflacionista que caracteriza a los alemanes desde la dramática experiencia de Weimar, pero aceptó compartir soberanía monetaria como un paso adicional en el proceso comunitario de integración económica mediante un doble movimiento: Alemania se fortalecía con la unificación y, a la vez, se diluía en el seno del euro, aunque no como uno más.

Veinte años mas tarde, el euro cuelga de Alemania y esta se encuentra en disposición de imponer condiciones a quienes  considera países indisciplinados, a cambio de su apoyo frente a los ataques de unos mercados financieros que, casualmente, no son ajenos a los intereses de la propia Alemania. El mensaje de Merkel no puede ser mas claro: si queréis que ampliemos el Fondo de Rescate y que se flexibilice su intervención en defensa de la financiación de vuestra deuda, tenéis que aceptar el Pacto de Competitividad que resume, en seis propuestas muy desiguales, las actuales obsesiones alemanas.
Somos muchos los que vemos en este planteamiento un símbolo de la difícil situación por la que atraviesa la construcción europea. Al menos, en dos aspectos claves: debilita a la Comisión, emplazada, otra vez, a un papel secundario frente al impulso intergubernamental de unos Estados Miembros que no parecen dispuestos a perder sus competencias nacionales en un mundo cada vez mas global y, dos, afianza la hegemonía alemana en Europa, ejercida de una manera un tanto «autoritaria» y poco respetuosa frente a las soberanías ajenas enfrentadas a una especie de «trágala» que altera equilibrios sociales muy arraigados y no siempre ineficaces, como ha sido la autonomía de sindicatos y empresarios en la negociación colectiva.
Todo ello hace que el Pacto de Competitividad que discutirá el Consejo Europeo en su próxima reunión de marzo, sea mucho mas que un debate económico sobre la indexación de salarios o sobre la bondad de armonizar títulos universitarios. La dimensión política siempre estuvo presente desde los orígenes de la integración comunitaria y ahora, aunque haya cambiado de sentido, no ha perdido fuerza: seguimos debatiendo sobre el poder en Europa, solo que ahora, afortunadamente, los campos de batalla están establecidos en los despachos, en las salas de reuniones y en el coste de refinanciación  de la deuda.
Aunque deslumbrados por la rápida recuperación económica de Alemania no podemos pensar que su modelo es extensivo, de forma automática, a todos los países del euro. Es cierto que una zona monetaria no se puede sostener, solo, en base a una moneda única, sin que haya pasos firmes en la coordinación de políticas económicas, la convergencia real de los países y en sus condiciones de vida. Eso ya lo sabíamos cuando se firmo el Tratado de Maastricht así como que el Pacto de Estabilidad Presupuestaria aprobado, era un pálido reflejo de lo que se necesitaba para construir una autentica Unión Económica que reforzara, avanzando en paralelo, la propia construcción monetaria.
Entonces, no se quiso hacer más, porque la prioridad alemana era la ampliación de la Comunidad a los países del Este, antes que la profundización en su integración. Y ahora, se debe hacer, aunque no necesariamente bailando el paso alemán.
Una estrategia sostenible de construcción económica en Europa, debe marcarse como objetivo la reducción gradual de las actuales diferencias en renta, riqueza y bienestar entre los países del euro. Ello exige estrategias nacionales armonizadas para mejorar la productividad de los países relativamente más atrasados, ya que la renta real solo mejora de forma continuada si lo hace la productividad. Ese es el sentido de vincular evolución salarial a productividad, en lugar de hacerlo a los precios.
El problema es que productividad es un concepto más vaporoso de lo que creemos y con serios problemas de medición. Una vez hemos dicho aquello de que productividad es la relación entre lo producido y los recursos empleados para su obtención, ¿cómo se mide en un hospital, en la universidad, en la policía, en el sistema financiero o en una pyme? A nivel agregado, tal y como se calcula hoy, la productividad sube con el paro y baja con la creación de empleo lo que plantea, caso de vincular los salarios a su evolución, una situación absurda. Además, ¿qué salarios vincularíamos a la productividad, los reales o los nominales? ¿Están nuestros pequeños empresarios preparados (y los grandes dispuestos) para enseñar a sus trabajadores toda la información precisa para calcular la productividad? Si hay una caída en la productividad fruto de una mala gestión empresarial, ¿deben pagarlo los trabajadores? ¿Cómo afecta todo ello a la distribución de la renta entre factores productivos y a las desigualdades sociales? Y, sobre todo, ¿es este nuestro principal problema hoy?
La reciente crisis ha puesto en marcha un intenso proceso de reflexión sobre como mejorar la gobernanza en la UEM con propuestas, ya conocidas, de la Comisión y de un Grupo Especial de Trabajo, que deberán ser aprobadas antes del verano. Si en ese marco, el Consejo Europeo quiere debatir medidas para mejorar la competitividad de los países del euro, podría establecer, con la metodología de Maastricht, un número adecuado de indicadores de convergencia real y de bienestar social y definir, a continuación, Planes de Competitividad y Convergencia real vinculantes, evaluables y con plazos, para reducir la distancia existente entre aquellos más avanzados y el resto. Esos Planes, deben contar, para su ejecución, con apoyo de recursos presupuestarios de la Unión Europea.
Conseguir ese reequilibrio, yendo desde la economía real a la monetaria y mejorando la gobernanza comunitaria del proceso, fortalecería la zona en su conjunto y, con ella, la solvencia de una moneda única de todos, que sea mucho más que el marco alemán disfrazado.
 

2 comentarios

001
JJ
01.03.2011 a las 14:23 Enlace Permanente

Cada vez veo más claro que la UE debe seguir (con los países que quieran) hacia un Estado Federal, es decir, debe profundizar en Democracia. Estoy hasta las narices de que los Estados antepongan sus intereses a los de los Ciudadanos.

002
Peritta
30.03.2011 a las 01:28 Enlace Permanente

¿Me habla usté de productividad en el país de las subcontratas?, jua, jua, jua. Ande, ande, salude usté a doña Ángela de mi parte si la ve por ahí.

¿En el pais de los enchufes, de los contratos a dedo y de las empresas subvencionadas?. Subvencionadas cuando la apoderada que gestiona la dichosa subvención pertenece a determinada famiglia, claro. Si no, no. ¿En éste País de Países donde algunas, más listas que sindicali, alcanzan una prejubilación de oro a costa de que otros no reciban ni las migajas que suelen caer de la mesa de los ricos, …hablan de productividad?.

Será broma ¿no?.

Ustedes se las pueden dar de sesudos economistas y darse muchos humos por ser muy empollones y sacar mu buenas notas, pero le digo que por aquí, hasta el nota que no llega ni a auxiliar de becario y que echa más humo que un carretero, le sabe decir a usté cómo se aumenta la producción ésa:

-Pa lo que hacen…
-Pa lo que pagan…
-Pues pa lo que podían hacer…
-Pues pa lo que podían pagar…

oiga, y así.

Dicen que nuestro problema es que somos mu poco productivos, aunque yo no sé qué puñetas podemos producir por aquí salvo sonrisas de camarero. El caso es que cuando salimos por ahí fuera, al extranjero, bien que producimos y bien que nos quieren en otros paises y a las enfermeras españolas se las rifan en La Gran Bretaña, La Pérfida Albión para algunos. Bueno,

para la mayoría.

También dicen que todo lo malo que nos pasa se debe a un problema generalizado de desconfianza y que cuando se recupere la confianza se arreglarán las cosas. Efectivamente, la crisis, nuestra crisis, es debida a la desconfianza …mutua: ni el gobierno se fía de los ciudadanos ya que nos espía con el SITEL y otros radares, ni, naturalmente, los ciudadanos del gobierno.

-Fíate de La Virgen y no corras.

En fin, que aunque nuestros analistas digan que, como la lotería de Navidad, la culpa está mu repartía y los analistas del gobierno digan que la culpa la tenemos nosotros por vivir por encima de nuestras posibilidades, se lo juro oiga, yo sigo aún sin saber a qué sera debida tanta desconfianza.

-Miau. Dijo el sabueso de la Kangoo antes de morir.

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