Reforma o recorte. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 11:34 am

España no está tan mal, ni ha habido dato nuevo alguno que altere la calificación de las agencias de rating sobre nuestro crédito internacional. El problema es que tengamos que demostrarlo, sobre todo, ante unos mercados financieros llenos de aspirantes a suceder a aquel Soros cuya fortuna se multiplicó especulando hace dos décadas contra la libra y el sistema monetario europeo. Este Gobierno heredó, como todos, muchas cosas de sus antecesores. Entre ellas, un crecimiento económico alicatado de boom inmobiliario, una pérdida paulatina de competitividad y un recurso creciente al endeudamiento externo como forma de financiar nuestro vivir por encima de las posibilidades. Esos tres problemas son los que estallaron con la crisis internacional dando lugar a la grave situación que aún arrastramos.

Para quienes buscan culpas, es evidente que habría que repartirlas entre el Gobierno del PP, que protagonizó un milagro económico con un poderoso lado oscuro que ha acabado por absorberlo todo, y el primer Gobierno socialista, que se subió a ese carro acelerado sin hacer lo suficiente por cambiar un modelo de crecimiento insostenible y abocado a estallar en nuestra cara como pompas de jabón. Para quienes estamos más interesados en encontrar soluciones - descartada, afortunadamente, por imposible la devaluación de la peseta-, tenemos que recuperar el tiempo perdido. Y podemos hacerlo actuando de acuerdo a dos lógicas excluyentes, aunque puedan tener zonas comunes: recortes o reformas.

Si creemos que la principal preocupación actual o la más urgente tiene que ver con el riesgo país y las dificultades para obtener financiación exterior como consecuencia del contagio griego o de cualquier otro elemento que suscite dudas en los mercados financieros internacionales, hay que aprobar con urgencia un potente plan de estabilización nacional que reparta la pérdida de riqueza asociada a la crisis y refuerce nuestra percepción externa como buenos prestatarios.

Este plan debería incluir fuertes reducciones de salarios y beneficios privados, subidas impositivas, recorte del gasto público y de derechos sociales, sobre todo, en desempleo, pensiones o sanidad.

Es cierto que el endeudamiento español, incluyendo el externo, ha crecido de manera importante en los últimos años. Sin embargo, aunque cursen con síntomas parecidos, reconocer la morfología de nuestra fiebre deudora ayuda a encontrar mejores soluciones.

En primer lugar, conviene señalar que sólo la deuda de las familias españolas ya es superior a la que tiene el Estado. Si, además, añadimos la deuda empresarial y bancaria, el volumen total de la deuda privada representa más del doble del endeudamiento público.

En segundo lugar, mientras que se disparaba el endeudamiento privado las administraciones públicas lucían superávit. Luego vino el batacazo de la crisis y fue entonces cuando reapareció el endeudamiento público como consecuencia del impacto de la recesión sobre las cuentas de todos y no por malos gestores.

Ni España tiene un problema de solvencia ni sus administraciones públicas soportan niveles de endeudamiento comparado que deban provocar un estado de emergencia como algunos quieren insinuar.

Todo ello aboga por transitar hacia otra lógica de salida de la crisis, de recuperación de la competitividad y de la confianza en nuestra economía. Una lógica socialdemócrata que busca como prioridad el crecimiento económico ya que es él, con el empleo que genera, quien refuerza todavía más nuestra solvencia como país, invirtiendo el juego de los estabilizadores automáticos presupuestarios para reducir el déficit público.

En la orientación que busca mejorar la eficiencia productiva y la equidad social antes que recortar gasto o derechos como sea, se encuentran todas las reformas que vengo reiterando aquí: diversificar las fuentes de financiación del sistema de pensiones para garantizarlo en el tiempo y reducir fuertemente las cotizaciones sociales para mejorar la competitividad de nuestras empresas; reorientación del gasto sanitario hacia crónicos y prevención; reforma del mercado laboral reduciendo temporales y extendiendo el actual contrato indefinido de 33 días de despido y, sobre todo, una profunda reforma de las administraciones públicas. Habría que incidir también en la revisión de nuestro sistema impositivo para mejorar su equidad y plantear un cambio drástico en nuestros presupuestos hacia otros de base cero y con evaluación obligatoria de la eficiencia de las políticas. Y, por encima de todo, el impulso a un cambio de modelo hacia un crecimiento inteligente, basado en la calidad y el valor añadido.

La estrategia de las reformas, puede requerir reducciones del gasto público o subidas impositivas. Pero nunca como consecuencia de impulsos nerviosos del momento, ejecutados de manera lineal y precipitada como suele ocurrir si nos situamos en la lógica de los recortes a toda costa. Y también puede verse reforzada por acuerdos de moderación salarial como el firmado esta semana entre los interlocutores sociales.

El Fondo Monetario sigue advirtiendo sobre los peligros de una retirada prematura de los estímulos públicos desplegados para hacer frente a la crisis. Para España, con una previsión oficial de recesión todavía para este año, «demasiados recortes», como acaba de señalar Financial Times, «pueden poner en riesgo los objetivos del crecimiento a medio plazo». En ese sentido, a corto plazo es más útil poner el acento en la deuda privada elaborando un plan de absorción tranquila por parte del sistema financiero de los impagados inmobiliarios - condicionado a un descenso en los precios de la vivienda y, sobre todo, a la reactivación del crédito al resto de la economía-, que coger la sierra mecánica y recortar gasto público en función de su facilidad y no de su razón de ser, lo que acaba en recortes sociales. Apostar por esta orientación ayudará a despejar muchas dudas existentes sobre la verdadera situación de nuestro endeudamiento privado contribuyendo, de paso, a la reactivación económica.

Elaborar con claridad y contundencia una estrategia de reformas para impulsar el crecimiento y la creación de empleo y presentarla con un discurso coherente y sostenido -respaldado por un sólido apoyo parlamentario y de las comunidades autónomas- es lo más eficaz, incluso, a la hora de tranquilizar a quienes se sientan legítimamente preocupados sobre nuestras posibilidades de futuro. Aún estamos a tiempo.

Un comentario

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magda
16.02.2010 a las 13:41 Enlace Permanente

Reforma o recorte.
Solo hay blanco o negro.
Deberian dedicarse a pensar los tecnocratas, dado que la ciencia evoluciona, la medicina nos deja vivir más tiempo, ¿por qué la economía no evoluciona hacia otros parametros más humanos?.
Pues debe ser porque no quieren los que con el dinero han encontrado la panacea.
Los que dependemos de este sistema tan aburrido, anacrónico, debil y esquizofrenico nos tenemos que contentar con la cansina oratoria de estos incapaces.
Señor Sevilla hay 4 millones de razones para dejar el orgullo y las ganas de salir en los papeles y los votos en las elecciones,es hora de ponerse los manguitos y empezar hacer numeros, pues si la cosa continua con estas chuflas de nada vale la democracia cada cuatro años, si cuando en el curso de estos, no hay más que ruido de corrala.
UN saludo
Magda

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