El año en que todo empezó a cambiar. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 12:39 pm

2010 será el año en que todo empezó a cambiar. Bueno, casi todo. Pero por lo menos, aquello relacionado con la economía, que ha centrado buena parte de la atención y de la preocupación pública en los últimos tiempos, empezará a cambiar para mejor. Creo en ello, pero no como un deseo pedido a los Reyes Magos, ni por razones antropológicas, sino racionales. Por tanto, compartibles y discutibles. Intentaré exponerlo en cuatro apartados que considero fundamentales.  

A) Si lo peor de la crisis económica ha quedado atrás, empezaremos a notarlo, mes a mes, con un mejor desempeño de los indicadores. Todo lo que iba mal, empezará a ir menos mal, o incluso mejor. Es posible que los datos de evolución del PIB en el último trimestre de 2009 sean ya cero y pronto empecemos a ver de nuevo tasas ligeramente positivas de crecimiento. El paro irá frenando su aumento mensual hasta estancarse y, ahora sí, los primeros brotes verdes de actividad, empezarán a asomarse a nuestro panorama económico. La calidad e intensidad de la recuperación centrará el debate y los datos sobre la mejoría internacional alejarán los temores entre los consumidores que, poco a poco, volverán a gastar la parte de sus rentas que ahora ahorran por precaución y no sólo para devolver préstamos. 

Será, no obstante, un año raro. Seguirán los riesgos de una recaída vinculada al endurecimiento de la política monetaria o a una subida del precio del petróleo y viviremos coletazos de la recesión en sectores o empresas afectados por la pertinaz sequía crediticia que seguirá o por procesos específicos de reconversión.

Por ello, lo que conoceremos este año podría ser llamado recuestancación porque será, técnicamente, una recuperación, pero tan débil y dependiente de las ayudas públicas recibidas que convivirá con un estancamiento en el empleo. No iremos a peor, pero la mejoría apenas será perceptible por los ciudadanos. Salvo para aquellos con rentas más altas, lo que agudizará la desigualdad social que siempre se asocia tanto a las crisis como a los inicios de las recuperaciones.

B) El pasado año finalizó con un tímido reconocimiento por parte del presidente del Gobierno de errores en la gestión inicial de la crisis, y en éste empezará a cambiar la actitud gubernamental respecto a las reformas estructurales que necesitamos para responder, en ausencia de una devaluación de la moneda, a la pérdida de riqueza y competitividad que significa toda recesión.

No es verdad que no se haya hecho nada, más allá de la política presupuestaria anticrisis, pero ha primado lo inevitable por venir de la Unión Europea (directiva de servicios), con poco que ver con la coyuntura, mientras se ha condicionado el resto a un diálogo social mal conducido. Aunque con retraso, el Gobierno ha conseguido envolver con un potente discurso de cambio de modelo productivo y economía sostenible, una especie de ley ómnibus de factura nacional, y ahora anuncia propuestas de reforma en educación, pensiones y mercado laboral.

Tal ímpetu reformista, aunque sigue más el ritmo político de las necesidades partidistas que el aconsejado por las necesidades económicas de un país con cuatro millones de parados, deberá mostrar todavía su concreción para ver hasta dónde hay voluntad real de hacer cosas, o sólo de hacer que se hacen.

C) También en la manera de hacer oposición, notaremos los cambios. El fracaso, con sabor a boicot, de la última Conferencia de Presidentes Autonómicos marcará un punto de inflexión en un estilo frentista de hacerse cargo de las responsabilidades ante el país por parte del principal partido de la oposición. Tres de las cuatro comunidades autónomas en las que más ha crecido el paro están gobernadas por el PP. Y, a pesar de los importantes presupuestos públicos y amplias competencias en política económica, industrial y de empleo que tienen, a nadie sensato se le ocurriría acusar a sus presidentes de ese mal dato diferencial.

De igual manera, el presidente de esta especie de comunidad autónoma dentro de la globalización económica mundial que son hoy los países, no puede seguir siendo acusado, por quien aspira a sucederlo, de ser el único causante de los problemas económicos de España, en medio de la mayor recesión mundial desde 1929.

Conoceremos, por tanto y por fin, no solo críticas catastrofistas de la oposición, sino algunas de sus alternativas, lo que animará el debate. A pesar de las encuestas, sentarse a esperar que la crisis económica se lleve por delante al PSOE no va a llevar al PP a la Moncloa. Eso sólo ocurrió, y por poco margen, en 1996, cuando concurrían otras circunstancias excepcionales, incluyendo una cierta atracción ciudadana hacia la novedad representada por el cambio, cosa que también sucedió en 2004 y no ocurre ahora, salvo que, al final, el PP busque la sorpresa presentando un candidato distinto al previsible Rajoy. Esta vez, si la oposición quiere llegar al Gobierno, tendrá que ganárselo y no sólo confiar en que el PSOE lo pierda.

D) Deglutido lo que ha pasado en Copenhague, con un G-2 primando el viejo principio del interés nacional -a pesar de ser una estrategia equivocada para hacer frente a problemas mundiales como el cambio climático- las novedades vendrán por parte de las empresas, los ayuntamientos y los ciudadanos.

Mientras los Gobiernos seguirán discutiendo cómo reducir las emisiones de CO2 para mantener el calentamiento del planeta dentro de márgenes desastrosos, pero todavía manejables, las grandes empresas empezarán a verlo como una oportunidad y desplegarán sus planes de cambios productivos e introducción de nuevas tecnologías para a reducir las emisiones. Las ciudades irán ensanchando los espacios de emisiones cero en el marco de sus competencias y los ciudadanos/consumidores empezarán a demandar con fuerza productos que puedan certificar que contribuyen a una sociedad baja en carbono.

Sí, sin duda, va a ser el año en el que empiecen a cambiar muchas cosas. Para mejor. Lástima que no sea el primero de la legislatura, aunque sea el primero del siempre renacido futuro.

Un comentario

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enric doménech
15.01.2010 a las 20:58 Enlace Permanente

“El año que vivimos peligrosamente”, por primera o segunda vez, claro está. Hemos vivido peligrosamente al borde del precipicio económico y financiero. Nuestras economías domésticas y la de nuestros vecinos, se vieron estrechadas primero con una subida de tipos de interés en los bancos, que subía como un fuego pirotécnico, y que finalmente hizo ‘pluf’; explotó como una palmera, y ramificó sus efectos por encima de todos los ciudadanos, o al menos aquellos que nos pilló en la terraza de nuestras hipotecas.
No es lo mismo que a uno le pille el ‘boom’ de los tipos cuando está acabando de pagar su deuda, que al principio. Y ese inicio y final, se mide en términos medios de 30 años, tomando como referencia el despegue constructivo/destructivo de 1999/2000.
Empujado por un ansia desmedida de colocar el dinero ‘negro’ en sectores con alto margen de disolución del componente no fiscalizado, y un muy alto (entonces) margen de rentabilidad.
De aquellas lluvias, estos lodos.
Las empresas se descapitalizaban, invirtiendo (tonto el último), en el sector inmobiliario. Y ahora…
Ahora, la gran pillada: la crisis entra con el pie cambiado de los empresarios y empresas. Los apartamentos, chalets, y complejos inmobiliarios, quedan pendientes de venta, o inacabados. Los bancos reclaman sus contratos, y se niegan a facilitar crédito a quienes ya les han dejado un ‘pufo’ inmovilizado millonario.
Primero lo primero, los bancos deshacen posiciones en el mercado inmobiliario, y después de saneadas sus cuentas con los dineros de todos los ciudadanos, se revuelve hacia ellos, y además le cobra gastos de gestión hasta por estornudar.(de algún sitio tendrán que hacer negocio, dicen).
Nuestros pies de barro, pueden convertirse en nuestra salvación. No tenemos industria, o es incipiente. Se ha construido hasta en los acantilados, y las últimas lluvias, les han recordado, que ‘no todo vale’.
El principio de prudencia, tal vez haga que ‘el dinero’ se gire en búsqueda de oportunidades a más largo plazo, pero con solidez. Comparto la posibilidad de desarrollo en nuevas tecnologías, limpias, sostenibles, y con un input muy alto de conocimiento que la haga diferenciarse del producto intensivo en mano de obra. Pero también tendremos que asumir que la balanza entre inversión y creación de puestos de trabajo, no va a ser equitativo. Mayor inversión para menos creación de puestos de trabajo neto.
Creo, que es un cambio, no de una década, sino incluso de una generación.
Si de algo sirve el conocimiento de la Historia, es para intentar no volver a repetir los mismos errores. Pero el ser humano, como decía el dicho, es el único capaz de tropezar dos veces en la misma piedra.
Esperemos que al menos, ésta sea más pequeña (una “china”), y que no nos produzca un esguince, que nos impida coger el ritmo necesario en la economía mundial. Cuesta arriba, en una larga y continua ascensión. Con pequeños repechos. Un verdadero rompe piernas.

Un saludo, Jordi,

enric doménech

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