El mundo ha de cambiar de base. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 5:30 pm

Ahora va y resulta que la recuperación del capitalismo mundial va a venir de la mano de uno de los pocos países comunistas que siguen existiendo: China. La teoría marxista de las crisis económicas, una de las más sólidas explicaciones de este fenómeno recurrente, tiene un punto débil, no menor, en su predicción de que las crisis en el capitalismo irían subiendo de intensidad hasta llegar a una tan gorda, que derrumbaría el sistema, siendo sustituido por el socialismo. La Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado estuvo a punto de ser esa crisis final que se llevara por delante un capitalismo asediado no sólo por sus problemas internos y la presión de una lucha de clases evidente, sino también por la presión externa que representaba un sistema comunista recién implantado en Rusia que, todavía en sus albores, tenía gran poder de atracción. Tan grave fue la cosa que en esa convulsión social y política se encuentra el origen de los fascismos y nazismos y con ellos la antesala de la Segunda Guerra Mundial. El keynesianismo, por tanto, con un profundo cambio de las reglas de juego que legitimaba la intervención pública, no fue la principal consecuencia institucional de la Gran Depresión, aunque sí la más duradera.

Así, el capitalismo actual es heredero directo de tres vectores históricos: el fracaso de la alternativa nazi-fascista, el fracaso de la alternativa comunista y las profundas transformaciones institucionales que, de alguna manera, limitaban los márgenes de actuación de la propiedad privada mediante reglas, controles y normativas, así como mediante la acción pública estatal. La Gran Depresión no fue la crisis final del capitalismo, entre otras cosas, porque se supo y se pudo reaccionar mediante una profunda transformación del sistema tanto a nivel nacional como internacional (con el New Deal y Bretton Woods como iconos).

Se introdujeron importantes elementos de su adversario intelectual y político (el socialismo), en lo que se llamó en Europa el consenso socialdemócrata que estabilizó las fluctuaciones cíclicas y produjo una larga etapa de crecimiento y bienestar. El capitalismo mostró, una vez más, su vitalidad como modelo social (cosa, por cierto, reconocida y alabada por Marx) no sólo derrotando a sus alternativas externas, sino reformándose internamente de manera radical.

La actual Gran Recesión estuvo a punto de convertirse en la crisis final del neocapitalismo el día que se dejó quebrar a Lehman Brothers. En las últimas décadas, el reconocimiento de que también existen los fallos del Estado justificó que los mercados financieros internacionales, un segmento de la economía muy activo y creciente, se construyera, en muchos aspectos importantes, al margen de la regulación, el control y la supervisión estatal.

La desregulación, el Estado mínimo y la presunción de que los mercados libres se autorregulan son presupuestos del modelo que entró en crisis hace casi 100 años y que se recuperaron para estos trozos del sistema financiero internacional que vivían, en gran medida, al margen del resto, aunque con su actividad influyeran tanto sobre ese resto, como hemos visto y padecido. Así, en ellos imperaban, a modo de flash back y como avanzadilla ideológica, normas y principios que para el resto de la actividad económica entraron en quiebra tras la Gran Depresión.

Cuando surgieron los primeros problemas con las subprime, se produjo una respuesta que combinó en distintas dosis los siguientes elementos: sorpresa, incredulidad, sensación de inmunidad, confianza en que el problema estaba acotado sin saltar a la economía real y que los daños serían mínimos y controlables. Es el tiempo en que se oyen con fuerza voces que reclaman aplicar soluciones de mercado a la crisis. Soluciones que reforzarían la ofensiva liberal para despojar al capitalismo de aquellas reformas intervencionistas de las que se dotó hace décadas como respuesta a la Gran Depresión y soluciones que, básicamente, consistirían en dejar que el mercado se ajuste libremente, y si alguien tiene que quebrar, que lo haga, porque ello depura y fortalece el sistema.

Es verdad que la Reserva Federal intentó encontrar compradores para Lehman. De nuevo una solución de mercado. Pero cuando decidió dejarlo caer, en aplicación de sus principios liberales y convencidos de que la crisis estaba acotada, la cosa se les fue de las manos mostrando, una vez más y como ante la Gran Depresión, las debilidades de un sistema capitalista puro de mercado en un contexto tan interrelacionado. La quiebra de un banco como Lehman amenazó con arrastrar a otros muchos en medio de una profunda crisis de confianza (en los períodos excepcionales, el comportamiento humano no es racional como predican los manuales para situaciones normales, por eso existen burbujas especulativas y crisis económicas profundas) que pudo llevarse por delante al conjunto del sistema. Así, la quiebra de Lehman evidenció los límites del libre mercado y los riesgos sistémicos para el propio capitalismo de aplicar a las crisis soluciones de capitalismo puro.

A partir de esa evidencia, se puso en marcha la mayor operación de la Historia de apoyo público a la banca y a la economía. Ya no se deja caer a ninguna entidad financiera grande con el curioso argumento de que algunos son «demasiado importantes para caer» (si es así, deben de ser públicos) y se empieza a hablar de refundaciones del capitalismo y de profundas reformas institucionales. Entre otras, la sumisión de todas las actividades financiera a la regulación y supervisión de los bancos centrales, sin agujeros negros, la supresión de los paraísos fiscales o la revisión del sistema de incentivos para los directivos.

Se vive ahora un momento en el que parece que, de la mano del G-20, el impulso reformista del capitalismo se vigoriza a semejanza de lo ocurrido tras la Gran Depresión y que vamos a volver a vivir una época de grandes transformaciones sociales impulsadas desde la racionalidad política y económica. Fracasada con Lehman la solución de mercado, entraríamos en la solución de Estado. El problema es que ahora, con la Gran Recesión, no existe ni la presión externa de los modelos alternativos ni la interna de una potente lucha sociopolítica con fines alternativos. Y, sin competencia, parece que los anhelos reformistas están languideciendo.

Obama ha aprobado una reforma del sistema normativo para las entidades financieras, pero se está quedando varado ante la reforma sanitaria. La UE ha hecho cambios relevantes sólo perceptibles por los expertos. Y el G-20, que celebrará otra reunión en breve, se atasca con las reformas sistémicas ante la perdida de fuerza transformadora conforme pasa lo peor de la crisis. Con ello, la alternativa político-estatal también está mostrando sus limitaciones. Si es así, estaremos incubando ya la próxima burbuja con su crisis correspondiente, porque, a estas alturas, me temo que ya sabemos que esta vez el mundo no va a cambiar de base. Aunque debiera.

3 comentarios

001
E.Romero
15.09.2009 a las 10:43 Enlace Permanente

Buenos días Sr. Sevilla, estupendo articulo… pero mire, para cambiar la base hay que quererlo, creérselo, ser valiente y trabajar por ello. Hoy por hoy las políticas de los últimos gobiernos en España la han llevado a cabo dos Grandes Partidos PSOE – PP – PSOE…con resultados igualmente deprimentes… - salvando las diferencias, claro – pero si creen que la sociedad va a aguantar otro atraco del capitalismo al obrero se están equivocando y espero que no tenga que explotar una revuelta social para que los políticos se den cuenta de cuan artos estamos de soportar situaciones injustas y pagar siempre los errores de tanto ambicioso, tanto incapaz y tanto delincuente… lo que se anhela de verdad son soluciones a tanta injusticia económica, tanta inmoralidad judicial con los políticos y tanta manga ancha con los paraísos fiscales y las cuentas opacas de las grandes fortunas… de financiar el negocio de los bancos con sus impuestos… de tantas y tantas bofetadas que será inevitable o cambiar de base o que se rompa en mil pedazos.
Salud.

002
magda
16.09.2009 a las 12:36 Enlace Permanente

Bueno, ya se está consiguiendo lo que tanto se anhela por parte de la derecha y miembros de la «izquierda», ya se masca la traición y huele que apesta en Prisa.
He leído por ahí, “que mantener a la mayoría de la población en un estado continuo de ansiedad interior funciona porque la gente está demasiado ocupada asegurando su propia supervivencia o luchando por ella como para colaborar en la constitución de una respuesta eficaz.
Es una técnica, repetidamente utilizada, consiste en someter a la población y llevar a la sociedad a una fuerte situación de inseguridad, angustia y terror, de manera que la gente llegue a sentirse tan desbordada que pida a gritos una solución, la que sea”.
Daniel Estelun
Ese es tristemente nuestro panorama, está muy bien su artículo pero me hace pensar que al sistema capitalista le interesa que los chinos sigan teniendo un “comunismo”, a pesar de mantener la pena de muerte, del trato vejatorio a los ciudadanos etc.
Conviene tener mano de obra gratis y millones de chinos produciendo día y noche sin derechos y sin un mínimo de garantías sociales.
Me repugna todo lo que está pasando, se va a pagar caro, y demuestra nuestra falta de inteligencia queriendo hundir sin más al Gobierno.
Zapatero será el último en salir.

003
enric doménech
20.09.2009 a las 19:36 Enlace Permanente

Homeopatía, querido Jordi.

Mi muy estimado compañero cibernauta, finalizas tu artículo con una sentencia aparentemente salomónica “el mundo no va a cambiar de base. Aunque debiera.”

Y al igual que con el IPC, se tomó de base un año determinado, aquí lo que no tenemos definido es el momento o escenario en que debemos o podemos situarnos ante el declive de la cultura occidental, y el apogeo de la oriental.
El epicentro del terremoto se situó entre la pérfida Albión, y sus descendientes de las antiguas colonias. El tsunami que originó, ha devastado todo el continente europeo, y por extensión también a todas las economías relacionadas con el mundo occidental.
Los tambores de guerra que avisan de la caída del ‘Dólar’ como Visa internacional, su devaluación, es el canto de sirena que nos advierte de un nuevo rumbo en el equilibrio y predominio mundial.
Incluso China, que se apuntó recientemente al sistema capitalista (adaptado), va a sentir los embates de una minoración de sus exportaciones; pero este resfriado en su zona de influencia, se va a curar con unas jornadas de descanso, hasta que sus defensas internas (mercado interior) refuercen el balance de las cuentas de sus empresas y economías.
En según que situación, el haber permanecido en economías autárquicas puede resultar un bálsamo o vacuna contra la gripe Financiera.
A modo de sistema alternativo curativo-medicinal, la ‘homeopatía’ consiste si no me equivoco en administrar pequeñas dosis de un patógeno, para así el cuerpo humano desarrollar mecanismos y/o defensas contra este agresor, y en caso de ser más virulento el ataque, tener desarrolladas las defensas para combatirlo. De ello Rasputín era un gran conocedor. Y tal vez también su paisano Putin.

Reinterpretar lo que se ve sin desmerecer lo que existe. Pero esta vez mirando desde los ojos situados desde el Himalaya.

Europa ya hace mucho que se deshizo de todo su patrimonio empresarial del sector público, y atendido las reglas fijadas, dudo mucho que sea posible su recuperación. Por lo tanto deberemos esforzarnos en reinterpretar nuestro futuro, desde la asunción del protagonismo oriental a nivel mundial, y la pérdida de la oportunidad de abanderar una revolución silenciosa, si no somos capaces de actuar coordinada y firmemente a través de las instituciones que tenemos en la actualidad, dejando de un lado las batallas estériles, y ahondando en decisiones de calado, que puedan llegar a condicionar incluso, por el efecto de la inercia y de las sinergias, a economías más alejadas geográficamente, para contrarrestar las grandes olas que se avecinan.

p.d.: me alegra que mantengas abierta esta pequeña puerta al debate y la aportación de ideas.
Des de Xàbia
enric doménech

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