Una recuperación tímida, frágil y desigual (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 9:45 am

El éxito de esta incipiente recuperación reside en que el Gobierno haga lo contrario de lo que dice. El crecimiento será mayor y más sólido durante este año y el siguiente si la reducción del déficit deja de ser una obsesión, si abandonamos la austeridad como mantra para desapalancar a las familias y si volcamos toda la atención en recuperar la demanda interna, en lugar de seguir rebajando salarios para fomentar las exportaciones. Antes de desarrollar estos puntos, déjenme introducir dos hechos: el intento, por parte del Gobierno, para aproximarse al objetivo de déficit presupuestario en 2013 mediante un fuerte recorte en diciembre del consumo público, cercano al 4% intertrimestral, ha reducido una décima el crecimiento del PIB en el cuarto trimestre del año pasado respecto a la estimación inicial. Con ello se vuelve a demostrar lo que era obvio para muchos: en las condiciones actuales, no existe recorte expansivo del gasto público. Si se recorta el consumo o la inversión pública, se reduce la actividad económica general del país. En segundo lugar, la reciente reunión de ministros de economía del G-20, ante la constatación preocupante de lo débil de la actual recuperación de la economía mundial, muy lejos de lo necesario para absorber el paro masivo que nos golpea, especialmente, en los países de la zona euro, ha comprometido acciones específicas para reactivar la actividad desde los presupuestos, especialmente mediante la inversión pública.

Según el FMI, la economía mundial crecerá, durante 2014, el 3,7% repartido de manera desigual entre el 5,5% previsto para los países emergentes y el 1% de la zona euro. Dada la distribución geográfica de nuestras exportaciones y la fortaleza mostrada por el euro, poco impulso adicional a nuestro crecimiento podemos esperar de la aportación exterior: las exportaciones tenderán a ralentizar su avance, como ha ocurrido ya en el segundo semestre de 2013 (0,7% intertrimestral), mientras que las importaciones aumentarán ligeramente, conforme la demanda interna se afiance a lo largo de este año. Aunque el consumo de las familias se consolidará en tasas positivas, no podremos esperan este año grandes alegrías por ese lado (0,6% de crecimiento). La creación de empleo (autoempleo) será reducida y muy precaria, no es previsible que haya aumentos en los salarios y el crédito a particulares estará lejos de crecer durante los próximos trimestres. Solo los mayores beneficios empresariales podrán incrementar el consumo, así como la mayor confianza existente llevará a quienes no han perdido el empleo ni tienen deudas hipotecarias que devolver (entorno al 50% de la población), a consumir más con la misma renta disponible que antes, abandonando la austeridad forzada por la incertidumbre.

Tras muchos trimestres en negativo, también la inversión privada se recuperará de la mano de las exportaciones, las mejores perspectivas del consumo interno y la entrada masiva de fondos extranjeros en busca de oportunidades. Sin embargo, es tanta la capacidad ociosa instalada que no es previsible que se produzcan grandes vuelcos, ni crecimientos espectaculares en esta variable, sobre todo, porque la construcción seguirá detrayendo, aunque menos y porque continúan las dificultades de acceso de pequeñas y medianas empresas a la financiación.

En esas condiciones, que persistirán durante varios trimestres, la recuperación será escasa, siendo previsible que no alcance tasas de crecimiento del PIB superiores al 2% durante el próximo quinquenio y será altamente frágil, en el sentido de que cualquier cambio imprevisto de la situación, tanto nacional como mundial, nos puede devolver a una recesión, al menos, temporal. Por ejemplo, el riesgo de deflación, como ha vivido Japón en las últimas dos décadas, que es lo peor que le puede pasar a nuestra economía todavía sobreendeudada. Este modelo de recuperación aumentará la desigualdad social que ya se puede observar cuando conocemos, por ejemplo, la dispersión existente entre el salario medio actual y lo que cobran, según las Memorias públicas de sus empresas, algunos altos directivos de empresas españolas.

Pasar de una evolución del PIB del -1,2% en 2013 al 1% con que puede cerrar este año, es muy positivo. Pero tenemos que ser conscientes de cinco elementos que inducen a la prudencia: primero, que las décimas de recuperación son, en gran parte, un efecto estadístico al que ha contribuido mucho la caída de precios (en términos nominales, el PIB está estancado en un 0%). Segundo, que todavía estaremos lejos de recuperar los niveles de riqueza previos a la crisis. Tercero, que la recuperación es una realidad en todos los países de la zona euro y lo raro, en un mundo globalizado, sería que España no la viviera. Cuarto, que los impulsores de ese cambio (exportaciones y consumo familiar) tienen escaso recorrido adicional, apuntando más bien a un cierto estancamiento. Quinto, que los riesgos son demasiado ciertos como para pensar que ya hemos sembrado y, ahora, basta con esperar a la cosecha.

Entonces, lo que haga el Gobierno es muy importante, no solo para evitar arbitrariedades legislativas que incrementen el riesgo regulatorio percibido, sino como gestor del agente económico Estado, cuyas decisiones tienen elevado impacto sobre el conjunto de la economía. Así, la anunciada reforma fiscal debe buscar más el impacto positivo sobre la renta disponible de las familias, que los golpes de efecto electoral sin apenas impacto real, como lo anunciado sobre el IRPF en el reciente debate del estado de la nación; tenemos que hacer un esfuerzo presupuestario en rebajar de verdad cotizaciones sociales para que la devaluación interna no siga golpeando de forma negativa sobre los ingresos de los trabajadores y su consumo; por último, hay que recuperar tasas positivas en la inversión pública, comprometiéndose a que solo crecerá la deuda pública que vaya a financiar nueva inversión productiva.

La actuación del sector público en este año y en el siguiente será fundamental para consolidar, o no, la incipiente recuperación de la actividad económica. Para ello, el Gobierno deberá de cambiar su discurso autocomplaciente, aunque haya elecciones y empezar a hacer cosas diferentes porque, ahora, recibiremos mucha menos ayuda exterior del Banco Central Europeo que la recibida en 2013.

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