La larga marcha por la recesión. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 10:40 am

Nuestros problemas económicos actuales no son debidos a dificultades con la competitividad sino a la caída de la demanda interna. Seis trimestres consecutivos con decrecimiento económico en la eurozona, tras la crisis que se produjo en 2009, nos sitúan ante una Gran Recesión, pero también, ante una Larga Recesión que nos obliga a efectuar algunas reflexiones adicionales. Si no crecemos como países, no es porque no seamos capaces de producir bienes y servicios atractivos en condiciones adecuadas de precio, sino porque no tenemos en casa quien nos los compre, en cantidad suficiente. Es decir, el problema económico que nos lleva a la recesión, no es de oferta productiva, sino de demanda efectiva, como demuestran las exportaciones creciendo (somos competitivos), mientras las importaciones se hunden (nadie consume, ni lo nuestro, ni tampoco lo de otros).

Que la recesión es consecuencia del retraimiento en el consumo de las familias, empresas y administraciones, junto a un fuerte desplome en las inversiones, públicas y privadas, los dos componentes de la demanda interna que, juntos, representan entorno a las tres cuartas partes del PIB, no solo es acorde con la secuencia histórica de lo ocurrido, sino con la razón por la que ha ocurrido: el pinchazo de una burbuja especulativa por sobreendeudamiento que tiene dos efectos inmediatos como son el frenazo en la concesión de nuevos créditos con que seguir alimentando la demanda y la necesidad de afrontar el fuerte proceso de devolución de los créditos contraídos con anterioridad (en España, equivalentes a tres veces el PIB, en un 65% privados, ya que nuestra deuda pública en el comienzo de la crisis apenas superaba el 34%). Ambos hechos hunden de manera rápida el consumo, lo que lleva al cierre de empresas (paro) que no logran, en las nuevas circunstancias, encontrar compradores a sus productos. Así, la ruptura brusca del flujo circular del dinero (sequía de préstamos), retrae el consumo y, sin demanda, cierran las empresas incluso aquellas que antes, con crédito, no tenían problemas para colocar sus productos en el mercado.

 

Ese proceso se agudiza allí donde el sector financiero afronta parsimoniosamente su propia crisis de liquidez/solvencia, convirtiendo las normales dificultades de acceso al crédito en una verdadera sequía, larga y profunda. Cuando la banca dice que ellos prestan siempre que se les presenta un proyecto solvente solo que estos han desaparecido, hay que preguntarles si no es que ellos han cambiado su criterio de solvencia respecto a antes de la crisis, endureciéndolo de tal manera que casi ningún proyecto empresarial les parece ahora suficientemente solvente prefiriendo, con el dinero, comprar deuda pública o refinanciar préstamos dudosos como ha denunciado el Banco Central Europeo al obligarles a provisionarlos.

Si este es el diagnóstico abreviado sobre la realidad de la crisis y la subsiguiente recesión en que vivimos, la solución no puede estar en reformas estructurales o cambios en las condiciones de competitividad de las empresas, o mejoras en la oferta productiva del país, aunque todas estas cuestiones puedan ser muy importantes una vez iniciado el crecimiento. Pero hasta entonces, es imperioso conseguir dos cosas: que la inmensa liquidez inyectada al sistema por el Banco Central llegue efectivamente a los consumidores (familias y empresas) en condiciones adecuadas de rapidez, cantidad y precio. Segundo, utilizar las características específicas del Estado, aquello que lo define como un agente económico diferente, para contrarrestar el hundimiento acumulativo de la demanda privada (el paro creciente disminuye aún más el consumo) mediante programas sectoriales de reactivación y planes específicos de gasto e inversión pública que ayuden a iniciar la recuperación. Ambos aspectos deben adoptarse desde una escala europea, pero sin menospreciar apoyos complementarios nacionales en función de la gravedad relativa de la situación en cada país.

El Banco Central Europeo se pregunta por cuales son los problemas en los mecanismos de transmisión de la política monetaria que están dificultando que sus “manguerazos” de liquidez y rebajas de tipos, se traduzcan en mayor actividad económica. Sin duda, los problemas de solvencia del sistema financiero que le hace estar en plena fase de reestructuración para la que necesita absorber gran cantidad de recursos, está en la base de la respuesta. Tal vez, Japón esté empezando a superar su tradicional problema con la “trampa de la liquidez” (por mucho que se aumenta la liquidez o que se bajan los tipos de interés, la demanda no reacciona) conforme pone punto final a su propio proceso de reconversión bancaria. Si es así, algo distinto habrá que hacer aquí para que el crédito fluya. Tal vez, como he propuesto aquí en alguna ocasión y se ha puesto de actualidad al haberlo incluido el PSOE en sus propuestas, se debería negociar con la troika destinar la parte no utilizada del rescate financiero a dotar, a través del ICO y de la banca nacionalizada, líneas especiales de crédito a pymes, autónomos y emprendedores.

 

La utilización de la demanda pública para estimular la economía, contrarrestando el retraimiento de la privada, se está volviendo a probar en esta recesión, tras los primeros momentos, cuando el G-20 lanzó programas simultáneos de reactivación presupuestaria que se tradujeron aquí en el Plan E. Y lo hace a través de tres vías: la relajación en los plazos de reducción del déficit público aceptando, con ello, ahora, que tanto recorte del gasto es contractivo. Segundo, el fuerte aumento de la deuda pública que se está utilizando para mantener actividad y reducir el déficit (plan de pago a proveedores). Tercero, las acciones de lucha contra el paro juvenil que está estudiando la Comisión. Los tres ejemplos significan aceptar que la recesión es debida a falta de demanda efectiva y que sólo mediante reformas y austeridad no pondremos fin a la misma sino que hace falta estrategias de crecimiento basadas en al activismo público, presupuestario del Estado y monetario del BCE. Todo un reconocimiento al fracaso de la estrategia de política económica seguida en Europa (no en USA, ni en Japón) que continúa llenando, no obstante, los discursos vacíos de nuestros gobernantes. ¿Por qué?

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