La tasa Tobin… Hood. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 6:10 pm

El mundo anda convulso. Muy convulso. Y como prueba de lo revueltas que andan las cosas, quiero analizar la reciente aprobación por el ECOFIN de una propuesta de la Comisión para implantar en la Unión Europea una Tasa a las Transacciones Financieras (TTF), decisión que ha sido saludada como un paso importante y positivo por Intermón- Oxfam, la ONG que más se ha significado últimamente en defensa de la vieja tasa Tobin, reconvertida como tasa Robín Hood, que ya había sido utilizada como bandera por el movimiento antiglobalización pero generando rechazo unánime en el mundo político conservador, por no hablar de las instituciones financieras que la han demonizado durante décadas por sus supuestos efectos perversos.

                Es cierto que, en los últimos tiempos, hemos visto como los mercados financieros internacionales no han necesitado de la tasa Tobin para provocar un gran desastre. Como no es menos cierto que la mayoría de los Estados andan ahítos de fondos y que la tentación de encontrar bases imponibles nuevas y jugosas con que reducir los déficits públicos, es demasiado fuerte. Recordemos que, según los expertos, las transacciones financieras a nivel mundial tienen un importe 75 veces superior al de las transacciones reales y que, solo el mercado de divisas, representa un negocio 15 veces superior al PIB mundial y 60 veces superior al comercio mundial. Lo importante es la economía real, pero lo que produce más beneficios, aunque con más riesgos, es la monetaria.

Ya hay, en el mundo, más de cuarenta países que tienen en vigor algún tipo de TTF, incluyendo el Reino Unido, sede de uno de los principales mercados financieros, que aprobó una sobre la compra y venta de acciones, denominada “stamp duty”, que es preceptiva para que se pueda registrar la transacción. Ahora se sumarían los países del euro con ciertas condiciones: se aplicará, en un porcentaje del 0,1%, sobre las transacciones de acciones y bonos realizadas por residentes y del 0,01% sobre los productos derivados. Bajo esas condiciones, propuestas por la Comisión, se podría llegar a recaudar unos 40.000 millones de euros anuales (5000m en España), según estudios realizados por un prestigioso Instituto económico alemán, sin afectar al funcionamiento de los mercados financieros más que una subida del IVA. Por tanto, un magnífico primer paso, como dice Oxfam. Pero resulta inevitable preguntarse qué ha sucedido para que en cuatro décadas la idea de una tasa a las transacciones financieras haya pasado de ser la ocurrencia solitaria de un académico keynesiano, al olvido, a una reivindicación de los movimientos antisistema, a una propuesta voluntarista de ONG para conseguir dinero con que combatir la pobreza y el cambio climático, para acabar siendo una decisión aprobada por los ortodoxos ministros de economía y finanzas.

En 1972, cuando el profesor Tobin habló de ello, su preocupación giraba sobre los efectos negativos que las fluctuaciones especulativas de las divisas podrían tener sobre el comercio mundial de bienes y servicios, a partir del momento en que se puso fin a la convertibilidad del dólar y al sistema de tipos de cambio fijos, como consecuencia de los efectos económicos de la guerra de Vietnam. La propuesta buscaba proteger a la economía real de los efectos perniciosos que los, entonces, pequeños mercados financieros, especialmente los de divisas, podrían generar.

                Con el paso del tiempo, el negocio de las transacciones financieras internacionales fue ganando importancia impulsado por el reciclaje de los petrodólares, desde los países productores al resto del mundo, tras las dos fuertes subidas de precios del petróleo en 1974 y 1979. Es el momento en que se incuba la crisis de la deuda externa de América Latina, primer ejemplo global de cómo priorizar los intereses del mundo del dinero frente a los de la economía real, se acababa traduciendo en pérdidas para los ciudadanos, aunque genere pingues beneficios a unos cuantos accionistas. En ese momento, la resucitada Tasa Tobin se convierte en un grito de los más, contra el dominio de los menos, en un intento baldío de poner coto a una expansión excesiva de unos mercados financieros, ya entonces, desligados de los vínculos tradicionales con la economía real. La revolución tecnológica, que permite efectuar transacciones financieras al instante en cualquier mercado del planeta, junto al refuerzo cualitativo que para el proceso de globalización significó la entrada de China en el sistema comercial y económico del capitalismo, reforzó las posiciones dominantes de aquellos que movían el dinero libremente, en todas sus formas y apariencias, con gran rentabilidad por todo el mundo. Cualquier tasa, regulación, control o límites que se quisieran poner sobre el poderoso caballero, recibía la crítica abrumadora, cuando no el desprecio intelectual, de quienes servían sus intereses. Todo era imposible, utopías peligrosas, propuestas regresivas…hasta que estalló la presente crisis que ha permitido que viéramos en prensa, parlamentos y tribunales, las vergüenzas del sistema financiero (quiebras, mala gestión, prácticas abusivas, incluso delitos) y, lo que es peor, tuviéramos que pagarlo con pérdida de riqueza, de trabajo o de recursos públicos. En este nuevo clima, la necesidad de una cierta equidad que obligue al sistema financiero a compensar económicamente parte del desastre al que nos ha llevado, ha sido el terreno abonado para relanzar propuestas reconvertidas de la vieja tasa Tobín, incluso su versión de tasa Robin Hood que alude, precisamente, a ese principio justiciero de “quitar a los ricos para dárselo a los pobres”.

                Y ello me lleva al último punto: el destino dado al dinero que se recaude. A falta de concreción por parte del ECOFIN sobre su entrada en vigor, incluso sobre su carácter de medida que “permite” hacer a los estados nacionales o que les “obliga” a hacer, parece razonable, como propone Intermon/Oxfam, que el grueso de los ingresos obtenidos se dedique a luchar contra la pobreza que la crisis financiera está generando en los propios países avanzados. Y, el resto, a cooperación internacional y a la lucha contra el cambio climático. Y si hace falta más, que se incremente la tasa Tobin…Hood, ahora que ya es políticamente correcta. ¿O no?

Un comentario

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juan luis ayas
18.02.2013 a las 16:06 Enlace Permanente

Estimado Sr. Sevilla
1-La llamada tasa tobin mas parece configurada como un impuesto que como tasa
2-No creo que su finalidad sea evitar «los efectos perniciosos» que los mercados financieros pueden generar En cualquier caso no es la medida adecuada
3- Ni tampoco veo el mecanismo por el cual va a poder poner coto a una expansion excesiva de unos mercados financieros desligados -segun dice vd.-de los vinculos tradicionales con la economia real
Por cierto las medidas cuantitativas tan apreciadas por economistas y políticos de corte socialdemócrata, ¿expanden o reducen los mercados financieros?
Si alguien ha cometido un delito que lo pague y si ha robado que ademas devuelva lo robado pero no aprovechemos que el pisuerga pasa por Valladolid pra cometer un desman.
Hay un viejo refran :»aunque la mona se vista de seda, mona se queda » aplicable a ese nuevo impuesto Se trata de seguir esquilmando los ya escasos recursos del sector privado en beneficio de políticos despilfarradores
un saludo

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