El doloroso fetichismo del dinero. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 3:27 pm

Mientras la Justicia es ciega en la aplicación del conjunto de normas aceptadas racionalmente, el mercado es ciego en la consecución de un único objetivo: maximizar los beneficios dentro del menor número de reglas y restricciones posibles, porque para eso los economistas han creado la teoría del mercado en competencia perfecta, cuyos supuestos nunca se cumplen en la realidad, lo que no impide mantener impertérritas las conclusiones óptimas del modelo irreal. La bondad del mercado se predicó en un principio sobre el intercambio de mercancías, se amplió a su producción y, luego, se extendió a una cosa especial llamada dinero.
En el origen, el dinero se inventó para facilitar los intercambios de mercancías. Cuando sólo existía trueque (cambio lo que tengo por lo que necesito) los problemas eran muchos: había que encontrar, ahora, alguien que quisiera lo que tengo y que tuviera lo que quiero. Cambiar mercancías por dinero permite diferenciar el momento y el lugar de la venta y de la compra, incrementando las posibilidades de conseguir lo que deseo.
Poco a poco, sin embargo, fue haciéndose independiente de las mercancías, en la medida en que era capaz de guardar capacidad futura de intercambio (ahorro) para aquellos que podían permitírselo, porque sus ingresos superaban a sus gastos. Entonces surge el préstamo, que es un reparto del dinero existente entre quienes no lo necesitan y quienes sí lo necesitan, para dar paso luego al crédito bancario, que es creación de dinero; es decir, creación adicional de capacidad de compra en un mundo en el que vender aquello que alguien está dispuesto a comprar y pagar, se ha convertido, ya, en el principal medio para maximizar beneficios. Esto, siendo el objetivo inicial del mercado, ha acabado siéndolo de la sociedad de mercado. El crédito incrementó la separación entre dinero y mercancías, a la vez que reforzó el papel del sistema financiero sobre el conjunto de la economía, aunque conservando un papel secundario: lo importante seguía siendo producir cosas y venderlas.

En los últimos tiempos, la sofisticación de los mecanismos de conversión del ahorro en crédito, ha sido enorme. Además, son millones las personas que participan del proceso en todo el mundo, bien como ahorradores que invierten mediante sociedades especializadas, bien como prestatarios que asumen créditos cada vez con más riesgos (subprime o Grecia), auspiciados por sociedades de calificación con los incentivos trucados. Con todo ello, el dinero hace mas dinero, sin necesidad de pasar por la forma mercancía del valor, es decir, sin necesidad de crear riqueza real o puestos de trabajo. Es la entronización del sistema financiero como eje en torno al cual gira el resto de la actividad económica hasta el punto de que hoy, cuando hablamos de «los mercados», sólo nos referimos a los mercados de dinero.
Lo que empezó siendo un instrumento para impulsar la economía real se ha acabado convirtiendo en un fin en sí mismo, con un poder efectivo muy superior al del resto de los sectores económicos e, incluso, al de las reglas del juego democrático como estamos viendo con aquellos países periféricos del euro en dificultades. Hablamos de países cuyo sistema político de toma de decisiones se ha puesto en cuarentena porque tomaron un dinero prestado que, ahora, tienen serios problemas para devolver en las condiciones que se les exigen. Hablamos de países cuyos ciudadanos están sufriendo serios reveses y cuantiosas pérdidas porque ellos mismos, u otros, aceptaron créditos que, ahora, no pueden devolver en las condiciones que se les exigen. Hablamos de países que se ven obligados a pagar, ahora, las consecuencias de decisiones adoptadas antes, por ellos mismos o por otros, pero que no ven que los prestamistas privados que concedieron los créditos de forma alegre o incluso fraudulenta (basándose en información falsa proporcionada por agencias independientes) estén dispuestos a asumir su parte de responsabilidad en lo ocurrido, como está pidiendo la canciller Merkel. Hablamos de países cuya riqueza, producción, consumo y bienestar se está poniendo en cuestión porque alguien ha decidido que es prioritario atender a toda costa los intereses de los prestamistas, en las condiciones marcadas por ellos mismos. Hablamos, en definitiva, de la quintaesencia del fetichismo a que ha llegado el dinero, convertido en tótem al que sacrificamos todo lo demás, incluso nuestra democracia y soberanía nacional.
No estoy haciendo una llamada al impago de las deudas, pues ello quebrantaría un sistema financiero que necesitamos para mantener nuestro elevado bienestar. Pero sí quiero hacer una apelación al sentido común, a recuperar los equilibrios perdidos entre producción, riqueza y dinero, a repartir responsabilidades entre todos los que intervinieron en la concesión y aceptación de los créditos, a reconocer que, si hacemos quebrar al deudor, nunca cobraremos la deuda. Hago una apelación a que se arbitre un verdadero sistema europeo de rescate de países en dificultades con préstamos sustitutivos, no usureros. A que los alegres prestamistas de antaño asuman sus responsabilidades en forma de quitas y aplazamientos. A que los políticos de los países deudores apliquen la unidad de criterio en los necesarios planes de ajuste, y no el típico «quítate tú, para que me ponga yo». A la necesaria reforma internacional de los mercados financieros para que dejen de ser un tabú y devolverlos a su importante papel instrumental en la actividad económica. A reordenar los valores sociales a favor del trabajo frente al rentismo y el pelotazo. A aprender de la Historia.
Hago una apelación a aquella refundación del capitalismo de la que habló Sarkozy en el comienzo de todo. Ni más, ni menos. Y los que tengan dudas, por favor, lean El Banco. Cómo Goldman Sachs dirige el mundo, de Marc Roche (Deusto). Me lo agradecerán.

Un comentario

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anibal
30.06.2011 a las 23:25 Enlace Permanente

Me parece muy util esa reflexión. Yo la extendería a la situación de cientos de miles de ciudadanos que han sido expulsados de sus casas por leyes injustas que se han hecho para defender los intereses de los banqueros. Hoy el parlamento ha aprobado medidas cosméticas que no sirven practicamente para nada en vez de abordar el problema. En este tipo de cuestiones se ve la verdadera naturaleza de su partido y la hipocresía de sus integrantes que venden una marca de izquierdas pero están al dictado de los bancos. Tenemos las leyes hipotecarias más injustas de Europa y le recuerdo que salvo un paréntesis de ocho años vdes están en el gobierno desde 1982. Tenemos la derecha más habil e hipocrita de de Europa . Quien hizo la jugada era un verdadero genio: consiguió una marca centenaria de un partido practicamente extinguido se apropió de ellos y embaucó a la parte más ignorante de la clase trabajadora y a quienes no siéndolo viven a la sombra del partido y de su sindicato franquicia.

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