Otro Estatut fue posible. (Publicado en Público)

Escrito a las 4:21 pm

Cuando Rajoy salió de su entrevista con Zapatero en enero de 2005, anunciando la creación de un comité bilateral PP-PSOE para abordar las reformas estatutarias, muchos dimos un respiro de alivio. Se abría la puerta a que tanto la reforma del Estatut de Catalunya como la derivada del plan Ibarretxe se pactaran entre los dos grandes partidos nacionales. No sólo entre ellos, pero con ellos.

Por aquel entonces, yo había tenido, como ministro, algunos contactos discretos con Josep Piqué, muy interesado en no quedarse descolgado de la reforma estatutaria. El ministro de Industria, José Montilla, tenía también sus encuen-tros con el líder del PP catalán sobre la evolución de los acontecimientos en la ponencia que estudiaba el nuevo Estatut en el Parlament y cuyos trabajos nos llenaban de inquietud creciente por la deriva soberanista que iba adquiriendo como consecuencia del envite recurrente entre ERC y CiU.

Un mando único 

Nunca sabremos lo que hubiera pasado con el Estatut, si aquel comité de enlace hubiera echado a andar. A mí, que intentaba sin éxito crear una especie de mando único negociador, evitando las interlocuciones cruzadas entre partido, grupo parlamentario y Gobierno que sólo contribuía a enviar señales confusas a los partidos catalanes sobre las predisposiciones gubernamentales a aceptar según qué cosas, y que tuve que elaborar un documento sobre las líneas rojas del Estatut alertado por cómo iba la ponencia, me hubiera ayudado contar con el apoyo constructivo del PP.

No fue posible. El comité no llegó a crearse, aduciendo problemas de representación. Rajoy se decantó por las tesis duras de Acebes, que forzó la dimisión de Piqué y el giro hacia el «España se rompe».

Unos meses más tarde, a punto de concluirse los debates en la Comisión del Parlament con fuertes enfrentamientos entre CiU y el PSC y en medio de un clima global muy radicalizado tras la echada al monte del PP, se pudo intentar que el Estatut no saliera aprobado por el pleno, retirarlo antes que caminar hacia una confrontación institucional con un Parlamento de la nación que claramente no podía limitarse a «tomar nota» de lo aprobado por el Parlament, como se llegó a decir.

Cepillado en el Congreso

No sé si al final hubiera sido ello posible sin hacer saltar al Tripartito, pero se decidió apoyar el desbloqueo al texto por parte del PSC, a cambio de la aceptación de un cepillado posterior en el Congreso. Este pacto, evidenciado luego entre Zapatero y Mas, permitió la llegada al Congreso de los Diputados de un texto de imposible aceptación por parte de la inmensa mayoría de la Cámara.

Ese fue quizá el momento en que fue mayor la distancia entre los sentimientos mayoritarios en España respecto a Catalunya y los mayoritarios en Catalunya respecto al resto de España.

El encaje entre lo que venía del Parlament y lo que podía salir del Parlamento no fue fácil, sobre todo por el clima exacerbado y frentista que se montó desde el bloque conservador, intentando acabar con Zapatero utilizando como excusa el Estatut.

Pero se hizo. Fortalecidos, sin duda, por la firmeza democrática con la que se reaccionó al desafío de Ibarretxe, los representantes de la soberanía nacional hicieron una buena labor acordando un texto legal, que es un pacto político y que cumple todos los requisitos procedimentales de la Constitución.

Como en todo proceso histórico, incluida nuestra Transición, el resultado es sólo uno entre las distintas opciones. Otro Estatut fue posible y, seguramente, las cosas se pudieron hacer mejor. Pero, ahora, el Estatut que lleva funcionando tres años sin provocar esos males que se le atribuían es el que es y no es fácil la moviola, ni buena la marcha atrás.

El reto del Alto Tribunal

No me gustan todos los artículos del Estatut. Ni de otras muchas leyes. Pero responde a un acuerdo equilibrado entre distintas visiones de las cosas, como establece la Constitución. Alterar de manera unilateral algunos asuntos esenciales y no otros, en estos temas, es un mal negocio. Y hacerlo por criterios políticos u opinables debe hacerse en sede parlamentaria.

No estamos ante una ley de seguros agrarios, sino ante una parte del bloque constitucional que se reforma sólo cada muchas décadas. Cuando el Tribunal Constitucional necesita años para llegar a una sentencia que tendrá, previsiblemente, votos particulares, es porque la cosa no es evidente, sino interpretable.

Sería razonable modificar el procedimiento para, sólo en estos casos y con un plazo tasado, recuperar el recurso previo de inconstitucionalidad para que la última palabra, repito, en estos casos excepcionales, la tuvieran los representantes de la soberanía nacional y, en su caso, los propios ciudadanos. Le hacen un flaco favor al sistema quienes lanzan sobre los hombros del Tribunal Constitucional una responsabilidad que excede aquella para la que fue pensado. Por mi parte, confío en la sensatez de sus miembros, para saber hasta dónde llegan los límites a sus responsabilidades.

 

4 comentarios

001
enric doménech
03.12.2009 a las 22:30 Enlace Permanente

Bona nit, Jordi,
Leyendo tu artículo me viene a la mente el verbo ‘procrastinar’, que últimamente viene de manera recurrente a mis oídos por diversos medios.
Da la sensación que el ‘alto tribunal’ ante el vaivén de los medios respecto al Estatut, ha optado por las de Villadiego, y ha convertido en pretérito, lo que se suponía que se conjugaba en futuro.
El TC ha procrastinado. Ha dilatado y llevado hasta el infinito, su responsabilidad de dictaminar. Y no hay que recordar la famosa frase de “la justicia, si es lenta, no es justicia”. Parece que el Tribunal ha marinado su situación con la generalizada en los juzgados de todo el país. O faltan medios, o faltan inversiones, o falta personal, o falta que falte lo que sea. Al final de la corrida, se amontonan los expedientes, crecen las montañas de papeles, y existe el peligro de avalancha sobre secretarios y oficiales de justicia.
Desde Madrid no se entiende, ni se entenderá jamás que otro país es posible, sencillamente, porque su visión está sesgada, y su realidad socio-económica es diferente a las de los territorios costeros, que comulgan y aman en su propio idioma. Y en estas ¿demostraciones? De amor entre las diferentes zonas de la península, se empeñan algunos en tirar del faldón mal entendido de la Constitución, para justificar límites, recortes, y dietas a la capacidad de crecer de algunos de los pueblos que conformamos el Estado español.
Si en vez de ver como tóxicos y nocivos, tuvieran la delicadeza de verlos como riqueza, y salpimentaran con esta variedad de puntos de vista y de criterios cualquier decisión que pueda afectar al estado; seguramente mejoraría considerablemente nuestra posición en Europa y en el mundo.
En muchísimos campos, les guste o no a quien sea, los catalanes, o los vascos, entre otros, van a años luz de otros territorios (formación, ciencia, industria, know-how, tecnología, sociedad civil desarrollada, …) y no es de justicia coartar y censurar sus capacidades, que bien dirigidas, pueden beneficiarnos a tod@s.
¿Recuerdan cómo se justifican fichajes en equipos, empresas, o clubes? Si, se hacen para que ayuden a relanzar al equipo, y aporten savia nueva. Entonces, ¿Porqué hay quien se empeña en poner vallas al campo de la ciencia, de la tecnología, al futuro, que viven y sueñan, … a años luz del resto?
Pierdan sus señorías, y sus usías el miedo, que los miedos son internos.

Un sludo desde la periferia (Xàbia / Jávea)
Y un abrazo a tod@s.

enric doménech

002
tu anciana abuela
04.12.2009 a las 22:33 Enlace Permanente

El Pacto del Tinell…

En tiempos de Aznar se hubiera podido negociar, como hubiera sido posible en tiempos de Gonzalez, como lo fue en tiempos de Suarez

Zapatero se echó en brazos del mas rabioso extremismo, y …

…bueno, no queda mas que lamentarlo.

003
alex
14.12.2009 a las 12:44 Enlace Permanente

Querido jordi,
Soy un joven valenciano, y por tanto español. Me considero independiente, aunque confieso que suelo votar al PP (excepto una vez, en blanco). Aún así confieso que mi ideología es socialista, y lo único que me impiden votar a tu ex partido son, principalmente dos:
- Primero, considero al PP un partido social con políticas económicas liberales, sin que lo uno excluya lo otro. Estoy a favor de las prestaciones por desempleo, las ayudas a invalidos, mejorar la educación, la SS, etc., pero se que las empresas son el motor de un país, que las políticas económicas buenas generan riqueza, y que un país capitalista en 1 año avanza más que uno comunista/socialista en 10.
- Segundo, considero que el PSOE está ocupado por ineptos. El primero es presidente, el segundo es un vicepresidente de relaciones España-CCAA, y luego hay muchos repartidos por todas las regiones (Cataluña, etc.). Son gente cuyo único mérito es haber pagado la cuota de partido, haber sabido poner el codo antes que otro, y poco a poco subir en el escalafón. Y mientras, la gente que vale, como tú, en PWC (en la empresa privada, la única en la que tu puesto depende de los resultados y no de la manipulación de la opinión pública).
Si todavía tienes el gusanillo de la política, métete en UPyD, o crea un partido, ficha a gente capaz, desdeña a las sanguijuelas oportunistas. No te pares a enseñar a incapaces economía en dos tardes, sé tú mismo quien gobierne. Vendete bien a El País o El Mundo, acapara apoyo institucional y de los medios de comunicación. Sé un hombre de Estado. Y, por favor, líbranos del mal. Amén.

004
alex
14.12.2009 a las 12:46 Enlace Permanente

Por cierto, todo esto venía a que tienes que superar tu PPfobia. No puedes justificar el engendro que salió de la Comisión redactora del Estatuto en el Congreso porque «el PP se negó a pactar». Si el PSOE y tu exjefe hubieran tenido lo que un hombre debe tener, se hubiera plantado ante el órdago nacionalista de Cataluña, en lugar de pactar con él. En fin, todo sea por el poder, no? Y mira el Referendum de este domingo … luego decís que el PP exageraba cuando decía que se rompe España.

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