La recuperación de la economía española, impulsada por la bajada en el precio del petróleo y en la cotización del euro, plantea como perspectiva más probable el ir dejando atrás las principales lacras de la crisis. Con ello se abre paso una pregunta entre otras muchas pertinentes: ¿Cómo vamos a financiar el próximo ciclo de crecimiento económico? ¿De dónde procederá el dinero que permita materializar, durante las próximas décadas, las perspectivas de inversión y consumo que sustenten una recuperación sostenible? A esta pregunta responde el Informe «El dinero en 2033. Como nos financiaremos y ahorraremos» de la colección «España 2033» que dirijo en PwC, presentado esta semana por su coordinador Luis Maldonado.
Si tomamos como punto de referencia lo ocurrido durante la fase alcista del ciclo anterior, veremos que entre 1998 y 2007, la fuerte expansión de la inversión privada (y del consumo de las familias) fue cubierta por las entidades financieras, principalmente mediante el crédito. Eso explica que el endeudamiento de las empresas alcanzase un nivel espectacular equivalente al 147% del PIB, buena parte del cual, procedente del exterior. Y explica, también, por qué cuando se cierra el acceso a los mercados financieros internacionales por la crisis y, con él, el grifo nacional de crédito, la actividad se desploma hasta niveles desconocidos.
El nivel de bancarización de la sociedad española se encuentra entre los más elevados del mundo, cualquiera que sea el baremo con que lo midamos. Ahí radica una de las diferencias más llamativas de nuestra economía. Según datos de la CNMV, el 78% de la financiación empresarial proviene en España de fuentes bancarias, frente a un 55% en Alemania o un 35% en Reino Unido, situándose ahí, en esa especie de monocultivo, una de las razones del mayor impacto de esta crisis bancaria en nuestro país y, sobre todo, la reflexión que da lugar a esta columna ya que todo apunta a que el peso relativo del sector bancario en la financiación de nuestra economía será menor que en el pasado como consecuencia del necesario desapalancamiento y, también, de la más estricta regulación del sector por parte del BCE ya que las mayores exigencias de capital, liquidez y control de riesgos, van a provocar una reducción del tamaño de la industria bancaria en Europa.
Nadie prevé que nuestro crecimiento futuro este «dopado» por el crédito y el hiperendeudamiento como lo estuvo durante el anterior ciclo y eso tiene dos consecuencias: tendremos niveles medios de crecimiento inferiores a los del pasado y, en todo caso, se producirá un cambio trascendental en el esquema de financiación de la economía, con un menor peso relativo del crédito bancario y un mayor espacio para fuentes alternativas de financiación, muy poco desarrolladas en nuestro país y todavía fuera del alcance de buena parte de nuestras pymes. Estamos hablando de valores de renta variable, emisión de títulos corporativos o bonos, recurso al capital riesgo o al denominado «direct lending» dentro del llamado «shadow banking».
El tejido empresarial español ha estado sobre endeudado e infra capitalizado y la tendencia es a corregir estas desviaciones mediante la sustitución de la financiación bancaria adicional (vía crédito) por otras fórmulas más ligadas al reforzamiento del capital. Esta diversificación de las fuentes de financiación es inevitable dado los cambios experimentados en el sector bancario. Pero, además, tiene importantes ventajas entre las que conviene mencionar: incrementa la competencia, refuerza la estructura de capital de las empresas, alinea mejor los vencimientos de activos y pasivos, facilitando la financiación a largo plazo, permite financiar activos sin colateral, es decir, ideas innovadoras y, también, obliga a mejorar la gobernanza y transparencia de las empresas. Sin duda por todo ello, el Memorando de Entendimiento firmado por el Gobierno español y la troika como parte de ese rescate que, según el Gobierno no existió, incluía la obligación de fomentar la intermediación financiera no bancaria dando cobertura a un elenco de medidas de desarrollo adoptadas de entonces y que van desde la reforma al capital riesgo, la creación del Mercado Alternativo del Renta Fija, la potenciación del Mercado Alternativo Bursátil o la regulación del crowdfunding.
La posibilidad de recurrir a fuentes alternativas de financiación coincide con otros tres hechos ocurridos y que ayudan a dibujar un modelo económico de salida de la crisis bastante distinto de aquel con el que entramos en la recesión. En primer lugar, los cambios en la composición del ahorro de los españoles de la mano de dos nuevos vectores: el previsible fortalecimiento del ahorro privado para complementar la provisión publica de sanidad y pensiones sometidas al estrés presupuestario derivado del envejecimiento de la población. Por otra parte, veremos cómo disminuye el peso de la vivienda en el ahorro de las familias españolas, desde el 80% actual, frente al 54% en Alemania y el 25% en EE.UU. En segundo lugar, la creciente internalización de las empresas españolas en un mundo globalizado no solo va a requerir una financiación mayor, sino que también permite acceder a mercados financieros diferentes del propio, con culturas y posibilidades distintas. En tercer lugar, la necesidad de incrementar el tamaño medio de nuestras empresas, tan necesario para mejorar el empleo, la productividad o la innovación, va a verse estimulado por el recurso a los nuevos espacios de financiación, inicialmente pensados para empresas de mayor tamaño que la media de las españolas. El sector público va a ser, también, componente esencial en el paso desde el monocultivo hacia la diversificación en las fuentes de financiación, por ejemplo, en su propia financiación de empresas emprendedoras con ideas innovadoras o en la búsqueda de nuevos modelos con que financiar las infraestructuras.
Las fuentes no bancarias de financiación, tan extendidas e implantadas en otros países, están todavía poco maduras y desarrolladas en España. De ahí la preocupación sobre si llegaremos a tiempo de canalizar a través de ellas el dinero que necesitaremos para impulsar los niveles de crecimiento previstos o si la ausencia de las mismas se convertirá en un freno al crecimiento en el próximo futuro.