¿Cuál es la política económica del Gobierno?. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 9:27 am

Cuando el Gobierno dice, a mitad legislatura, que su política económica es lo que nos está sacando de la recesión, ¿a qué política económica se refiere? ¿la que defendió en la oposición, la que prometió en las elecciones,  la que dice practicar, o la que aplica? La reflexión me surge al calor de tres críticas recientes de la Comisión Europea al Gobierno Rajoy: cuando señala que sin hacer nuevos recortes del gasto, será imposible cumplir con los objetivos previstos del déficit público para 2014 y siguientes; cuando considera que “el plan de reformas estructurales no llega a lo que se considera necesario”; y cuando critica que no haya financiación bancaria para el sector privado, pero sí para comprar deuda pública.  Estamos ante una enmienda a la totalidad, frente a la que poco vale el autobombo gubernamental.

El PP ya manifestó cierta confusión a la hora de narrar su política económica cuando accedió al gobierno en 1996, confundiendo casualidad (una recuperación ya en marcha desde un año antes), con causalidad. Ahora la cosa tiene más miga porque hay elementos suficientes para sostener que ha sido, precisamente, la política económica seguida desde que ganó las últimas elecciones la que ha inducido la recesión durante 2012 (en 2011 el PIB creció) y la subida espectacular de la prima de riesgo que vivimos ese año.  Sin embargo, me parece más importante, cuando reivindican ahora su política económica, analizar de qué estamos hablando. Es decir, ver lo que se ha hecho, por comparación con lo que era su intención (lo que se anunció) y con lo que se dice. Para facilitar la exposición, lo dividiré en cuatro epígrafes.

  1. Consolidación fiscal. Resulta ilustrativo leer ahora el Programa de Estabilidad del Reino de España enviado por el Gobierno Rajoy en abril de 2012 donde, conociendo ya el saldo con que cerró 2011, se establecía para 2014 un objetivo de déficit público del 2,2% del PIB tras declarar que “ la prioridad del Gobierno es alcanzar en 2013 un déficit público del 3% del PIB” lo que, como dijo el ministro Montoro es un objetivo “irrenunciable”, ya que “la reducción del déficit es la manera más corta de salir de la crisis”. Hoy, apenas un año y medio después, sabemos que las cifras del déficit son otras: 10,6% en 2012, 6,8% mínimo en 2013 (más del doble del objetivo “irrenunciable”) y 5,8% previsto para 2014. Parece más bien, pues, que la salida de la recesión ha venido impulsada por la laxitud en la reducción del déficit público, prorrogando los plazos como demandamos algunos, antes que por un recorte rápido como predicaba el Gobierno el año pasado. Si, además, añadimos que a ello se llega con la mayor subida de impuestos, tasas y copagos en décadas, en contra de lo que se prometió y que, tenemos el mayor incremento de la deuda pública de nuestra historia (llegará al 100% del PIB en 2014, 20 puntos más de lo predicho hace un año), ¿cuál es esa política presupuestaria que nos está sacando de la recesión?
  2. Rescate financiero. Pocos recordaran ahora, escuchando la satisfacción del ministro de Guindos ante la “salida limpia” del rescate bancario que acaba de concedernos el eurogrupo, las cosas que decía en los meses anteriores a junio de 2012 cuando se aprobó dicho rescate. Primero, que no era necesario. Luego, asegurando que no costaría “ni un euro” a los contribuyentes españoles y, por supuesto, que no hacía falta crear ningún “banco malo” (como propusimos algunos) para deglutir el atasco de ladrillo y cemento que cerraba las cañerías del crédito bancario. Pues bien, hemos tenido rescate bancario, se ha creado la SAREB como “banco malo” y ha costado más de 50.000 millones de euros a todos los españoles. En este punto, la troika ha obligado, afortunadamente, al Gobierno a hacer algo que no creía necesario, ni que tenía previsto en su política económica. Pero el crédito al sector privado sigue sin fluir, en contra de lo que anunció que ocurriría, aunque si hay dinero para que los bancos compren deuda pública (¿efecto expulsión?).
  3. Reformas estructurales. Más allá de la retórica, solo es posible citar tres reformas estructurales aprobadas por el gobierno: la energética, la laboral y la de pensiones. Una, merma competitividad a la economía según denuncian sectores exportadores. Otra, ha estimulado los despidos y la rebaja de salarios, lejos de aquella creación de empleo que se prometió. La última, recorta derechos sociales a la vez que capacidad de compra a los pensionistas del futuro, aunque se repita lo contrario. No sorprende, pues, que la Comisión haya dado un toque de atención realista a los excesos de la propaganda reformista.
  4. Austeridad. Los tristes datos económicos del tercer trimestre de la Unión Económica evidencian que la llamada política de austeridad, golpea negativamente al crecimiento económico, como dicen todos los manuales de economía del mundo.  Por tanto, seguirla, puede ser una imposición de los acreedores a los deudores, pero nunca debe considerarse como estrategia exitosa para la recuperación. La economía española no tiene un problema de falta de competitividad exterior, sino de desplome de la demanda interna. En ese contexto, la devaluación interna realizada, basada en recortar renta disponible de las familias, está retrasando la reactivación de la economía y no lo contrario. Nuestra actual recuperación se consolidará antes si Alemania expande su gasto interno y autoriza a la Unión Europea a emprender planes selectivos de expansión, que si impone más austeridad.

A mitad de legislatura, pues, no es fácil asegurar cuál es la política económica del Gobierno. Porque no han hecho lo que dijeron, bajar impuestos y reducir el déficit hasta el 3%. Han hecho muchas cosas que dijeron que no harían, como subir impuestos, el rescate bancario o el banco malo. Las reformas hechas no han tenido los efectos anunciados, como recuperar el crédito privado o crear empleo. Y el aumento espectacular de deuda pública se compadece mal con la austeridad, demostrando que los recortes aplicados han sido ideológicos. ¿Entonces?

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