4 visiones de futuro. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 12:07 pm

Toda nuestra capacidad predictiva parece atascada en ver si el crecimiento económico nos visitará, o no, en el segundo semestre del año que viene. Pero, ¿hay vida más allá de 2014? ¿Le interesa a alguien superar este cortoplacismo en el que nos hemos instalado? Para salir de ese bucle infinito entre deseo y realidad, optimismo y optimismo informado, les propongo encender las “luces largas” que dan título a esta columna y reflexionar sobre cuatro asuntos que, vislumbrados ya hoy, configuraran una realidad, en los próximos cinco o diez años, muy distinta de la conocida. Les propongo pasar de la predicción a la prospectiva, de adivinanzas sobre el futuro a anticiparlo, porque tras la crisis no regresaremos a la casilla de salida.

  1. En el próximo ciclo de crecimiento económico, el papel de la banca será diferente que en el último. La burbuja especulativa fue posible, entre otras cosas, porque el recurso al crédito bancario se disparó como única forma de mantener una demanda efectiva muy superior a la que se hubiera derivado de la distribución de renta. El crédito bancario ensanchó la demanda hasta límites inconsistentes, hasta que la burbuja estalló. Desde entonces vivimos una sequia crediticia (constatada, una vez más por el último informe del FMI) que, aunque se corrija en los años venideros, nunca recuperará el peso relativo sobre el PIB que tuvo. El próximo ciclo expansivo no se financiará con crédito, tanto como el anterior. Eso significa varias cosas: primera, que el crecimiento se resentirá, situándose en tasas sensiblemente menores que las conocidas en la fase alcista 1994-2008. Segundo, que las empresas y las familias tendrán que encontrar otra manera de financiar sus actividades de inversión, con más autofinanciación (ahorro), así como un desarrollo importante de mercados alternativos de capitales. Tercero, que las entidades financieras se verán abocadas a una profunda reconversión en su modelo de negocio, o/y a una disminución relativa de su peso económico al ser menor el porcentaje de circulante que intermediarán.
  2. La globalización de la economía y la consolidación de un mercado mundial asimétrico (más libre para unos factores productivos que para otros) nos situará en una realidad muy diferente que puede entreverse ya hoy: dentro de cinco o diez años, España consolidará un importante grupo de empresas, de todos los tamaños y sectores, muy competitivas, muy rentables, con actividad productiva en varios países, actuando con una lógica global en financiación y gobierno corporativo pero, junto a eso, mantendrá todavía una elevada tasa de desempleo nacional (en la última bonanza, necesitamos diez años para rebajar el paro a niveles europeos). Las nuevas condiciones de actuación de los mercados agudizará las contradicciones entre factores productivos nómadas (que pueden viajar) y aquellos sedentarios, rompiendo los mecanismos y relaciones sociales del estado nación clásico. Los actuales instrumentos de política económica (monetaria, presupuestaria, regulatoria) quedarán, así, obsoletos, más allá de los problemas institucionales que arrastre la Unión Europea. Esta realidad hará más probable que se agudicen la desigualdad de renta y la polarización social.
  3. La crisis del estado del bienestar, en uno de los momentos en que más se le necesitará, vendrá determinada por esta nueva realidad económica global, mucho más que por la “rebelión de los ricos” que se niegan a pagar impuestos para redistribuir renta mediante la provisión pública y gratuita de bienes sociales como la educación, sanidad o pensiones. En un modelo competitivo basado en el “low cost de calidad”, esa crisis de las principales políticas públicas redistributivas agudizará la desigualdad y reducirá el crecimiento al obligar a las familias de clase media y baja a aceptar menores salarios y a mantener mayores tasas de ahorro con que pagar unos servicios básicos que ahora se financian mediante impuestos progresivos. Frente a esta realidad compleja, responder con medidas de gestión que no contemplan la obligada introducción de criterios de eficacia y evaluación en las provisión de servicios públicos, o con propuestas fiscales ciegas ante la dicotomía entre bienes nómadas y sedentarios cuando la movilidad instantánea configura la realidad en que vivimos, solo conduce a la melancolía. La crisis del estado del bienestar se agudizará, más allá de los ajustes presupuestarios actuales, como consecuencia simultánea de tres vectores: un cambio radical en el modelo productivo donde la inversión, creación de empleo, generación de riqueza y pago de impuestos ya no se hará sobre una base nacional sino de manera creciente a escala mundial; junto a la presión de quienes actúan, en defensa de sus intereses, para recortar su carácter redistributivo de la renta en un contexto político muy diferente de aquel en que nació (José Víctor Sevilla, “El declive de la socialdemocracia” RBA) sin olvidar el inmovilismo de quienes, en defensa de sus intereses corporativos, han bloqueado cualquier cambio adaptativo del modelo de bienestar. En la actual situación, no hacer nada no puede ser una opción, aunque ello no puede legitimar el hacer cualquier cosa.
  4. El anterior gobierno planteó un debate importante: la necesidad de cambiar el modelo productivo para fundamentar uno nuevo sobre bases de crecimiento más sostenibles que el anterior. El error fue proponerlo como una cuestión de sectores (construcción, nuevas tecnologías) en lugar de vectores (innovación, internacionalización), de qué hacer (ladrillos vs ordenadores), en lugar de cómo hacerlo (ladrillos con ordenador). Pero aunque la respuesta fue equivocada, la pregunta sigue gozando de gran actualidad mostrando, además, una ambición de país que parece ausente en este momento. La economía que viene estará basada, toda ella, en dos pilares complementarios: el talento humano y la sostenibilidad ambiental. En ese sentido, será tanto economía del conocimiento como economía verde, en un contexto donde el reparto de espacios, iniciativas, tareas y responsabilidades entre sector público y sector privado, será diferente al que ha existido hasta el momento.

Aunque estos cuatro puntos pueden actuar como brújula que nos permite caminar hacia adelante, el futuro es un país desconocido del que no tenemos todavía mapas. ¿Hay alguien que considere importante el empezar a hacerlos, mirando más allá de 2014? Creo que sí, pero ya les contaré.

Un comentario

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Curro Bernales
21.05.2013 a las 02:03 Enlace Permanente

Buenas noches 🙂
Entiendo que su artículo plantea la necesidad de cambiar nuestro modelo económico (puntos 4 y 2); de redefinir el papel del Estado «hacia el interior» y, en especial, en lo referente a los ingresos y el gasto público (punto 3); de redefinir también lo público «hacia afuera», ante la transformación que la Globalización ha prodicido en el sujeto político (punto 2).
Pero como creo que ha dicho en otro artículo (no recuerdo cual), tan importante es definir el qué, como el cómo hacer las cosas. El método. Así pués, ¿tendría Ud artículos publicados -con el mes aproximado me basta para buscar- en los que defina cual es el modelo alternativo que propone, de Estado y de aparato productivo , y cómo llegar a él?
Y, como extra :), esta mañan discutía con unos amigos sobre los efectos perversos de tener un sistema de ingresos y gasto público, ambos de progresividad imperfecta. Ellos -todos economistas- me miraban como si hablase en japonés.Y yo tengo ya tan asumida -y por lo tanto, olvidada- la idea de que esto lleva a concentrar la carga fiscal en la parte «media» de los contribuyentes (aparte ya de los problemas de gestionar la complejidad), que por mucho que dibujé, mis argumentos no fueron convincentes. ¿Tendría alguna referencia a un estudio, así, a vuelapluma, que analizáse este tema -mejor si es para España?
Gracias en todo caso, y un cordial saludo…

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