¿Brotes verdes o sarpullido?. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 9:55 am

Cuando el Ministro Guindos dijo, en sede parlamentaria, que veía “signos positivos incipientes” de una mejoría en la situación económica española, me puse a buscarlos desesperadamente. Y la verdad, aunque se están produciendo cambios en las circunstancias externas que ayudan a ello si el Gobierno sabe aprovecharlos, no soy capaz de verlos todavía. Ya sé que las encuestas recogen con retraso los impactos subjetivos porque los ciudadanos tardan en identificar con claridad tanto una situación positiva, como una negativa. Pero ese 89% que, batiendo records, veían en la última encuesta del CIS la situación económica como mala o muy mala, es un dato que no encaja con el optimismo ministerial que contrasta, también, con la política de tristeza que, sobre la crisis, sigue el Presidente Rajoy.

                Poco después, fue la Directora del FMI, Lagarde, quien señalaba desde la reunión ministerial del G-20 en Ciudad de México, que la economía mundial se había aproximado peligrosamente al borde del abismo en los últimos meses, pero había evitado caer en él.  Así, aunque “no ha salido de la zona de peligro”, el descarrilamiento de la recuperación mundial no se ha producido. Y esta semana, uno de los medios de comunicación de referencia, el semanario The Economist, argumenta que las perspectivas de la economía mundial son mejores de lo que parecía hasta hace poco y que, a pesar de que subsisten riesgos importantes, podemos encontrar “signos positivos” que podrían llegar, incluso, a ser considerados como una recuperación tímida.  

                Lo primero que sorprende es que el crecimiento económico, o su ausencia, esté de nuevo en el frontispicio de las preocupaciones internacionales, después de meses obsesionados con la deuda soberana de USA y de los países del euro. Tanto interesa, que uno de los principales indicadores de clima empresarial sectorial, elaborado mediante una encuesta a 700 responsables en 58 países, que prioriza cada dos años lo que más preocupa en el mundo de las finanzas mundiales, recogía esta semana que la “fragilidad” macroeconómica es lo que trae de cabeza, ahora, al sector, desplazando, incluso, los riesgos crediticios o los problemas de liquidez y proporcionando el nivel más elevado de “ansiedad” en el sector financiero desde 1996 en que se creó el índice. (“Banking Banana Skins 2012”. CSFI & pwc).

                Da la impresión, pues, de que la economía mundial se encuentra en un punto de inflexión sin que sepamos con certeza, todavía, si sube o si baja. Parece obvio que, pese a sus interrelaciones, la situación no es la misma en Europa, USA o los BRICS. China y Brasil están haciendo la digestión de las elevadas tasas de crecimiento en los años recientes, controlando la inflación y corrigiendo ciertos desajustes sectoriales sin congelar, no obstante, sus economías. Estados Unidos se reactiva tímidamente hasta un previsible 2,5% de crecimiento medio este año, reduciendo el paro, en medio del fuego cruzado entre un Presidente empeñado en la creación de empleo en pleno período electoral y una derecha republicana, mayoritaria en el Congreso, obsesionada en que inverosímiles planes de recorte del gasto público hundan las opciones de reelección de Obama.

                Europa sigue siendo lo más parecido que queda hoy en el mundo a una zona en crisis económica. Las reiteradas inyecciones de liquidez del BCE, utilizadas por los bancos para obtener beneficios comprando deuda pública, no pueden ocultar tres realidades contundentes: sigue sin haber mercado interbancario, es decir, siguen los bancos sin fiarse unos de otros; continúa la sequía de crédito a empresas y familias y, en tercer lugar, los rigurosos planes de ajuste de los déficits públicos han superado ya el punto de credibilidad para empezar a cuestionar la solvencia de los países en la medida en que están echando por tierra cualquier atisbo de recuperación que es, al final, lo que permitirá devolver las deudas contraídas. Todo ello, sitúa a la economía europea, con la zona euro a la cabeza, en una recesión en la sombra a pesar de haber superado obstáculos importantes como la segunda renovación de la deuda griega.

                Sobre la situación mundial planean problemas objetivos que matizan el optimismo: Las entidades financieras siguen estando muy quebradizas; los elevados niveles de deuda, pública y privada, augura un largo período de desapalancamiento que frena la recuperación; las altas tasas de paro unidas a una creciente desigualdad social y, por último, el aumento de los precios del petróleo. Pero lo que más inseguridad genera es lo que cada vez con mayor propiedad se está llamando riesgo de la política económica. Es decir, el temor a que se implanten o mantengan políticas económicas que, en lugar de empujar hacia la recuperación, terminen por aplastar cualquier pequeño brote verde dejándolo reducido a un sarpullido.

                En España, más allá de una discutible gestión política del asunto, el pequeño margen conseguido este año de Bruselas al conseguir deslizar el objetivo de déficit público desde el 4,4, hasta el 5,3%, unido a un más que previsible alivio en el coste de financiación de la deuda, deberían servir para que el Gobierno empeñara acciones de reactivación. De momento, lo más parecido a una inyección presupuestaria de apoyo a la economía real en el más puro estilo keynesiano, está siendo el plan de pago de la deuda comercial de comunidades autónomas y ayuntamientos, donde se transforma déficit en deuda, a la vez que entrega al Gobierno avalista un poderoso instrumento de presión efectiva sobre el resto de administraciones, “salvadas” de sus acreedores.

                Pero deberíamos aprovechar el momento para ser audaces en los presupuestos para 2012 y, junto a una necesaria y asumida subida del IVA que permita recortar cotizaciones sociales, empaquetar algunos planes sectoriales de reactivación en colaboración con las CC.AA y las empresas.  Y centrar los recortes en el voluminoso capítulo de gastos fiscales donde se mezclan deducciones y desgravaciones impositivas que, tal vez, fuera adecuado recortar a la mitad, de manera excepcional. De momento, me conformaría con ver signos positivos incipientes de que el Gobierno actúa para combatir el paro, sin esperar a una próxima vida postreformas.

2 comentarios

001
Marcos Victorero Cordero
04.04.2012 a las 21:57 Enlace Permanente

Esta obsesión que manifiestan «los que mandan» en Europa por fiarlo todo a los recortes me recuerda a los médicos de antes de Pasteur que lo pretendían curar todo con sangrías. ¿No estarán la Economía y otras ciencias humanas aún en una etapa parcialmente «precientífica» y por ello vulnerable a los fundamentalistas, en este caso «fundamentalistas del mercado»?.

002
Marcos Victorero Cordero
04.04.2012 a las 22:05 Enlace Permanente

Claro que una explicación menos inocente a la postura alemana, por ejemplo, sería que, a expensas de la crisis, Alemania pretende conseguir una hegemonía económica continental (¿no se está beneficiando su Deuda de los movimientos financieros actuales?) pero si se pasa puede acabar reinando en un solar.

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