La recaída está en nuestras manos. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 12:32 pm

La semana previa al debate parlamentario sobre los Presupuestos ha sido pródiga en advertencias económicas para España. Sin embargo, yo sigo prendido de una omisión que, como los lapsus, dicen mucho sobre la realidad de las cosas ya que, a veces, lo que se calla tiene más significado que aquello que se cuenta. La Vicepresidenta Económica, en su reciente comparecencia en el Senado, silenció una palabra, o mejor, un concepto, que sí figuraba en la versión repartida de su discurso. La errata, que así fue calificada, no descartaba la posibilidad de que la economía española sufriera en los próximos trimestres una recaída en su nivel de actividad. Tampoco decía que fuera a ocurrir, simplemente, no la descartaba.
        En defensa de quien coló la frase en el discurso diré que esa es, precisamente, la preocupación en todo el resto del mundo. Cualquiera que se aproxime a la prensa internacional, comprobará que la posibilidad de que vivamos una recuperación en forma de W es decir, con una recaída tras un breve período al alza, es omnipresente, junto al temor a una larga L o período de crecimiento lánguido, insuficiente para absorber las elevadas tasas de paro que ha dejado el vendaval financiero. Nadie dice que tenga que pasar, pero tampoco nadie se atreve a descartarlo con rotundidad.
         Como ya ocurrió con el absurdo debate sobre si estábamos o no en crisis, hay quien parece apuntarse a una versión del atomismo lógico del primer Wittgenstein, reconociendo no solo que las palabras son la imagen reflejada de las cosas, sino que, también a la inversa, una cosa solo existe si hay una palabra que la designe. Por tanto, si prohibimos el uso de los nombres crisis o recaída, estas cosas dejaran de existir en el mundo real, o al menos, en el mundo de la política oficial.
         “Eppure, si muove”. Algunas cosas existen con independencia de que queramos nombrarlas e incluso de que conozcamos su existencia. Miles de personas morían por infecciones bacterianas, aún antes de saber que había bacterias. De igual manera, el riesgo de recaída no se puede descartar, sólo con no mencionarlo.
         De hecho, conforme se van conociendo elementos de nuestro puzzle económico nacional, se acrecientan los temores sobre el “cuando” de nuestra recuperación económica, el “cómo” y sobre todo, su “consistencia”. Todo el mundo acepta ya que lo peor ha pasado. Que los próximos trimestres, aún siendo todavía pésimos, serán menos malos que los ya transcurridos, porque parten de niveles muy bajos de actividad y empleo. Casi todo el mundo reconoce que la recuperación en España, entendida como volver a tasas de crecimiento superiores a cero, llegará más tarde que a los países centrales del sistema. Y el debate hoy es si nos quedaremos varados en tasas bajas de actividad durante mucho tiempo o si viviremos una corta recuperación más significativa, seguida de una recaída. Y no estoy hablando de optimismo o pesimismo, ni de posicionarse a favor o en contra del gobierno, ni mucho menos de una apuesta azarosa como la lotería. Existen elementos que avalan esas posibilidades poco atractivas, más allá de nuestros problemas con la precariedad laboral (paro+temporalidad) y su impacto negativo en el consumo, sobre todo, sin crédito financiero abundante.
         La alerta de Moody´s sobre el deterioro adicional en las cuentas de nuestro sistema financiero como consecuencia del excesivo peso de ciertos activos en sus balances, es uno de ellos. Hablé aquí la pasada semana del “complejo inmobiliario financiero” y el lastre que las minusvalías inmobiliarias latentes iban a tener sobre nuestro mercado crediticio durante el próximo año. Pues de eso se trata. Mientras el resto del mundo ha procedido a un ajuste tan rápido como traumático de precios en los activos tóxicos, con el consiguiente impacto sobre las cuentas de resultados de las entidades financieras con sus planes de salvamento público y recapitalización, como España era diferente, no hemos hecho ni lo uno, ni lo otro. Aquí se ha optado por una absorción lenta del problema y esta estrategia tendrá como consecuencia previsible que cuando los demás hayan superado sus problemas de solvencia y retomen una actividad crediticia plena en sus economías, nuestro sistema financiero estará inmerso, todavía, en un momento delicado del ajuste que le obligará a mantener restringido el crédito a familias y empresas.
         Otro elemento está en la comunicación de la Comisión Europea que juzga la sostenibilidad futura de nuestras cuentas públicas como de alto riesgo y aconseja  una rápida reforma del sistema de pensiones (Pacto de Toledo) , en el gasto sanitario (Pacto sanitario) y en los ingresos (reforma fiscal y lucha contra el fraude).
         Más ejemplos de esta semana sobre nuestras debilidades, tienen que ver con múltiples pronunciamientos nacionales e internacionales a favor de abordar una reforma del mercado laboral (sin pérdida de derechos), una revisión profunda de nuestras cargas administrativas o una apuesta decidida sobre la economía sostenible y la lucha contra el cambio climático.
         Con todas estas tareas pendientes y peligros flotando en el ambiente, no se puede asegurar una lenta recuperación de nuestra economía, ni una recaída. Pero, siendo serios, tampoco se puede descartar por lo que el gobierno debería incorporar la errata a su discurso.
 El futuro no está escrito y dependerá de lo que hagamos, o no hagamos, ahora. Ahí radica el mensaje positivo sobre la situación: podemos mejorar nuestras expectativas.  Para ello, hay que partir de un diagnóstico correcto de la situación, incluyendo las dudas sobre la calidad de nuestra recuperación si no hacemos algo más que lo conocido hasta ahora. Algo, que deberemos ver en el debate presupuestario para que este ayude a mejorar nuestras posibilidades futuras a partir de la puesta en marcha de un programa de reformas como el apuntado aquí. De lo contrario, sería la primera vez en nuestra historia democrática, que acumularemos una década sin cambios profundos en nuestras estructuras socio-económicas, más allá de las burbujas especulativas con las que, al igual que si fueran bayonetas, se puede hacer muchas cosas, menos sentarse sobre ellas.

Un comentario

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Angel I
20.10.2009 a las 00:14 Enlace Permanente

Resulta inteligente identificar que el crecimiento a medio plazo también depende de lo que hagamos. Pero parece dificil consensuar una serie de medidas para minimizar los principales efectos negativos de la crisis (paro) y maximizar las ventajas estratégicas que tenemos. No parece facil de creer que la busqueda de este consenso mínimo sea un objetivo prioritario actualmente para la oposición………..y los acuerdos no son fáciles si una de las partes no quiere.

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