Supongamos que hay elecciones europeas. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 12:53 pm

 

De repente me acuerdo de los millones de seres humanos que desean formar parte de la Unión Europea, ese espacio común en el que ya vivimos muchos europeos que hemos aprendido a superar nuestras diferencias en las mesas de negociación en lugar de en el campo de batalla, como sigue siendo habitual en otros lugares no tan alejados del mundo. Un espacio de libertad y progreso, a pesar de sus múltiples fallos y problemas. Me acuerdo, por tanto, de aquéllos que querrían que su opinión fuese tenida en cuenta a la hora de forjar las políticas de una de las grandes potencias mundiales. De todos aquéllos que aspiran a poder votar en unas elecciones europeas. Y pienso en lo especial de este momento en el que la crisis financiera ha puesto patas arriba el orden económico internacional. Las instituciones y buena parte de las políticas puestas en marcha desde la anterior crisis de los años 30 del siglo pasado están agotadas, al menos, parcialmente. Tenemos ante nosotros la oportunidad y la posibilidad de rediseñar nuevos mecanismos capaces de canalizar las fuerzas positivas de la globalización y el desarrollo tecnológico a favor de la mayoría y no sólo para lucro creciente de una minoría. Podemos decidir qué resulta útil proteger y mantener de cara al futuro y qué, por el contrario, debe ser objeto de profunda transformación e incluso de supresión, como los paraísos fiscales. Vivimos uno de esos momentos que se estudian en los libros de Historia como aquellos que decidieron por donde caminaba el futuro de la humanidad. Y tenemos la suerte de hacerlo desde un buque insignia como es la Unión Europea que, junto a EEUU, Rusia, China, India, Brasil y otros, están decidiendo precisamente si le hacemos un apaño al capitalismo de casino existente que nos ha llevado a esta crisis, en espera del siguiente bache, o si abordamos reformas de mayor ambición que redefinan reglas del juego (regulación, supervisión), algunas instituciones internacionales y reduzcan desigualdades sociales.

Todavía es pronto. Pero todo lo acontecido y dicho desde el estallido de la crisis me lleva a pensar que, con muchas probabilidades, nos conformaremos con algunos retoques sobre lo existente, presentados, eso sí, como las mismísimas tablas de la ley divina, reveladas en persona a los líderes mediáticos del momento. A pesar del pragmatismo extremo con el que ha sido gestionada la situación por todos los gobiernos, incluyendo nacionalizaciones de una parte importante del poder económico y financiero, no veo sustrato, ni empuje, para hacer reformas del calado, duración e intensidad de las que se abordaron mediante el New Deal americano, el Estado del Bienestar europeo y la conferencia internacional de Bretton Woods. Trabajaremos dentro de ese esquema, más los desarrollos posteriores, pero no preveo un cambio de paradigma en las reformas, como sería esperable después del fracaso que esta crisis ha supuesto para una versión extrema pero hegemónica del neoliberalismo. Y a pesar de ello, prefiero que España atraviese todo ese momentum como miembro de pleno derecho de la Unión Europea y del euro.

Son varias las lecciones que se pueden extraer de esta crisis. Una, muy evidente, ha sido el fracaso del modelo, o mejor dicho, del no modelo, de gobernanza mundial. Hemos dejado que la globalización económica, y la financiera en cabeza, extendiese por todo el planeta su fuerza creadora pero, también, la destructiva, sin encontrarse con ningún límite controlador, acorde con sus dimensiones y necesidades. Esto se ha hecho así voluntariamente por parte de los creyentes en que las fuerzas libres del mercado son superiores a cualesquiera otras a la hora de organizar espontáneamente los intereses contrapuestos de una sociedad compleja. Eso es lo que ha fracasado. El puro mercado sólo es tan destructivo como lo fue el puro Estado solo.

Rediseñar instituciones mundiales que, sin restringir la fuerza positiva de la globalización económica, controle su lado oscuro es uno de los principales retos a los que estamos haciendo frente. Que las actualmente existentes ya no sirven en su configuración actual, lo prueba el hecho de que este problema crucial se está abordando desde entes tan precarios como el G-20 ampliado. No desde el FMI, ni tan siquiera desde la ONU, sino desde encuentros informales de líderes como aquellos de Postdam y Yalta finalizando la II Guerra Mundial. Reuniones donde Europa tiene ahora una representación doble: las naciones con asiento propio, más la Comisión en nombre del conjunto. Por tanto, lo que diga la Unión Europea también es importante para redefinir el mundo poscrisis.

Además, en el ámbito interno, la lucha contra la crisis está significando una renacionalización de las políticas económicas, con las ayudas al automóvil como paradigma. El euro ha forzado un lento y pequeño avance en las políticas monetarias y de supervisión europeas. Pero el desequilibrio entre la gestión común de unas medidas de política económica anticrisis y de otras ha sido muy evidente. Como también, los problemas de indefinición derivados de la no aprobación, ni tan siquiera, del Tratado de Lisboa, que debería permitir mejorar el funcionamiento de las instituciones y de la toma de decisiones que afectan a millones de personas de dentro y de fuera de la Unión. También en eso, pues, estamos en un momento crucial en el que podemos seguir caminando hacia delante o estancarnos en el marasmo ineficaz y paralizante de la situación institucional actual.

La Unión Europea siempre ha sido un proyecto en marcha, en construcción permanente. Pero nunca como ahora sus decisiones, internas y en el ámbito internacional, con todas sus imperfecciones, contribuyen a redefinir tanto la realidad, haciendo posible o inviable las esperanzas de muchos seres humanos en todo el mundo. Y cada cuatro años, se nos pide que decidamos los ciudadanos. No todos los afectados, sino sólo los que formamos ya parte del club. Por ello, como socio, pero también en nombre de los que queriendo serlo todavía no lo son, si hubiera elecciones europeas, yo, desde luego, votaría. ¿Y usted?

2 comentarios

001
PacoM
08.06.2009 a las 15:16 Enlace Permanente

¿Cómo es posible que no lo hayas publicado unos días antes? Nos habría venido a todos bien haber disfrutado con tu exposición y, en la medida de lo posible, darlo a conocer para que, sobre todo los jóvenes que los veo menos implicados, reflexionaran un poco después de leer tan excelente artículo. ¿Te imaginas?
Tampoco le vendría nada mal a nuestra clase política que de vez en cuando asistieran a esta clase particular de «política» para que nos dediquemos a lo importante.
Imagino que tendrás tus motivos para no ser más explícito, pero a veces uno echa en falta que la realidad se haga tan ostensible que haya que ponerse «gafas de sol» para aguantar y no cerrar los ojos, porque la penumbra, normalmente, no es buena.

002
magda
09.06.2009 a las 21:22 Enlace Permanente

He votado, he votado PSOE.
He votado porque creo que es mi deber como ciudadana, que la oportunidad es cada cuatro años y que posiblemente las cosas para esas fechas estén muy cambiadas.
No he dudano en el voto ni a quien.
Pero si voy a exigir al PSOE, que está ahí para algo, que los que votamos por politicas sociales confiamos que nuestros representantes hagan de parapeto de toda esta politica neoliberal y no utilicen nuestros votos solo para llegar al parlamento Europeo.
Parar al fascismo que se acerca y defender las medidas labores dignas.
Y no ser complices del casino económico del que ellos también son culpables.
La gente no vota por muchas razones, unas por que le parecen todos iguales, otros porque nadie le está ayudando en este momento de crisis, otros porque Europa les parece una cosa de intelectuales….pero otros muchos porque su partido no fue capaz de salvar el tsunami económico, por que estando en un sitio privilegiado dejaron a los suyos sin protección y …-¿por qué lo van hacer ahora?-…se pregunta la gente.
Hay que ganarse la confianza, y es muy difícil recuperarla.
Todo tiene un limite, y el PSOE posiblemente está tocando el suyo.
Deseo de todo corazón que recapacite y se dedique a los ciudadanos.
Un saludo

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