La segunda vuelta de la crisis.

Escrito a las 10:33 am

Lo ha vuelto a decir el presidente del Gobierno en su reciente comparecencia parlamentaria: vivi­mos una etapa de crecimiento del PIB débil o muy débil que se situará para España en el entor­no del 1,6% este año, para bajar al 1% en 2009. La Comisión Europea ha ido un poco más lejos al vaticinarnos, esta semana, una recesión inmedia­ta. Parece, pues, que lo peor de la crisis está por delante, justo en el momento en que las medidas de política económica para hacerle frente están ya, casi todas, aprobadas por el Gobierno aunque algunas no ha­yan entrado todavía en vigor.

No podemos saber qué hu­biera ocurrido con nuestra eco­nomía de no haberse adoptado los sucesivos paquetes de medi­das que se han presentado en los últimos meses. Pero si aceptamos que los desencadenantes de la mala situación actual, son exte­riores –precio del petróleo e incertidumbre financiera interna­cional tras la crisis de las hipote­cas americanas– el margen de ac­tuación nacional es reducido, a pesar de lo cual, el elenco de deci­siones tomadas por los distintos gobiernos es lo suficientemente diverso como para merecer algu­nos comentarios.

El primero es que la influencia ideológica no parece ser muy determinante. Así, vemos como un gobierno supuestamente liberal y de derechas como el del presi­dente Bush, ha aprobado la ma­yor intervención pública que se puede adoptar, nacionalizando las dos principales agencias hipotecarias privadas del país. De igual manera, intervino para que algunos bancos compraran otro que estaba en di­ficultades y ha reorientado las competencias de la Reserva Federal sobre su sistema financiero, en un sentido mucho más intervencionista que antes. Junto a ello, otro gobierno como el espa­ñol, socialista y de izquierdas, dice que no acudi­rá en ayuda de ninguna empresa privada con di­nero público, aunque amaga con líneas de crédi­to oficial para promotores inmobiliarios. (Por cierto, ¿se hubiera salvado Martinsa- Fadesa de haber estado en vigor antes?).

El segundo comentario es sobre la relativa ine­ficacia de los tipos de interés en situaciones de grave incertidumbre como la que vivimos. EEUU ha ido rebajando el tipo de interés fijado como objetivo por los fondos federales hasta el 2%, el Reino Unido sitúa enel 5% su tipo de interés ofi­cial, mientras que el Banco Central Europeo lo mantiene en el 4,25% para la zona euros, sin que de estas divergencias se deriven, al menos de momento, desempeños económicos muy diver­gentes. Parecería que estamos en esa situación descrita por Keynes en la que el temor ante lo desconocido es tan determinante que aunque los tipos de interés bajen, la inversión y el consumo no reaccionan al mismo ritmo, aunque sí lo haga el tipo de cambio.

Tampoco parece que el mayor o menor acti­vismo presupuestario esté jugando un papel de­cisivo a corto plazo. Países con déficit público y elevado endeudamiento comparten malos resultados con otros que mantienen cuentas públicas saneadas. Llama de nuevo la atención la fuerte inyección presupuestaria que ha realizado el Go­bierno americano o los déficit públicos de gobier­nos conservadores, mientras aquí hasta los sindi­catos parecen compartir la bondad de una fuerte restricción en el gasto público y sólo debatimos sobre si crecerá en 2009 un 3,5% como propone el Gobierno o el 2% como exige la oposición.

Todos los países están pasando por un mo­mento malo y todos tienen sus fortalezas y debili­dades. Pero no parece que las respuestas de polí­tica económica que están adoptando unos u otros, se distingan ni por una ideología claramen­te divergente que permita trazar políticas de derechas o de izquierdas, ni por unos resultados pa­tentemente distintos que permitan señalar qué medidas son las que están dando resultado. Tal vez, porque como dijo Solbes nos encontramos ante una crisis confusa o, en palabras similares del responsable de la reserva federal americana, la más difícil que recuerda.

En cualquier caso, cuando todavía la existen­cia o no de la crisis era algo opinable, al menos en España, algunos nos adelantamos a pedir a los sindicatos moderación salarial para evitar que una indiciación de los mismos con el IPC se tra­dujera en posteriores subidas significativas y adi­cionales de la inflación. Da la impresión de que esto no va a pasar y que los responsables de una cierta resistencia a la baja de los precios no son, hoy, precisamente los salarios.

El verdadero riesgo de que vivamos una se­gunda vuelta de la crisis que ace­lere la tendencia bajista del ciclo se sitúa, más bien, en la posibili­dad de una sequía crediticia seve­ra, en momentos en que los mer­cados de valores tampoco están como para garantizar financia­ción alternativa. El frenazo en la concesión de créditos, inducido por las limitaciones regulatorias ante el avance de la morosidad, las dificultades de liquidez ola fal­ta de confianza, se está producien­do. La financiación a los sectores no financieros, sociedades y fami­lias residentes en España, que cre­cía al 24% anual en 2006, lo hace ahora en torno al 10%, y cayendo, mientras el BCE endurece las con­diciones en las que concede facili­dades de liquidez al sistema financiero y los mercados internaciona­les elevan las primas de riesgo.

Vivimos en una economía ba­sada en el crédito. Y la importan­cia de este factor para la inver­sión, el consumo y la creación de empleo contrasta con el hecho de que su manejo no esté en manos de los gobiernos sino de entes independientes co­mo los bancos centrales cuyo objetivo casi exclu­sivo es el control de la inflación. De aquí la para­doja de que sean los gobiernos democráticos quienes tienen que dar la cLo ha vuelto a decir el presidente del Gobierno en su reciente comparecencia parlamentaria: vivi­mos una etapa de crecimiento del PIB débil o muy débil que se situará para España en el entor­no del 1,6% este año, para bajar al 1% en 2009. La Comisión Europea ha ido un poco más lejos al vaticinarnos, esta semana, una recesión inmedia­ta. Parece, pues, que lo peor de la crisis está por delante, justo en el momento en que las medidas de política económica para hacerle frente están ya, casi todas, aprobadas por el Gobierno aunque algunas no ha­yan entrado todavía en vigor.

No podemos saber qué hu­biera ocurrido con nuestra eco­nomía de no haberse adoptado los sucesivos paquetes de medi­das que se han presentado en los últimos meses. Pero si aceptamos que los desencadenantes de la mala situación actual, son exte­riores –precio del petróleo e incertidumbre financiera interna­cional tras la crisis de las hipote­cas americanas– el margen de ac­tuación nacional es reducido, a pesar de lo cual, el elenco de deci­siones tomadas por los distintos gobiernos es lo suficientemente diverso como para merecer algu­nos comentarios.

El primero es que la influencia ideológica no parece ser muy determinante. Así, vemos como un gobierno supuestamente liberal y de derechas como el del presi­dente Bush, ha aprobado la ma­yor intervención pública que se puede adoptar, nacionalizando las dos principales agencias hipotecarias privadas del país. De igual manera, intervino para que algunos bancos compraran otro que estaba en di­ficultades y ha reorientado las competencias de la Reserva Federal sobre su sistema financiero, en un sentido mucho más intervencionista que antes. Junto a ello, otro gobierno como el espa­ñol, socialista y de izquierdas, dice que no acudi­rá en ayuda de ninguna empresa privada con di­nero público, aunque amaga con líneas de crédi­to oficial para promotores inmobiliarios. (Por cierto, ¿se hubiera salvado Martinsa- Fadesa de haber estado en vigor antes?).

El segundo comentario es sobre la relativa ine­ficacia de los tipos de interés en situaciones de grave incertidumbre como la que vivimos. EEUU ha ido rebajando el tipo de interés fijado como objetivo por los fondos federales hasta el 2%, el Reino Unido sitúa enel 5% su tipo de interés ofi­cial, mientras que el Banco Central Europeo lo mantiene en el 4,25% para la zona euros, sin que de estas divergencias se deriven, al menos de momento, desempeños económicos muy diver­gentes. Parecería que estamos en esa situación descrita por Keynes en la que el temor ante lo desconocido es tan determinante que aunque los tipos de interés bajen, la inversión y el consumo no reaccionan al mismo ritmo, aunque sí lo haga el tipo de cambio.

Tampoco parece que el mayor o menor acti­vismo presupuestario esté jugando un papel de­cisivo a corto plazo. Países con déficit público y elevado endeudamiento comparten malos resultados con otros que mantienen cuentas públicas saneadas. Llama de nuevo la atención la fuerte inyección presupuestaria que ha realizado el Go­bierno americano o los déficit públicos de gobier­nos conservadores, mientras aquí hasta los sindi­catos parecen compartir la bondad de una fuerte restricción en el gasto público y sólo debatimos sobre si crecerá en 2009 un 3,5% como propone el Gobierno o el 2% como exige la oposición.

Todos los países están pasando por un mo­mento malo y todos tienen sus fortalezas y debili­dades. Pero no parece que las respuestas de polí­tica económica que están adoptando unos u otros, se distingan ni por una ideología claramen­te divergente que permita trazar políticas de derechas o de izquierdas, ni por unos resultados pa­tentemente distintos que permitan señalar qué medidas son las que están dando resultado. Tal vez, porque como dijo Solbes nos encontramos ante una crisis confusa o, en palabras similares del responsable de la reserva federal americana, la más difícil que recuerda.

En cualquier caso, cuando todavía la existen­cia o no de la crisis era algo opinable, al menos en España, algunos nos adelantamos a pedir a los sindicatos moderación salarial para evitar que una indiciación de los mismos con el IPC se tra­dujera en posteriores subidas significativas y adi­cionales de la inflación. Da la impresión de que esto no va a pasar y que los responsables de una cierta resistencia a la baja de los precios no son, hoy, precisamente los salarios.

El verdadero riesgo de que vivamos una se­gunda vuelta de la crisis que ace­lere la tendencia bajista del ciclo se sitúa, más bien, en la posibili­dad de una sequía crediticia seve­ra, en momentos en que los mer­cados de valores tampoco están como para garantizar financia­ción alternativa. El frenazo en la concesión de créditos, inducido por las limitaciones regulatorias ante el avance de la morosidad, las dificultades de liquidez ola fal­ta de confianza, se está producien­do. La financiación a los sectores no financieros, sociedades y fami­lias residentes en España, que cre­cía al 24% anual en 2006, lo hace ahora en torno al 10%, y cayendo, mientras el BCE endurece las con­diciones en las que concede facili­dades de liquidez al sistema financiero y los mercados internaciona­les elevan las primas de riesgo.

Vivimos en una economía ba­sada en el crédito. Y la importan­cia de este factor para la inver­sión, el consumo y la creación de empleo contrasta con el hecho de que su manejo no esté en manos de los gobiernos sino de entes independientes co­mo los bancos centrales cuyo objetivo casi exclu­sivo es el control de la inflación. De aquí la para­doja de que sean los gobiernos democráticos quienes tienen que dar la cara por los malos datos económicos y, a la vez, no sean responsables de algunas de las principales palancas e instru­mentos que inciden sobre esos resultados. Quizá por eso, de repente, está adquiriendo un protago­nismo político inusitado nuestro Instituto de Cré­dito Oficial. Para bien, o para mal, ya no queda mucho más para intentar evitar, desde aquí, esa temida segunda vuelta de la crisis.ara por los malos datos económicos y, a la vez, no sean responsables de algunas de las principales palancas e instru­mentos que inciden sobre esos resultados. Quizá por eso, de repente, está adquiriendo un protago­nismo político inusitado nuestro Instituto de Cré­dito Oficial. Para bien, o para mal, ya no queda mucho más para intentar evitar, desde aquí, esa temida segunda vuelta de la crisis.

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