España: Montoro y Negro. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 1:06 pm

Mientras el ministro Montoro anunciaba, otra vez,  el fin de la crisis “para el próximo año” gracias a los Presupuestos 2013 en el debate sobre las enmiendas pidiendo su devolución, todos los expertos, desde el FMI hasta el Consenso de analistas independientes, pasando por el Banco de España, afirmaban lo contrario: que la recesión se agravará en los próximos doce meses, precisamente por las medidas incluidas en ellos. Y lo hacen, basándose en una batería de datos, conocidos estos días, que permiten medir la  profundidad de una crisis económica convertida, ya, en importante crisis social. De las que alteran parámetros.

                La foto fija sobre el momento económico actual se puede resumir, según el Banco de España, en la siguiente frase: el PIB intensifica su caída hasta el -1,7%, el número de ocupados continúa disminuyendo con intensidad (-4,5%) mientras la inflación alcanza el 3,4%. Sólo la severa corrección del desequilibrio exterior añade una gota de “optimismo montoro” a un panorama bastante negro. De forma especial, si lo analizamos ahora en dinámica, anticipando lo que puede ocurrir a partir de las variables que determinan el comportamiento de los agentes económicos.

                Así, es muy difícil que el consumo de las familias, que configura un porcentaje importante del PIB, vaya a cambiar su actual ritmo de caída ya que la renta real neta de las mismas seguirá cayendo en los próximos meses de la mano del aumento del paro, los descensos en los salarios, la reducción en las transferencias del Estado (sobre todo si no se actualizan las pensiones por la desviación del IPC) y los aumentos en los impuestos y precios públicos. Cuando se combina una importante pérdida de riqueza financiera como consecuencia del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y bursátil, junto a la mayor caída de poder adquisitivo salarial en los últimos 27 años y una fuerte privatización del coste de los servicios públicos (medicinas antes pagadas por el Estado, que ahora pagan los usuarios, subida del IVA, etc) es muy difícil pensar que el consumo privado vaya a remontar.

                Lo más llamativo, sin embargo, para los partidarios incondicionales de las políticas simultáneas de austeridad debería ser que, a pesar de la caída en el gasto de los hogares y del incremento en el porcentaje de los mismos con dificultades para llegar a fin de mes, la tasa de ahorro de las familias continúa cayendo desde el máximo alcanzado a finales de 2009, sencillamente porque, al igual que ha hecho la Seguridad Social con el Fondo de reserva, tienen que “tirar de ahorro” porque, a pesar del ajuste en los gastos, la caída de ingresos es tan fuerte que, sencillamente, no llegan. Esto confirma una obviedad keynesiana, ahora cuestionada por algunos, de que el ahorro depende más del nivel de ingresos que de los gastos, convertida en auténtica evidencia contra quienes piensan que de una crisis como esta, se sale mediante recortes en el gasto que, en realidad, como ha constatado el FMI, solo empujan a la economía cada vez más hacia el fondo.

                Las empresas, por su parte, están convirtiendo en positivo aquello que representa un problema para las familias: la caída en costes laborales favorece su competitividad, como las reducciones de plantillas empujan estadísticamente al alza la productividad. Magro consuelo. Porque sin demanda por parte de las familias o de las administraciones, las posibilidades de invertir en ampliación de capacidad quedan reducidas a los avances en la exportación, dentro de los límites impuestos por la sequía de créditos (han pasado de crecer a tasas del 25%, a caer al -5% en pocos años) que los convierte para nuestras empresas en inaccesibles o en mucho más caros que en el resto de la zona euro. Todo ello hace que la confianza empresarial siga deteriorándose. Con esta trayectoria en familias y empresas, no es extraño concluir que, de seguir con esta política económica, el ritmo de reducción de su tremendo endeudamiento  seguirá a ritmos muy lentos, ensombreciendo cualquier expectativa de recuperación a medio plazo.

                Por su parte, el análisis económico del comportamiento del Estado podría formar parte de un relato de misterio: los recortes del gasto crecen y crecen, junto a las subidas impositivas y de precios públicos, pero, sin embargo, se acumulan las desviaciones al alza en las cifras de déficit (tampoco el Banco de España cree que alcancemos ni las revisadas al alza para este año, ni las del Presupuesto 2013), mientras el ritmo de incremento de la deuda pública es espectacular , haciendo previsible alcanzar en breve la cifra del 100% del PIB, por primera vez en nuestra historia. La fortísima subida en la financiación de la misma (prima de riesgo), unido a la asunción por el Estado del coste de saneamiento de la banca, junto a la práctica abusiva de técnicas contables de conversión de déficit en deuda (como el plan de pago a proveedores), en un contexto donde los estabilizadores automáticos siguen desempeñando su función contracíclica y los recortes en gastos públicos deprimen la actividad y con ello los ingresos presupuestarios en un bucle recesivo, explicaría este fenómeno sin necesidad de personalizar la culpa en el Ministro o en el Presidente del Gobierno, como tanto gustaban de hacer algunos durante la legislatura pasada.

                2013 será el sexto año de recesión en la economía española, sin que nada racional augure que vaya a ser el último si no hay cambios significativos en las cosas que venimos haciendo desde, al menos, mayo de 2010. Hay suficientes elementos de juicio para concluir que no es un problema de tiempo de aplicación, sino un caso evidente de tratamiento equivocado. Desde la Unión Europea (Merkel), defendiendo los intereses de los acreedores rentistas aún a riesgo de arruinar el futuro de algunos países, hasta el gobierno español donde si bien el Presidente dice hacer lo que no le gusta, el Ministro Montoro parece disfrutar con ello, según dejó patente en varios momentos del debate. Y es que la fuerza de los votos da la victoria en democracia, pero no atribuye la razón.

Un comentario

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Óscar Pardo
31.10.2012 a las 12:01 Enlace Permanente

Muy interesante artículo; felicidades. Todo un placer pasear por su blog.

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