Cuatro crisis en un solo desempleo. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 11:42 am

           De los treinta y cinco años transcurridos desde la muerte de Franco hemos vivido, casi por mitades, con situaciones de crisis y con bonanza económica.  Y pensaba el otro día que alguna relación debería tener una cosa con la otra, es decir, que las cosas nos van en la recesión, según lo hallamos hecho en la recuperación y viceversa. Por eso es tan importante no equivocarse en las medidas y reformas que adoptemos ahora porque nos jugamos, también, el futuro.

Todo empieza por un adecuado diagnóstico de lo que nos pasa. La recesión ha golpeado con especial virulencia a nuestro país en forma de paro masivo porque, en realidad, han confluido cuatro crisis distintas que se han ido incubando en su espacio y en su tiempo, por sus causas y sus cauces, que podían haber generados problemas serios cada una por separado, pero que han estallado a la vez.

                La primera crisis es de productividad. El modelo de crecimiento en que se basó el milagro español se basó en la cantidad y en el precio. Hemos crecido porque hemos incorporado cantidad de mano de obra (parados e inmigrantes) y cantidad de inversión pública y privada (sobre todo, en construcción) impulsada por los bajos tipos de interés del euro. Pero esta manera de crecer conlleva disminuciones paulatinas en la productividad de los factores que es el factor que garantiza la riqueza a medio plazo. Crecer, a costa de un descenso acumulado en la productividad, no es sostenible y, más pronto o más tarde, hubiera mostrado sus limitaciones en forma de catarsis.

                La segunda crisis es la financiera y viene provocada por dos fenómenos: hemos vivido a crédito y una parte importante del mismo lo hemos pedido a entidades extranjeras. Los datos son conocidos: es la primera vez en España que la deuda privada, triplicaba a la deuda pública. Además, nuestro déficit exterior, equivalente al 10% del PIB, explica nuestra vulnerabilidad a las circunstancias financieras internacionales y explica los problemas que nos generaría una situación de cierre de los mercados crediticios a nuestro país. Este ha sido el desencadenante de la actual crisis, aunque como estamos viendo, no es su única causa. La sequía repentina en la concesión de créditos y los recortes de gasto necesarios para devolver los créditos recibidos por parte de familias y empresas, justifica el frenazo experimentado por nuestra actividad de consumo e inversión, que ha hecho caer el PIB de manera significativa a la vez que subía el paro de manera incluso más dramática.

                La tercera crisis es de competitividad. En el mundo desoccidentalizado en que vivimos, donde el poder económico se desplaza hacía otras zonas del planeta y otros países  (BRICS), tenemos que analizar cómo respondemos a los desafíos que ello plantea a nuestro modelo productivo. ¿Podemos seguir especializados en los mismos sectores y con los mismos vectores competitivos que antes de la globalización? ¿Es suficiente con el paraguas de esta Unión Europea para sentirnos protegidos del huracán que está soplando en los mercados internacionales y en los centros mundiales de poder económicos?  ¿Podemos seguir compitiendo por hacer las cosas más baratas, gracias a tener mano de obra competitiva en costes?

                La cuarta crisis es la ecológica. Las políticas de reducción de emisiones de CO2, la lucha contra el calentamiento global y el transito hacia una economía baja en carbono, son compromisos y acciones que no desaparecen sino que se van a incrementar con el tiempo. Y conllevan profundas transformaciones en nuestra manera de producir, distribuir y consumir energía, pero también todo tipo de materiales.

                La confluencia de estas cuatro crisis nos ha desviado de una trayectoria a la que no regresaremos y nos obliga a articular un paquete de medidas que actúen en varias direcciones, a partir de vectores homogéneos. Sólo un cambio de modelo productivo hacia la calidad, el valor añadido, el talento y la inteligencia, nos permitirá hacer frente a las cuatro. Un cambio que se fundamente en el desarrollo de cinco vectores productivos: innovación, internacionalización empresarial, economías bajas en carbono, reforma de las administraciones y economía del conocimiento. E insisto, vectores y no sectores porque lo importante no es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos, si incorporamos o no valor añadido en aquello que intentamos hacer de la mejor manera posible.

                Una transformación de nuestro modelo productivo de esta magnitud, aún partiendo de aquellas empresas que ya lo están practicando con éxito para incrementar su número hasta alcanzar una masa crítica suficiente, requiere un esfuerzo inversor, tributario, relacional y de coordinación entre administraciones, entidades financieras, Cámaras de Comercio, asociaciones empresariales, sindicatos y empresas, que solo se puede sostener durante todo el tiempo necesario con la continuidad adecuada, en base a un amplio acuerdo político, social e institucional a la altura del reto del que estamos hablando.

Sería un gran acuerdo en positivo para responder a los desafíos del futuro con determinación y valentía en lugar de estar todo el rato echándonos los trastos a la cabeza. Un acuerdo que debe contemplar las relaciones público-privado desde una óptica distinta alejada tanto del burocratismo antiguo como de esa especie de “hágalo usted mismo” que propone el Gobierno conservador británico ante el fracaso del Estado. Un acuerdo que transmita confianza en nuestras propias fuerzas y en la capacidad para llevar adelante una transformación reformista tan importante en nuestro país que debe verse acompañada de reformas estructurales en sanidad (crónicos), educación (fracaso escolar), pensiones (nuevas fuentes de financiación), dependencia (suficiencia financiera), justicia, estado autonómico, administración, sociedad de la información etc. Un acuerdo de salida a las cuatro crisis que exige una forma distinta de hacer política, más empresarial, en la que recuperemos el interés general como prioritario y donde la partitocracia no acabe ahogando a la democracia y donde los ciudadanos vuelvan a sentirse involucrados y animados por la cosa pública.

¿Un sueño de siesta veraniega? Tal vez. Pero, me temo que la alternativa puede ser algo parecido a la pesadilla berlusconiana en Italia. En fin, felices vacaciones!

Un comentario

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JJ
28.07.2010 a las 09:33 Enlace Permanente

Jordi, lo has clavado, estupendo diagnóstico. El único problema es que no sé qué tiene que pasar en este país para intentar alcanzar ese «amplio acuerdo político» del que hablas. Tengo la sensación de que ninguno de los dos grandes tiene ningún interés en lograrlo…. en fin, una pena de país.

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