Los últimos de la fila. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 10:12 am

Todo apunta a que los datos económicos del segundo trimestre de este año serán mejores que los del primero. Bueno, en realidad, menos malos. A ello contribuye el dinero público invertido por el Plan E del Gobierno, así como las bajadas de precios y de tipos de interés que han incrementado mucho la renta disponible de las familias. Pero esto no debe llevarnos a pensar que se inicia la recuperación. Durante la crisis de los años 70, cuando alguien anunciaba demasiado pronto la luz al final del túnel, otros contestaban advirtiendo de que podría ser un tren viniendo en dirección contraria.

Y esta golondrina trimestral no hace primavera por tres razones: porque el segundo trimestre será, casi seguro, peor que el de hace un año, con lo que seguiremos cayendo aunque puede que a menor velocidad. Porque no puede descartarse un rebote en el tercer trimestre. Y, por ultimo, porque nuestra crisis todavía tiene recorrido en términos de repercusión negativa sobre las empresas, el empleo y mayores necesidades de recapitalización de nuestras entidades financieras vinculadas a morosidad creciente. No hemos concluido la digestión de la crisis aunque ésta haya podido pasar de un tramo a otro del aparato digestivo.

Si la crisis española es más larga, sus efectos acumulativos sobre las variables absolutas seguirán siendo positivos, es decir, negativos. Por todo ello, la Comisión Europea nos ha colocado en los últimos puestos en la parrilla de salida de la crisis. Aunque claro, quienes no supieron reconocer a tiempo la recesión, no veo por qué tienen que tener más credibilidad a la hora de anticipar su final.

Lo cierto es que, con independencia de tasas y ritmos, a finales de este año tendremos más parados, más empresas cerradas, más problemas en el sector financiero y más déficit público. En esas condiciones, la preocupación social y el debate político seguirán siendo intensos, al margen de las disquisiciones de los técnicos sobre el verdadero significado de la segunda derivada de las tasas de variación interanuales o intertrimestrales anualizadas vistas del revés.

Debemos prepararnos, por tanto, para continuar una travesía por el desierto de la recesión, dura, difícil y larga. Travesía que les propongo amenizar con una pregunta de prospectiva que es más que un divertimento: ¿cómo será nuestra salida de la crisis? No cuándo, sino cómo.

Mi respuesta es la siguiente: empezarán reactivándose las exportaciones, conforme lo vayan haciendo las demandas de aquellos países que saldrán antes; irán subiendo los ingresos por turistas extranjeros y, poco a poco, con el mercado de crédito más estabilizado, se volverán a vender y a construir viviendas. Tras varios trimestres así, regresarán las tasas positivas de crecimiento y de creación de empleo lo que, a su vez, realimentará la maquinaria económica con demanda privada adicional.

En ese momento, el sector público se encontrará exhausto tras el esfuerzo realizado para hacer frente a lo peor de la crisis y con poca capacidad de maniobra debido al peso que sobre el total del gasto público representará la elevada partida de pagos de la deuda, en un contexto de tipos de interés ligeramente al alza.

Pero lo más interesante es darnos cuenta de que los sectores sobre los que pivotará la recuperación serán los mismos que protagonizaban nuestro paisaje económico antes de la crisis, aunque puede que con estructuras accionariales muy distintas. Que por más que repitamos como un mantra el deseo de cambio del modelo de crecimiento, esto no ocurre sólo ni las leyes del mercado lo garantizan. Y dado que cambiar el modelo de crecimiento de una economía es algo que, si se consigue, puede llevar décadas, deberíamos empezar ya, haciendo compatible la política coyuntural necesaria para capear el temporal de la crisis, protegiendo a los más débiles con medidas estructurales de intensidad y sentido suficientes como para augurar el inicio de ese cambio a medio plazo en nuestro patrón de crecimiento.

De esta manera se entronca el futuro con el presente de nuestra política económica. Sin perder de vista la cruda realidad de la recesión y las medidas adicionales que deban adoptarse para paliarla, hay que empezar a poner otro ojo en diseñar la salida de la crisis para que ésta sea un punto de inflexión que permita cambiar aquello que no ha funcionado bien en el pasado. El problema es que esto es muy difícil ahora, porque algunas de las decisiones que adoptemos para salir de la crisis pueden ser contradictorias con el pretendido cambio de modelo, en la medida en que afianzan la situación económica de aquellos sectores cuya hegemonía deberíamos alterar en aras del nuevo modelo y, a la vez, debilitan el margen futuro de autonomía del Estado por la vía de un elevado endeudamiento. Todo es una cuestión de matiz, de proporciones, de trazado fino. Pero relevante. Me explico.

Considero, por ejemplo, que si queremos alterar el patrón futuro de crecimiento no deberíamos hipotecar ahora más los Presupuestos del Estado con nuevas medidas adicionales de apoyo selectivo a los sectores tradicionales: eléctrico (titulizando el llamado déficit tarifario), grandes constructoras (con planes extraordinarios discutibles) y bancos (elevando el riesgo del ICO), para, sin crear empleo, reforzar lo mismo que venían haciendo antes de la crisis y, a la vez, preterir a los nuevos sectores emergentes con más potencial de valor añadido o de creación de empleo cualificado, con la excusa de que no hay dinero para todo.

De todo esto se hablará esta semana en el Debate sobre el Estado de la Nación donde, para dejar de ser los últimos de la fila y cerrar debates abiertos, tal vez fuera oportuno acordar cuanto antes medidas consensuadas sobre reformas estructurales importantes, como el Pacto de Toledo o la realidad de nuestro mercado laboral, que necesita crecer mucho para crear empleo, pero lo destruye con más facilidad e intensidad que países que sufrirán mayores caídas del PIB que nosotros, así como constituir una ponencia parlamentaria que proponga las políticas necesarias para ese cambio de modelo económico que todos decimos querer.

 

Un comentario

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enric doménech
11.05.2009 a las 21:05 Enlace Permanente

Los últimos serán los primeros … en sentir el zarpazo del desaliento social, ante un futuro a medio plazo áspero, aunque esté el vergel al final del camino. Antes hay que cruzar el desierto, y los pequeños manantiales y oasis del camino, sólo calman la sed, pero no sirven para rehidratarnos.
Algunos se empeñarán en finalizar los esqueletos inmóviles de pilares y vigas semi-abandonadas.
Otros, lanzando al ciudadano a otra ola de consumo compulsivo, intentará convencerle que si no se compra otro vehículo nuevo, es porque no quiere. Que para qué sino, les van a premiar con 1.000 euritos. ¿Recuerdan aquel que para aprovechar una partitura que se encontró, se compró un piano, sin saber ni solfeo, ni tocar de oído? Y es que en las casa donde hay piano “no se habla valenciano” que decía ‘Escalante’ –bufar en caldo gelat-.
Los menos, (espero que los más), después de haber visto el patio, y haber exprimido toda la ayuda de amigos y familiares (els diners i els coll….. per a les ocasions, tú!), con un poco de suerte, será lo suficientemente prudente para haberse preparado, formado, y al menos persuadido de no dar pábulo a cantos de sirena, y con el necesario sentido común, y osadía de los valientes, emprender un camino/negocio/carrera/ salida al fin y al cabo, para relanzar su vida.
¿Y el Gobierno? Más bien ‘los gobiernos’. Que el ciudadano va a cantarle las cuarenta a más de un gobernante, y a más de una formación política. ¿Quiénes han utilizado los recursos convenientemente, y aplicado el esfuerzo a la población? ¿Quiénes han malbaratado el caudal político y la credibilidad de las instituciones y administraciones con proyectos faraónicos; ‘con glamour’, pero sin sabor; con favores y con sinsabores; después de haber repartido cartas marcadas a los amiguetes, y pilarles en plena faena la banca. Porque la banca es amiga de la seriedad y el rigor. Pero no le gustan los compadreos, y los chanchullos que al final les va a costar pagar (Terra Mítica, Terra Natura, demás parques temáticos, Copa del América, Formula One, etc…).
Porque si se hacen los fastos (con visitas pseudo-celestiales incluidas), luego alguien va a tener que pagarlas. Y agua que corre, no mueve molino. Si se lo han gastado todo en lo suyo… ¿Qué negocio bancario van a poder hacer las entidades financieras con estas Administraciones si ya no tienen capacidad de generar plusvalías sociales y financieras?. ¿Les va a visitar el de ‘la ralla’? Si aquel anticipo de las ventas a plazos. Porque las deudas de ‘juego’ son sagradas. Y es que lo que algunos Honorables han hecho, parece un mal juego.
Entre tahúres anda el juego.

Un fuerte abrazo desde Xàbia

enric doménech

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