Un clavo saca a otro clavo. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 4:33 pm

Ya entiendo que mucha gente me pregunte cómo es posible salir de una crisis de sobre endeudamiento privado, como esta, añadiendo más deuda, aunque sea pública. Incluso comprendo a quienes señalan, con escepticismo, que la recesión continúa a pesar de que nuestro volumen de deuda pública se ha duplicado en los últimos cuatro años. A unos y a otros les digo: el problema no es de la teoría, sino, en todo caso, del sistema económico que hemos construido y que se basa en la necesidad creciente de ganar dinero, mediante la venta de bienes y/o servicios.

                Retengan esta idea simple, pero analíticamente muy poderosa: si alguien no compra, alguien no vende, ni obtiene beneficios ni, por tanto, tiene sentido mantener el empleo y la producción. Esto es tan así, que la caída en ingresos por ventas queda recogida, en la reciente reforma laboral, como causa justificada de despido. Todo nuestro modelo social se basa en que alguien gana dinero vendiendo lo que se ha fabricado, porque alguien lo compra, siendo secundario qué se vende (armas), o donde (exportación) o a quien (estados), siempre que tenga capacidad de pago que puede ser propia (en base a sus ingresos), o prestada (créditos). El fundamento real de nuestra economía actual se encontraría, así, más cerca de la tesis de Sombart sobre que la causa decisiva del surgimiento del capitalismo está en el gasto sistemático en bienes de lujo, considerados superfluos, permitiendo su producción industrializada, que del weberiano espíritu protestante de austeridad, al que tanto gustan recurrir los conservadores. El derroche de unos ricos burgueses, émulos de la antigua aristocracia y no tanto el ahorro de trabajadores pobres, sería lo que explicaría el salto económico representado por el capitalismo.

                Este enfoque de la economía, según el cuál es el gasto (la demanda) quien determina la producción (oferta), es contrario al basado en la idea de que la oferta, al contratar trabajadores, crea su propia demanda. Estas dos visiones conducen a análisis y propuestas encontradas. Valga como ejemplo, una pregunta que pongo en todos los exámenes: ¿que efectos tiene sobre el empleo, un descenso generalizado de salarios? Si predomina la segunda visión, ante un abaratamiento del factor trabajo, se contratará más trabajadores, por lo que subirá la demanda agregada, creándose más empleo. Por el contrario, desde la primera visión, si los trabajadores existentes ganan menos, gastarán menos, bajará la demanda agregada, no se podrá vender y se despedirá trabajadores. Que predomine un efecto o el contrario dependerá de dos cosas: cuánto baje el salario (si es poco, la demanda apenas variará, aunque tampoco incentivará la nueva contratación) y, sobre todo, de la proporción que representen los nuevos contratados (demanda adicional) respecto a la masa total de trabajadores a los que se les rebaja el salario (demanda existente).

                Pocos dudan de que tenemos un sistema productivo capaz de poner en el mercado una cantidad de mercancías muy superior a lo que somos capaces de comprar con la actual distribución de renta (ingresos). Parece que, al menos con la tecnología actual, la oferta va muy por delante de su propia demanda. De ahí, que la necesidad de encontrar nuevos mercados de consumo (y no solo zonas más baratas de producción) haya estado detrás de las dos principales medidas económicas adoptadas en los últimos años: la apertura de fronteras para las mercancías y los capitales (globalización) y la concesión de préstamos a segmentos cada vez menos solventes de clientes (subprime). Juntas, han permitido acceder al mercado, como demandantes, a millones de nuevos consumidores en todo el mundo, lo que se ha traducido en avances en la producción y los beneficios, pero también en el endeudamiento y las burbujas especulativas.

                Necesitamos, por tanto, gastar como tendencia, para que la maquinaria económica funcione creando empleo y riqueza. Pero como tenemos ahora una voluminosa deuda privada que devolver, necesitamos, también, ahorrar. ¿Cómo se cuadra ese círculo? De momento, mal. Los datos del primer trimestre de este año nos dicen que los hogares españoles han gastado más de lo que han ingresado. Como ya no hay crédito, eso solo ha sido posible porque nos hemos “comido” parte de los ahorros que, efectivamente, han bajado. Con los ingresos cayendo un 1,3%, resulta difícil ahorrar, sobre todo, para aquellos millones de familias que no pueden llegar a fin de mes. Por su parte, la evolución negativa de los ingresos presupuestarios (caída del 0,1%, cuando se presupuestó una subida del 19%) explica, también, la tremenda desviación al alza que ha experimentado el déficit público hasta mayo, que llevaría el cierre del presente año, sin nuevas medidas de recorte, más cerca del 7% que del 5,3% comprometido.               

                 En ambos casos, familias y Estado, la negativa evolución de los ingresos y no el despilfarro, es lo que justifica que no se pueda incrementar el ahorro tanto como necesitamos para devolver la deuda contraída, sin proceder a un severo ajuste del gasto que nos situaría, en algunos sectores sociales y en algunos servicios públicos, por debajo de la tasa normalizada de supervivencia y agudizaría la recesión.

                Este panorama es conocido por las casi 20.000 empresas españolas que han acudido a un procedimiento concursal público por insolvencia, desde 2008 hasta junio de 2012, según el último “Barómetro concursal” elaborado por PwC. Y, como en todo proceso concursal, si buscamos darle continuidad a la empresa (y no solo liquidarla) para que los acreedores puedan acabar cobrando, aunque sea parcialmente, la llegada de dinero fresco es fundamental, hasta el punto de que muchos defienden que debería ser privilegiado frente a los acreedores tradicionales, en las empresas y en los estados.

                De hecho, un plan de rescate (perdón, una línea de crédito supervisada), sea a una empresa, a un país, o a un sector, no es más que dinero fresco, nueva deuda, para hacer viable lo que hay, generando nuevos ingresos y que, así, se pueda devolver la antigua deuda. Por tanto, a veces, un clavo (nueva deuda), puede sacar a otro (deuda antigua). Si se usa bien, claro.

Dejar un Comentario

Los comentarios en esta página están moderados, no aparecerán inmediatamente en la página al ser enviados. Evita, por favor, las descalificaciones personales, los comentarios maleducados, los ataques directos o ridiculizaciones personales, o los calificativos insultantes de cualquier tipo, sean dirigidos al autor de la página o a cualquier otro comentarista. Estás en tu perfecto derecho de comentar anónimamente, pero por favor, no utilices el anonimato para decirles a las personas cosas que no les dirías en caso de tenerlas delante. Intenta mantener un ambiente agradable en el que las personas puedan comentar sin temor a sentirse insultados o descalificados. No comentes de manera repetitiva sobre un mismo tema, y mucho menos con varias identidades (astroturfing) o suplantando a otros comentaristas. Los comentarios que incumplan esas normas básicas serán eliminados.

XHTML: Puedes usar las siguientes etiquetas: A ABBR ACRONYM B BLOCKQUOTE CITE CODE DEL EM I Q STRIKE STRONG IMG

Logotipo de Blogestudio