4 Modelos para armar platos rotos. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 3:31 pm

España tiene un elevado nivel de endeudamiento, privado y público, que necesitamos refinanciar en los mercados internacionales en condiciones de creciente dificultad. Tras el episodio de Grecia, la amenaza de un ataque especulativo masivo a la deuda española hizo saltar las alarmas europeas y americanas ante la práctica imposibilidad de extendernos el apoyo del eurogrupo. Ello explicaría el brusco cambio de la semana pasada, desde un lunes saliendo de la recesión gracias al crecimiento intertrimestral del 0,1%, hasta plantear el miércoles “el mayor ajuste presupuestario de la historia” que lanzaba al desván de lo inútil las ciento cincuenta medidas goteadas durante los últimos dos años.
         Los puntos clave de todo pulso con los mercados son: credibilidad y firmeza. Esto requiere asumir dos cosas: Europa debe renegociar parte de la deuda de algunos países, permitiendo que el objetivo del 3% de déficit se pueda aplazar dos años, evitando morir de éxito gracias a ajustes tan duros que acaben con el crecimiento. Segundo, los Gobiernos concernidos no pueden bailar la yenka con las medidas: anuncio, rectifico, apruebo, me contradigo, corrijo.
         La profunda crisis ha hecho que seamos más pobres, tengamos a familias, empresas y Estados muy endeudados, con menos posibilidades para crecer. Por tanto, conviene pensar en quien debe pagar los platos rotos de esa vajilla que, aunque comprada a crédito, era nuestra vajilla. Y, sobre todo, en cómo rearmarla.
         Tanto la teoría económica como la experiencia histórica nos permitir resumir en cuatro los modelos posibles para ello. El primer modelo respondería al principio, el que la hace la paga. Siempre ha tenido sentido polisémico ya que aplicado a la política medioambiental (quien contamina paga) podría avalar que quien tiene recursos para pagar, puede contaminar. Por eso, se suele complementar con estricta regulación estatal que ha faltado en la parte de los mercados desregulados que han quebrado. En ausencia de normativa, se podría defender que si el problema lo generaron entidades financieras que son sociedades anónimas, que lo paguen sus accionistas, clientes, dirigentes y depositantes dado que el error ha sido de todos ellos. Este modelo se intentó ejecutar con la quiebra de Lehman Brothers y ha dejado de aplicarse cuando la evidencia de que nos podía arrastrar a todos en su caída, se elaboró la doctrina de que algunas entidades eran demasiado grandes para dejarlas caer.
 Esto significaría que aunque son unos quienes rompen estos platos, es mejor que paguemos también los demás. Esta constatación  abre las puertas al resto de modelos, empezando por el segundo que responde al principio: lo paga, quien no puede evitarlo. Sería lo ocurrido en Grecia y el que se está imponiendo en casi todos los países europeos en la última semana. Ya no buscamos la solución cerca de quienes han originado el problema sino que la encontramos donde no se puede hacer nada para evitarlo salvo protestar: aquella parte de la ciudadanía cuyas decisiones de ingresos están en manos del Estado (funcionarios, pensionistas, empresas de construcción etc).
El tercer modelo diría: ya que lo tenemos que pagar entre todos, hagámoslo de manera solidaria, teniendo en cuenta dos principios de equidad: paga más quien es más responsable de haber roto los platos y segundo principio, paga más quien más tiene para pagar. Ambos son criterios perfectamente defendibles en una sociedad democrática que aspira a la justicia social. Ello requiere articular el pago total desde un gran acuerdo social donde los sacrificios de cada uno sean conocidos, valorados y compensados por los sacrificios de los demás. Si, de verdad, no hay más remedio que pagar, adelante, pero que todos veamos, de forma conjunta, lo que contribuyen los demás, incluyendo los causantes del desaguisado. Este modelo exigiría recortes, pero también sanciones a los causantes, recargas fiscales sobre el patrimonio no productivo, así como privatizaciones de los restos del estado accionista.
El cuarto modelo amplía el anterior, incluyendo medidas para mejorar también la deuda privada junto al reto de volver a comprar otra vajilla para lo que se necesita ganar más dinero es decir, crecer y no sólo ajustarse el cinturón, austeridad pública y privada junto a impulso al crecimiento.
Si estamos en momentos difíciles que requieren medidas extraordinarias para rebajar la deuda por exigencia de los prestamistas tal vez convenga hacerlo con ajustes selectivos y solidarios sobre el déficit, junto a reformas estructurales que permitan generar más ingresos mediante la creación de riqueza y empleo. Reformas adicionales como las siguientes:
Reactivación del crédito interno a empresas y familias mediante la reforma urgente de la Ley de Cajas de Ahorro y la autorización al ICO para que pueda comprar activos tóxicos inmobiliarios del sistema financiero para desatascar las cañerías del crédito privado.
Fortalecimiento de la competitividad mediante la rebaja sustancial de las cotizaciones sociales complementada, para garantizar las pensiones, con una Contribución Social Generalizada sobre la riqueza; una profunda reordenación de las administraciones públicas hacia la simplificación, coordinación, eficacia y reducción de cargas impulsando la Administración Electrónica, el Estatuto del Empleado Público, las agencias y la evaluación de las políticas públicas; definición de un mix energético estable que no descarte la opción nuclear y una apuesta clara por un crecimiento inteligente basado en la calidad, valor añadido y talento.
Crear empleo más estable y flexible. Las medidas de reforma del mercado laboral contenidas en los documentos hechos públicos por el Gobierno, deben convertirse en realidad. Junto a ello, reforma de la negociación colectiva para permitir fórmulas intermedias entre estar empleado a tiempo completo haciendo horas extras o quedarse en paro.
Impulsores del crecimiento sostenible. Profunda revisión de los Presupuestos, incrementando la equidad de los ingresos y la eficiencia en los gastos; extensión de la sociedad de la información, desarrollo de la atención sociosanitaria para enfermos crónicos y dependientes; generalización de esquemas de apoyo a la innovación empresarial y a la economía del conocimiento.
Son muchas las cosas que podemos hacer. Hay que trabajar, pero de otra manera. Seguramente, ha llegado la hora de la sangre y las lágrimas. Pero también del sudor.

Un comentario

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Per[la|pau]*
25.05.2010 a las 11:28 Enlace Permanente

Aquí sí. Estoy con tu cuarto modelo y con gran parte de tus propuestas al 100% (¿pero de verdad hemos de comprar activos tóxicos?). Algunas muy concretas y otras más genéricas, que pueden acabar fácilmente en un brindis al sol. Pero marcando claramente el camino a seguir. Gracias.
PD: Voy a buscar información sobre la Contribución Social Generalizada, a ver de qué se trata.

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